Comidas solidarias

Comidas solidarias

– Edición 490

Foto: Janet VH / Vía Facebook

Practicantes de la más elemental forma de apoyo para quien atraviesa una situación difícil, los grupos de voluntarios que preparan y obsequian comidas trabajan cada día, con amor y alegría, para hacer que este mundo sea mejor

Hay quienes cocinan para ayudar a los demás sirviendo comida que no sólo alimenta, sino que también reanima en medio de la enfermedad, la guerra, un desastre natural o el desplazamiento. Son voluntarios que han acompañado con cada plato a un desconocido, a quien le sirven como si fuera un invitado que llegó a su mesa para darle de desayunar, comer y cenar. Éstas son recetas e historias de personas que donan su tiempo y su sazón para alimentar a familias que viven un momento complicado.

Los ingredientes son diversos como el menú, y éste es tan variado como las personas beneficiadas. Algunas veces es comida mexicana, como tacos, antojitos, guisados y mole; otras, comida italiana o japonesa, recetas de fiesta o comida de preparación rápida; en otros momentos se trata de comida que casi podría llamarse fusión, creada, no con la ambición de presentar un platillo para un crítico culinario, sino para resolver el hambre con los ingredientes que haya. Todo se prepara para que, en cada bocado, alguien encuentre apoyo.

La salsa
Las cantidades no son exactas, porque las recetas se ajustan a las comidas que se donarán. Ingredientes:
Jitomates bien cocidos
Ajo
Sal y pimienta
Mejorana
Un poco de comino
Vinagre
Modo de preparación:
Una vez cocidos, los jitomates deben dejarse enfriar para que no se amarguen. Se licua todo con las especias. El secreto para que la salsa resista con calidad es echarle un chorrito de vinagre.

En la fila de abajo, la tercera de der. a izq., es la maestra Rosy con sus alumnos. Foto: Priscila Hernández.

La receta es de Rosa de Guadalupe Hernández, quien tiene 38 años como maestra en el Colegio Cervantes Costa Rica. Es titular del grupo de voluntarios que esa noche sirve la cena. Ese mismo tiempo de experiencia docente lo tiene donando en ese comedor y en otros espacios. Ese día es un miércoles tercero del mes, la fecha que el grupo tiene asignada la donación. Ella está en el comedor desde el otro lado de la barra; ahí cocinan y sirven a quienes van pasando con su bandeja de plástico a tomar cada alimento

Rosa lleva su cabello cubierto con una malla; está uniformada, como los demás voluntarios, con una playera color naranja que lleva el letrero “Voluntariado Colegio Costa Rica”. Esa noche, el menú consiste en tostadas de jamón, queso crema, lechuga y salsa de jitomate, agua fresca, café y pan dulce. En su casa preparó la salsa que acompaña las tostadas.

El lugar es el comedor del Antiguo Hospital Civil de Guadalajara Fray Antonio Alcalde, adonde llegan quienes están cuidando a algún paciente en uno de los diez pisos de la Torre de Especialidades, en la que hay personas internadas por problemas renales, hepáticos, cardíacos o cáncer, entre otros. Esa cena es uno de los muchos alimentos que sirven en el turno de la noche, cuando los familiares salen del piso donde cuidan a su familiar.

Foto: Gesto de Vida A. C. / Facebook

Esta voluntaria, que siempre está sonriente mientras comparte su experiencia, da comida como lo aprendió en casa. “Para mí, es como mi familia nos enseñó, la forma en que mi papá nos agradaba era tenernos la mesa con mucha comida”, comparte la maestra Rosa de Guadalupe, y mientras habla de ese recuerdo, sonríe al decir que su mamá era buena cocinera.

La profesora reparte sus días entre dar clases de matemáticas y llevar comida de forma altruista, porque fue motivada por el profesor Jorge Ayala Naranjo, uno de los docentes del Colegio Cervantes Costa Rica, quien ha impulsado a la comunidad estudiantil para solidarizarse con grupos en situación de vulnerabilidad. Ese mismo día, después de dar de cenar, Rosa de Guadalupe pasa a visitar al maestro, que ahora está hospitalizado en la Torre de Especialidades del mismo hospital donde ayudó a otros.

Los voluntarios del Antiguo Hospital Civil de Guadalajara donan 600 comidas por día, doscientas en cada turno. Esto equivale a 216 mil alimentos al año. Antes de este comedor, los alimentos eran entregados en la explanada: cerca de una jardinera instalaban un par de mesas. En 2014, el gobierno estatal apoyó la apertura del comedor con cocina y mesas, un espacio donde no sólo se come, sino que también sirve como área de descanso para quienes han pasado la jornada cuidando a sus enfermos.

Foto: Gesto de Vida A. C. / Facebook

¿Cuál fue el primer grupo? Es una pregunta que no se responde con claridad, porque son tantos los que han ido y por tantos años, que no se podría decir que uno fue el primero; sin embargo, hablan del Padre Cuco, quien a la pregunta de “¿Cómo ayudamos?”, contestaba que llevaran comida para los familiares de los pacientes. La historia del mismo hospital es de solidaridad, es parte de la esencia de ese lugar. Quienes realizan esta actividad replican el espíritu humanista de Fray Antonio Alcalde, fundador del Hospital Civil de Guadalajara. Como la familia de la señora Alicia Zamarripa, una de las que más tiempo ha donado comida: una vez que ella falleció, sus nietos heredaron su amor por el voluntariado y continúan con la tradición.

Ésta y otras historias las conoce Ricardo Ruelas Elizalde, coordinador de las cenas del comedor del Antiguo Hospital Civil de Guadalajara. Él lleva en una carpeta la lista de quién donará alimentos cada día, como lo hace el grupo Teresa de Calcuta, que se distingue por servir lonches o carne con papas y arroz.

Desde 2010, Ricardo es uno de los voluntarios que donan comida. Ahora es coordinador de las cenas. Va hablando de la historia de estos colectivos y muestra una hoja que sintetiza este voluntariado: “Nosotros ya tenemos un esquema de los grupos de cada mes. En esta hoja organizamos el nombre del grupo, del coordinador y los platillos que da. Tenemos 28 grupos que cubren los sietes días de la semana”, explica en detalle la logística, consistente en tener este voluntariado como si se tratara de cocinas simultáneas. Los grupos llegan con la comida lista para servir. Son muchos los nombres por registrar, como el grupo Por Ti, o el grupo de “los muchachos del tianguis de Tonalá” al que pertenece Esteban Caudillo Cervantes, quien menciona que su principal motivación es cocinar “con mucho amor”.

Una de las reglas es que no se recibe dinero por la comida. Nadie debe cobrar ni recibir pagos, porque todo es voluntario. “Nosotros no recibimos apoyo de ninguna asociación o fundación, cada uno de los grupos busca sus propios recursos, se coordinan ellos y traen los alimentos”, dice, y señala que cada donador se distingue por su sazón y por sus platillos, como el propietario de un obrador que lleva guisos, carnitas y 120 kilos de tortillas; o el grupo Divina Providencia, que regala tamales y tacos al vapor desde hace 20 años.

Foto: Gesto de Vida A. C. / Facebook

Chicharrón en chile
Ingredientes:
Pancita y cachete de cerdo
Chile de árbol
Chile mirasol
Chile cascabel
Ajo, jitomate y sal
Modo de preparación:
Se asan los chiles de árbol y el ajo mientras se ponen a cocer los jitomates. Todos esos ingredientes se licuan con un poco de sal y a esa mezcla se le añade el residuo del chicharrón, que ayudará a que espese la salsa que debe verterse sobre los chicharrones botaneros.

Esta receta la dio Anastasia Rivera, del grupo Don Amor Milagro, donadores de cena del Hospital Civil Fray Antonio Alcalde, colectivo que también prepara chicharrón para “la fiesta” que tienen cada mes, a la que invitan a las personas: un guiso que se distingue porque usan chicharrón botanero, para que no tenga grasa.

Hay otras recetas en las que ponen el “toquecito de mamá”, como contó que lo prepara María Concepción Álvarez, del grupo Nuestra Señora del Carmen. Ellos se distinguen por la taquiza. El guiso que más les gusta a las personas es el chicharrón, siempre repiten plato.

Hay cocineros que comparten el guiso, pero no la receta secreta. Lo importante es que dan de comer sin esperar nada a cambio, como el mole de María Laura, del que cuenta Rosalinda Pérez, presidenta de la asociación Un Gesto de Vida, A. C., que “lleva pollo muy bien cocido, desmenuzado, sazonado con cebolla y sal. El molito es una receta secreta”.

Los que integran estos colectivos tienen diferentes motivaciones. Hay quienes un día estuvieron enfermos y mantienen la gratitud por la atención que recibieron en el hospital; hay familias que un día pasaron hambre, y ahora su situación cambió; quienes hicieron una manda o promesa por un milagro recibido; los que pertenecen a un grupo religioso y han tomado esta tarea como un apostolado. María Eugenia Quezada, coordinadora general del grupo de voluntarios de alimentos del Antiguo Hospital Civil de Guadalajara, comenta que la mayoría de los grupos va una vez al mes y se “organizan por familias o como vecinos o en la escuela, depende de cómo se haya formado el grupo”.

Cocina de FM4. Foto: Janet VH / Vía Facebook FM4

Las agrupaciones son libres de cocinar lo que quieran. Lonches, pozole, tamales y tostadas son parte del menú. Los voluntarios son comerciantes, familias, estudiantes, que juntos logran menús completos para que los familiares tengan energía mientras cuidan a sus pacientes. Como una cadena de producción de un restaurante, hay quienes consiguen la materia prima, otros que se dedican a la tarea de cocinar y unos más que son los que sirven directamente en el comedor.

En cuanto a las bebidas y los postres, donan gelatinas, arroz con leche, tapioca, atole, chocolate y avena. Bebidas calientes que prepara María Auxilio Villa Vital, coordinadora del colectivo Mariano Belén de Jesús Grupo 1, que desde hace 22 años lleva alimentos. Las recetas dependen del antojo, de la temporada y del clima: “Hay quien piensa en la sopita calientita, en el café, la canela; haz de cuenta que preparan para sus familias, lo hacen con el mismo cuidado, con el mismo cariño, con la misma atención”, narra María Eugenia Quezada. Los platillos también pueden variar de acuerdo con la temporada; por ejemplo, en el tiempo de las fiestas patrias y decembrinas hay pozole, o, en enero, comparten la rosca de Reyes.

Álvaro Padilla, del grupo de voluntarios del Colegio Cervantes Costa Rica, cuenta que al agua fresca que donan se le suma un café “con la intención de ayudar a las personas que van a pasar cuidando toda la noche a su enfermo”. Álvaro relata que este grupo nació también de un “castigo”, cuando unos alumnos no habían cumplido con una responsabilidad y, en lugar de reprenderlos, la maestra les pidió hacer una obra social. “Se los trajo [al hospital]y dijo: ‘Vamos a dar lonches allá afuera’. El impacto que generó en los chavos fue tan grande que dijeron: ‘Tenemos que volver’. A partir de ahí, el grupo siguió acudiendo hasta que Servicio Social del Hospital Civil les dio un espacio. En una de esas jornadas, un profesor le dijo a Álvaro: ‘Todo lo que haga falta, yo lo pongo […] Yo ya sé lo que es, mi papá estuvo aquí’”.

Sin castigo, de forma desinteresada, está ahí Regina, estudiante del Cervantes Costa Rica. Esa noche fue su primer día como voluntaria, subió a cada piso a invitar a que comieran y a dar boletos a los familiares. Si ven que alguna persona no ha comido y desea hacerlo, pero no quiere dejar a su familiar solo, la invitan a que baje a comer mientras ellos lo cuidan.

Cocina de FM4. Foto: Janet VH / Vía Facebook FM4

El derecho humano a la alimentación

Esa noche, Beatriz, abuelita de un niño de dos  años con bronquitis que lleva ocho días en el hospital, bajó a cenar. “A veces no traemos dinero, ni para un taco”, dice, y explica que la distancia entre su casa y el hospital complica los gastos, pero lo que más le preocupa es el hecho de que ir a comer lejos la haría dejar sola a su hija mientras cuida al niño.

También ahí ha comido Elena Juárez, porque está a cargo del cuidado de su esposo, hospitalizado. Las comidas gratuitas le permiten no gastar, “porque comprar algo afuera es carísimo, salir a comprar no sólo es gastar dinero, sino gastar tiempo, dejar a tu paciente solo”. Las dos agradecen la comida mientras regresan a cuidar a sus familiares esa noche en el hospital.

Esta situación muestra la falta de accesibilidad de los alimentos. Es decir que, por su costo, o por la falta de recursos de las personas, aunque haya comida no se puede acceder a ella. Paulo Orozco, coordinador del Observatorio del Derecho a la Alimentación ¿Qué comemos?, del ITESO, explica que son dos conceptos para entender el problema del hambre: uno es la falta de disponibilidad, cuando no hay alimentos en el entorno, y otro la falta de accesibilidad, cuando no hay recursos para adquirirlos aunque estén ahí.

“El derecho a la alimentación funge como un pilar fundamental para el derecho a la vida. No obstante, también puede decirse que es el derecho humano más violado a escala mundial”. Ésta es una de las advertencias del Mecanismo de la Sociedad Civil para las relaciones con el Comité de Seguridad Alimentaria Mundial de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). Esta frase está en la portada del sitio del Observatorio del ITESO. La eligieron porque describe la magnitud del problema del derecho a la alimentación de quienes sufren hambre, cuando se niega información correcta de los productos o no hay entornos saludables.

Ana Karina Holohlavsky / Vía Facebook FM4

“Nutrirse bien, comer bien, que se cumpla el derecho a la alimentación adecuada, no sólo es acceder al alimento. Una alimentación adecuada es la base para el desarrollo individual y para el desarrollo colectivo, para el bienestar”, explica el académico.

Hablar de las consecuencias al no garantizarse este derecho se vuelve una espiral, porque “una persona mal nutrida, o a la que no se le ha garantizado el derecho humano a la alimentación, tiene todos estos problemas. Lo mismo si eres una sociedad que sufre hambre: no tienes el mínimo básico para después poder ir a luchar por otros derechos o para buscar condiciones de bienestar”.

La donación de alimentos, explica, tiene distintos matices y consideraciones respecto a quién dona y por qué lo hace o qué tipo de donaciones se dan. Sin embargo, reconoce que las iniciativas como la donación de alimentos a familias con enfermos en el hospital, migrantes o en momentos de crisis transitables, “son algo muy loable. Es una forma de hacernos sujetos de derechos, como sociedad civil, independientemente del Estado”, reflexiona Paulo Orozco, coordinador del observatorio cuyo primer informe está relacionado con los problemas para garantizar en México el Derecho Humano a la Alimentación Adecuada.

A una misma receta, cada quien le añade su estilo y su sazón. Liliana Rincón, del grupo Cofradías Vicentinas, adiciona estos consejos a la receta de salsa de jitomate que bien puede servir para tacos dorados o tortas ahogadas: primero, los jitomates deben estar maduros, pero no aguados, sino firmes. Y segundo, los jitomates deben licuarse con todo y la cáscara, pero sin el agua donde se cocieron.

Frijoles refritos
Ingredientes:
Frijoles
Manteca
Sal
Modo de preparar:
Primero se remojan, luego se cocinan en la olla de barro, después se fríen en manteca y se machacan a mano.

Donaciones para la comida de FM4. Foto: Janet-VH / Vía Facebook FM4

Cocina que improvisa

También hay quienes ponen su cocina para los peregrinos, para los migrantes, para los que se desplazan buscando un espacio seguro para sus familias. Una de esas personas que no sólo han puesto su cocina, sino también su tiempo para organizar una red de voluntarios, es Anna Karina Holohlavsky. Ella misma recuerda el inicio de esa tarea: “Aquella vez que vi la foto de Aylan Kurdi, un niño sirio que estaba ahogado en la orilla del mar, me pregunté: ‘¿Cómo es posible? Tengo que ayudar a estos migrantes’. Mi esposo me dijo: ‘Pues no puedes ayudarlos porque están del otro lado del mundo; ¿por qué no empiezas a ayudar a los migrantes que están aquí, en Guadalajara?’”. Entonces se puso a buscar, pero no encontró una organización, hasta que le preguntó al padre Alejandro Solalinde y fue él quien la ayudó a contactar al Centro de Atención al Migrante FM4.

Así, empezaron 17 amigos a preparar lonches y bolsitas para los viajeros en las que incluían un calzón, un par de calcetines, un cepillo de dientes y añadían un kit de alimentos con una botella de agua, dos latas de atún y galletas. “Juntábamos, corríamos la voz, nos íbamos a mi casa y hacíamos las bolsas y las llevábamos, pero de 17, el grupo empezó a crecer”, recuerda Anna.

Al principio reunían ropa, pero vieron que lo urgente era el alimento. Su convocatoria fue tal que llegaron a juntar toneladas de frijol que compartieron con otras organizaciones, algo que siempre hace FM4 cuando recibe más de lo que necesita.

Tanto creció esta iniciativa que su amiga chef Ana Karla Baruqui le ayudó a crear el grupo en Facebook Ayuda al Migrante y Personas en Situación de Calle, en el que ahora hay más de cinco mil miembros. Desde ese espacio virtual ella envía mensajes solicitando apoyo, compartiendo las fotos de los alimentos donados y llamando a la acción de formas creativas por medio de memes, como el de un espartano gritando “¡Auxilio, socorro!”, para movilizar y apoyar, porque, como explica Anna, los migrantes llegan, en promedio, con dos días sin haber probado alimento.

Alumnos voluntarios del colegio Cervantes. Foto: Priscila Hernández.

En los comedores, ya sea en el hospital o en el Centro de Atención al Migrante FM4, esa comida que fue preparada con dedicación y donada, puede ser el primer alimento de alguien después de días sin comer. Algunos porque salieron de casa en ambulancia para llevar a su paciente, sin nada de dinero; otros porque recorren un largo camino para intentar llegar a Estados Unidos.

Después del éxito obtenido, organizaron grupos que cocinan en el albergue porque no tenían recursos para donar dinero o alimentos, pero tenían tiempo, conocimientos y recetas. Así armaron un calendario con un grupo de ocho personas que cocinaban sábados y domingos en el desayuno y la comida. “Nadie se conocía, y en la cocina preparaban lo que había. Usaban su creatividad, hacían lo que podían”, recuerda Anna que eso ayudaba a que 120 migrantes comieran. Ella se describe como un “pequeño eslabón” que desde hace siete años ayuda como lo hacen 150 colaboradores. Después llegó la pandemia y la forma de resolver fue llevar la comida ya hecha: se subía un calendario con las fechas para que las personas se apuntaran y regalaran comida para 40 personas.

Como un guiso no se hace con un solo ingrediente, lo mismo pasa con la solidaridad, no basta que alguien lleve comida cruda o que tenga tiempo para cocinar si no tiene todo para preparar el platillo. Como dice la representante del grupo Misión Alfarero, si le piden una receta para compartir, no sabría cuál elegir, porque dan desde un tepanyaki hasta un pozole; pero son tantos platillos que “no nos alcanzan los días para contar todas las recetas de todas las personas”.

La solidaridad es como la cocina: todo se mezcla. Los voluntarios no se conocen entre sí y sus nombres no aparecen en una lista pública, pero siguen cocinando con la esperanza de que nadie pase hambre.

Cocinar en el desastre

El equipo de cocineros de la organización World Central Kitchen ha llegado a Puerto Rico cuando el huracán María dejó destrozos; a Ucrania después de los primeros bombardeos rusos; a varios condados de Estados Unidos afectados por lluvias intensas e inundaciones; a zonas destruidas por la erupción de un volcán en el Caribe… Este equipo acude a cualquier lugar donde un desastre haya afectado a las personas y estén pasando hambre. Desde 2010, luego del sismo de Haití, han viajado para servir comida caliente y apoyar en medio del desastre. Algo que distingue a esta iniciativa de otras ayudas humanitarias es que no solamente entregan alimentos en forma de despensas, sino que se dan a la tarea de buscar una red de cocineros locales, muchos de ellos reconocidos chefs de la región, a fin de entregar platos recién cocinados.

Este movimiento fue creado por el afamado chef español José Andrés, quien llevaba sus recetas a televisión. En su sitio de internet menciona que World Central Kitchen comenzó en su casa con su esposa Patricia; pensaron que, cuando la gente tiene hambre, había que enviar cocineros de inmediato. “Todo el mundo sabe que la comida es fundamental para la vida y la familia en todo el mundo. Lo que aprendimos muy rápidamente fue que la comida es aún más esencial en una crisis”, dice.

Uno de sus lemas de trabajo es “Apoyando comunidades en tiempos de crisis”. Los voluntarios de esta organización se describen a sí mismos como un equipo de socorristas de alimentos que llegan a desastres naturales, crisis provocadas por el hombre y emergencias humanitarias.

Otro lema es “La comida es un derecho humano universal”. Por eso, sin importar el origen político del conflicto, acuden con las víctimas. Conforme la premisa de “cocinar y comer juntos nos hace humanos”, esta organización ha hecho que, con cada bocado, quienes pasan por un momento complicado sientan que no están solos. El chef José Andrés pasó de cocinar frente a una cámara a estar frente a una olla gigante preparando paella para víctimas de un desastre.

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MAGIS, año LX, No. 501, septiembre-octubre 2024, es una publicación electrónica bimestral editada por el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente, A.C. (ITESO), Periférico Sur Manuel Gómez Morín 8585, Col. ITESO, Tlaquepaque, Jal., México, C.P. 45604, tel. + 52 (33) 3669-3486. Editor responsable: Humberto Orozco Barba. Reserva de Derechos al Uso Exclusivo No. 04-2018-012310293000-203, ISSN: 2594-0872, ambos otorgados por el Instituto Nacional del Derecho de Autor. Responsable de la última actualización de este número: Edgar Velasco, 1 de septiembre de 2024.

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