Cine fresco para variar

Imagen de la película «The VVitch».

Cine fresco para variar

– Edición 505

Imagen de la película «The VVitch».

En el ámbito cinematográfico, a menudo el frescor se hace presente en algún género, como sucedió en la épica fantástica con la trilogía de El señor de los anillos

El cine encontró muy pronto un estilo clásico, a finales de los años diez del siglo pasado (el parto “oficial” se ubica en 1895). En buena medida, este se sustenta en fragmentar la acción en planos registrados a diferentes distancias y ángulos que, en la edición, ofrecen continuidad, orden y sentido. En los años cincuenta, Hollywood ya lo había institucionalizado, y hoy día podemos verlo en la inmensa mayoría de las películas que se producen alrededor del mundo.

Ante este paisaje hasta cierto punto anquilosado han aparecido propuestas que aportan frescura formal y narrativa. Algunas vanguardias o ciertos movimientos lo han hecho acentuando algún rasgo en particular: el expresionismo exacerba el diseño de luces y escenografías (Metrópolis); el surrealismo da cauce al inconsciente y aniquila la lógica clásica (La edad de oro); la Nueva Ola francesa sale a la calle cámara en mano para romper con el “cine de papá” (Sin aliento).

Asimismo, no es raro que aparezcan propuestas refrescantes en cinematografías marginales, como las del cine oriental de finales de los años ochenta —con un sofisticado e hiperbólico abordaje de la violencia— o del cine ruso (por ejemplo: Arca rusa, de 2002, cuya acción es registrada sin cortes). Pero también soplan vientos refrescantes en la industria más sólida del mundo, la estadounidense (que “de rebote” empuja a un robusto cine independiente rico en refrescos: verbigracia, Jim Jarmusch). A menudo el frescor se hace presente en algún género: como sucedió en la épica fantástica con la trilogía de El señor de los anillos (que inició en 2001).

La noche de un día difícil (A Hard Day’s Night, 1964), de Richard Lester

Después de refrescar la escena musical británica, los Beatles llevaron su alegría a la pantalla grande. La historia de este, el primer largometraje que protagonizaron, recoge de forma lúdica la histeria de un día cualquiera en la vida del cuarteto genial. La dirigió el estadounidense Richard Lester, quien retoma con fortuna el aliento del free cinema inglés, que se nutre de la cotidianidad y reflexiona acerca de la realidad social. La frescura que resulta es exultante, como pocas veces sucede en el cine que surge de pretextos musicales.

The Killer (1989), de John Woo

Un asesino acosado por la culpa participa en el que debería ser su último golpe. Pero las cosas se complican y se ve involucrado en una interminable espiral de violencia y va dejando un reguero de cadáveres. El cineasta hongkonés John Woo nos receta una serie de balaceras filmadas de forma estilizada e impactante. El salpicadero de hemoglobina resulta, así, tan vistoso como chocante. El cine de acción del mundo entero descubrió con él que los borbotones de sangre caliente pueden resultar bastante refrescantes.

Perros de reserva (Reservoir Dogs, 1992), de Quentin Tarantino

Un grupo de delincuentes se reúne después de un asalto fallido. Sospechan que alguno de ellos informó a la policía, y la tensión no deja de crecer. Con esta, su opera prima, Tarantino refresca el cine criminal. Descubrimos a un cineasta sumamente talentoso y a un dialoguista sensacional. Pero también aparece ya el cineasta inconsecuente y superficial que vendrá, que lleva la violencia al terreno de la fantasía y muestra que no tiene mucho que decir. No obstante, se multiplicaron los fans… y los émulos (con los que murió la frescura).

Los cosechadores y yo (Les glaneurs et la glaneuse, 2000), de Agnès Varda

La irrupción del video provocó un cambio relevante en la concepción del cine; en particular entre los que tenían experiencia con película. Es el caso de Agnès Varda, quien con más de 70 años descubre las maravillas de la nueva tecnología. Cámara en mano sale a la calle y al campo a cosechar imágenes de personas que viven de la recolección. Pero también redescubre su cuerpo, su imaginación. La curiosidad y la creatividad —características que conviven feliz y permanentemente en Varda— resultan ser fuentes provechosas de frescura.

La bruja (The VVitch: A New-England Folktale, 2015), deRobert Eggers

Nueva Inglaterra, siglo XVII. Un hombre, ferviente creyente, abandona con su familia la ciudad para instalarse en el bosque. Por allá comienzan a experimentar dificultades para la subsistencia… y el aparente acoso del mal. El terror es un género que de forma recurrente pierde frescura, pues apenas surge alguna propuesta innovadora (como en 1999, El proyecto de la bruja de Blair), se multiplican las copias. Eggers mira al pasado y actualiza los viejos mitos y cuentos para revelar las humanas pulsiones que provocan mucho más que miedo.

Para saber más

:: La edad de oro (L’age d’or), de Luis Buñuel.

:: Documental sobre el cine de Tarantino.

:: Las mejores películas de John Woo: ite.so/pelisjohnwoo

:: Metrópolis (película completa).

:: Varda habla de Los cosechadores y yo.

:: Lars von Trier, entrevista sobre Bailando en la oscuridad.

:: La noche de un día difícil (completa y subtitulada al español).

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