Cine deslumbrante y sustancioso
Hugo Hernández – Edición 430
El espectáculo en el cine a menudo es vacío (como la mayoría de los blockbusters veraniegos). Pero así como hay shows concebidos para el goce desechable, como numerosos musicales, también hay otros que invitan a reflexionar sobre las miserias y las grandezas humanas, como el Cirque du Soleil.
El cine espectacular busca el deslumbramiento más que el alumbramiento, y por eso es más un asunto de cantidades y dimensiones que de elucidaciones; el dramatismo surge de la (humana) nimiedad elevada a la hipérbole. Así, una producción con escenografías de grandes dimensiones y con secuencias de mucha acción —que desafía las leyes de la física y a menudo de la verosimilitud—, cabe mejor en esos terrenos que una cinta intimista; es más probable encontrar ahí a Michael Bay (Transformers) que a Ingmar Bergman (Gritos y susurros).
El género al que la espectacularidad nos remite casi en automático es el de la épica. La epopeya, según el Diccionario de la Real Academia Española, es un “poema narrativo extenso, de elevado estilo, acción grande y pública, personajes heroicos o de suma importancia, y en el cual interviene lo sobrenatural o maravilloso”. Lo superlativo y lo espectacular van de la mano, y en el cine esto se traduce en grandes formatos —como el Cinemascope—, grandes planos generales —para capturar paisajes impresionantes—, ángulos en contrapicada y lentes angulares —que engrandecen lo que registran—; en cortes que hacen contraste, con frecuencia frenéticos; en músicas que enaltecen.
El espectáculo en el cine a menudo es vacío (como la mayoría de los blockbusters veraniegos). Pero así como hay shows concebidos para el goce desechable, como numerosos musicales, también hay otros que invitan a reflexionar sobre las miserias y las grandezas humanas, como el Cirque du Soleil. Entre las películas espectaculares y sustanciosas no pueden faltar:
Intolerancia (Intolerance: Love Struggle Throughout the Ages, 1916)
David W. Griffith
Griffith, que contribuyó a moldear el lenguaje cinematográfico, es el padre de la épica cinematográfica. La puesta en escena de esta película de casi tres horas sigue siendo un hito de la espectacularidad. Las enormes escenografías que se construyeron dan verosimilitud y enormidad a las épocas abordadas: la antigua Babilonia, la Judea de Cristo, el París del siglo XVI y los Estados Unidos de principios del siglo XX. El paso del tiempo, exhibe Griffith, no supone evolución para el hombre: la intolerancia es una constante de las diferentes civilizaciones.
Blade Runner (1982)
Ridley Scott
¿Qué nos hace humanos? ¿Qué responsabilidades supone serlo? ¿Cómo modificar, a partir de todo ello, la inercia de negatividad que seguimos? Preguntas como éstas surgen de las vivencias de Deckard (Harrison Ford), un policía que vive en un futuro sórdido y trabaja “retirando” las réplicas humanas que están en la Tierra. Ridley Scott filma en contraluz y así hace difícil —y hasta imposible— la distinción entre los humanos y sus copias, estrategia provechosa para invitar a una reflexión que puede nutrirse lo mismo de la tecnología que de la ontología.
El Señor de los anillos (The Lord of the Rings, 2001-2003)
Peter Jackson
La novela de J. R. R. Tolkien, que alimentó la imaginación de más de una generación, recibe un formidable trato audiovisual de parte de Peter Jackson. Éste alterna escenas apacibles con el vértigo de las persecuciones y portentosas escenografías naturales con espacios creados por computadora. Todo esto constituye un fondo fantástico para la aventura que vive Frodo (Elijah Wood) con sus amigos, que tiene como objetivo destruir el anillo que es la viva materialización del mal, que reserva constantes sorpresas y que se convierte en una buena metáfora del crecimiento.
El último emperador (The Last Emperor, 1987)
Bernardo Bertolucci
Un niño camina y la cámara lo sigue; al fondo se va descubriendo la magnánima Ciudad Prohibida, en donde una multitud geométricamente dispuesta hace reverencias al pequeño. El juego con las dimensiones invita al azoro y ayuda a hacerse más que una idea de las contrariedades emocionales que vive Pu Yi, el último emperador de China. Bertolucci concibe una puesta en cámara que hace hincapié en el contraste, mientras que el desempeño de Vittorio Storaro y la música de Ryûichi Sakamoto contribuyen a hacer del destino de Yi —un prisionero de la historia— una verdadera tragedia.
Batman: Begins, The Dark Knight, The Dark Knight Rises (2005-2012)
Christopher Nolan
Las más de las siete horas y media que suman las tres partes que conforman el Batman según Nolan, alcanzan para dar cuenta de la lucha del Hombre Murciélago, subterfugio del que se vale Bruce Wayne para superar el miedo a la vida: al sentirse responsable de la muerte de sus padres, y para lidiar con la rabia, la culpa y el dolor, encara con otra cara a los que viven de hacer el mal. La apuesta se inscribe en el universo de lo posible, dosifica con éxito la acción y ofrece abundantes diálogos decisivos. El resultado es, así, tan emocionante como sustancioso. Un prodigio, pues.