Un estudio sobre los rumores entre colegas, realizado por un equipo encabezado por Tim Hallett, asegura que las consecuencias pueden tener dos vías: derribar la imagen de una persona o, al contrario, crecer su reputación.
La terminología es amplia: chismografía, radio pasillo, rumorología, grilla, cotilleo… Cada expresión tiene sus propias características, pero todas coinciden en su esencia: conversaciones informales, a veces no confirmadas, que pueden derribar la imagen de una persona de la oficina…
…O incrementar su respeto, según la reciente investigación de los sociólogos Timothy Hallett, Donna Eder y Brent Harger publicada en el Journal of Contemporary Ethnography. El estudio lleva el título “Gossip at Work: Unsanctioned Evaluative Talk in Formal School Meetings” (“Chismes en el trabajo: pláticas evaluativas no reguladas en contextos escolares formales”).
“Los chismes de oficina suelen ser una guerra de reputaciones. Son como chismes informales, pero más ricos y elaborados, con varias capas de información, porque las personas practican las indirectas y la evasión; son más cautas, porque saben que no sólo pueden perder una amistad, sino también el trabajo”, expresó Tim Hallett, profesor asistente de la Universidad de Indiana, al periódico The New York Times, con motivo de su investigación.
La investigación no subestima las implicaciones negativas del chisme, pero revela que, a diferencia del cotilleo fuera del ámbito laboral, éste suele ser más sutil, menos evidente.
“Cuando se está en una reunión de trabajo, se debe estar atento al momento en que la charla se aleja de la conversación laboral y trata de las personas no presentes. Se trata de una forma de hacer política, que al mismo tiempo puede ser un arma para socavar la imagen de las personas o un regalo para la reputación de alguien, si se habla bien de esta persona”, afirmó Hallett al portal FirstScience.com.
La investigación, realizada durante dos años, se basa en los videos de trece reuniones oficiales de profesores y directivos de una escuela primaria en Estados Unidos, nombrada con el seudónimo Costen, que muestran veinticinco “episodios de chisme”. Puede consultarse en el número de octubre del Journal of Contemporary Ethnography. m.
Lidiar con el chisme
Beth Weissenberger coincide en algo con los sociólogos Timothy Hallett, Donna Eder y Brent Harger: hay que estar atentos al momento en que aflora el chisme en una conversación de oficina. Weissenberger es columnista de la revista BusinessWeek y directora de The Handel Group, una compañía dedicada al manejo de recursos humanos. Para ella, el chisme debe prohibirse en las organizaciones.
Los miembros de una organización, opina Weissenberger, deben comunicarse de manera directa y con honestidad, lidiar de frente con los problemas y con las personas que pueden resolverlos. “Si no eres la persona que puede resolver el tema del que se está chismorreando, entonces tú estás participando del chisme”, escribió en su columna del 3 de noviembre de 2009.
A diferencia de Weissenberger, Hallett recomienda un “manejo del chisme” y tácticas como cambiar de tema cuando la charla deviene en chisme o sugerir un nuevo blanco de conversación. m.