CATPC, arte comunitario para descolonizar la tierra
Daleysi Moya – Edición 501
El trabajo del CATPC se constituye como una praxis dual de disenso y resistencia a partir de la renuncia a todos aquellos elementos que resultan caros a las narrativas artísticas de Occidente
Hay un fenómeno peculiar que viene de la mano de las propuestas cívicas y culturales con potencial político disruptivo, a saber: la desactivación de la maquinaria semántica del poder. Es eso, y no otra cosa, lo que las vuelve tan efectivas a la hora de proponer escenarios epistemológicos alternativos.
Un ejemplo: como parte de las actividades de la feria Art Basel 2022, el colectivo Cercle d’Art des Travail-leurs de Plantation Congolaise (CATPC) ha sido invitado a debatir acerca de su obra Balot NFT, pieza que busca reintegrar a su lugar de origen una escultura congolesa elaborada por el pueblo Pende, titulada Figure du devin représentant l’officier colonial belge Maximilien Balot (Figura del adivino que representa al oficial colonial belga Maximilien Balot, 1931), que actualmente es propiedad del Virginia Museum of Fine Arts. Mientras uno de los miembros del CATPC explica la obra, el moderador interrumpe para hacerle saber al público que el artífice de todo aquello es Ced’art Tamasala —el artista que hace uso de la palabra—, quien inmediatamente señala que la acotación es innecesaria: las individualidades no son importantes para ellos.
Más allá de lo anecdótico, la observación del moderador resulta un marcador sintomático de los supuestos en los que se asienta el arte occidental y de los modos en que éstos se han ido invistiendo de una universalidad que es, a un tiempo, ficticia y violenta. Ficticia porque pretende naturalizar sistemas perceptivos que son específicos de una cultura en particular; violenta porque, para lograrlo, invalida otras formas de concepción y vinculación afectiva con las producciones simbólicas. La idea de la excepcionalidad autoral se acompaña de otras mitologías, entre ellas, la condición trascendental de la obra de arte o el carácter autónomo de la creación.
En este sentido, el trabajo del CATPC se constituye como una praxis dual de disenso y resistencia a partir de la renuncia a todos aquellos elementos que resultan caros a las narrativas artísticas de Occidente. El epicentro de su quehacer será el de la plantación, ese espacio monocultural regido por la violencia, el expolio y el racismo. Los hombres y mujeres que integran el CATPC viven y trabajan en Lusanga, una localidad de la República Democrática del Congo que fue sede de la plantación donde se producía aceite de palma para la compañía británica Lever Brothers, hoy día Unilever.
La plantación ilustra con claridad la matriz colonial del capitalismo globalista. Un patrón de dominación sustentado en la desigualdad estructural, la sobreexplotación de los recursos naturales y la instauración de identidades sociales a partir de la idea de raza. A pesar de todo esto, y de una historia de saqueo sistemático, los miembros del CATPC no juegan la carta del victimismo ni se adscriben a esa modalidad de “arte crítico”. Desarrollan, en cambio, una política del desmarque que les permite enfocarse en su comunidad y en la mejora de sus condiciones de vida mediante la regeneración de la tierra y la diversificación de la vegetación local, destruida luego de décadas de practicar el monocultivo.
Uno de los proyectos más contundentes del colectivo ha sido la construcción, en el corazón de Lusanga, del museo y Centro Internacional de Investigación de Arte y Desigualdad Económica (LIRCAEI), nombrado White Cube. El gesto de devolver el controversial cubo blanco al territorio físico de la plantación abre una serie de debates inaplazables en torno a los vínculos entre los procesos de explotación colonial y la acumulación de riqueza, y el surgimiento del pensamiento racional y los valores humanísticos de la modernidad europea. Muchos de los museos y galerías punteras fueron, y continúan siendo, financiados con los recursos extraídos de la industria del monocultivo con sede en países precarizados de África, América Latina y Asia.
Los artistas del CATPC —muchos de ellos trabajadores activos de la plantación— piensan la producción artística en términos colectivos y situados de forma tal que la tradición opera como un vector de continuidad que posibilita la sostenibilidad de la gente de Lusanga. Trabajan la escultura, el dibujo y la tapicería como un vehículo de conexión con sus ancestros y las necesidades comunitarias específicas (el dinero de la venta de sus obras se invierte en la compra de hectáreas de tierra para garantizar la seguridad alimentaria). Cuentan la historia de su región en la lengua del arte vivo, un idioma que se rebela contra los imperativos del yo y la excepcionalidad en la que Occidente ha encapsulado el sentido último de la creación.
Para saber más
:: Sitio web de CATPC.
:: Sitio web del proyecto Balot NFT.
:: Video: Conversations, Artist Talk: Balot NFT, Art Basel, 2022.
:: Eva Barois de Caevel y Els Roelandt (eds.), CATPC–Cercle d’Art des Travailleurs de Plantation Congolaise, Les Presses du Réel, 2017.