La cosmovisión de un pueblo se encuentra plasmada en los objetos que produce. Su cultura y su manera de percibir el mundo se reflejan en la iconografía, las formas, los materiales y las técnicas que utiliza para producir dichas piezas, que resultan en un arte tradicionalmente llamado artesanía.
Por Taína Trujillo
Morelia, la ciudad de cantera rosa. Ahí, el ex convento de San Francisco, antigua construcción del siglo XVI fundado antes que la capital michoacana, detalle que lo coloca como el más antiguo de la ciudad. Actualmente alberga al Museo y la Casa de las Artesanías de Michoacán, que acoge una exposición llamada Artesanía y Diseño Contemporáneo. En ella podemos ver, entre otros objetos, una ensaladera hecha con un guaje pintado con tinturas naturales; una mesa auxiliar cuyo centro es una flor orquidácea tallada en madera y pintada con acrílico; sillones de diseños dinámicos y tapizados con lanas también de colores naturales extraídos de la calabaza, la jamaica o el aguacate; camisas de algodón finamente bordadas; lámparas, revisteros estilizados y cojines forrados con cubierta de chuspata (esa palmilla que se da en los pantanos); las tradicionales vajillas punteadas de Capula, pero con platos cuadrados, al más puro estilo europeo contemporáneo.
Se trata de un enorme mosaico que muestra una de las experiencias educativas más novedosas del país, que ha resultado en una serie de piezas elaboradas por las manos de los artesanos de Michoacán y en algunos casos diseñadas con la participación de estudiantes de diseño industrial. Este proyecto forma parte de un programa interinstitucional que busca impulsar un intercambio de saberes, lo que ha resultado fructífero para ambas partes en el sentido de que la artesanía tradicional y el diseño mexicano pueden transitar por los mismos caminos.
Pahuáni, que en lengua Porhé significa mañana, es la palabra que da nombre al proyecto Diseño y Artesanía, desarrollado por la Casa de las Artesanías de Michoacán, Casart, y la escuela de Diseño Industrial de la Universidad Autónoma Metropolitana, plantel Azcapotzalco (UAM-A). Ambas instituciones coincidieron en la importancia de que la transmisión de conocimientos de artesanos a estudiantes y de estudiantes a artesanos partiera de la convivencia. “No esperamos que de estos talleres surja una pieza brillante, sino que haya una transmisión de conocimiento suficiente”, cuenta con entusiasmo Hugo Salas, subdirector del Centro de Investigación y Documentación sobre Artesanía y Arte Tradicional de Michoacán, mientras se prepara para la entrevista.
LAS FUENTES ORIGINARIAS
Para Salas la historia empezó hace 25 años cuando hacía su tesis de Diseño Industrial y buscó a Fernando Shults, en ese entonces profesor de su escuela y hoy día catedrático de Diseño Industrial de la UAM-A. Shults, de origen chileno, vivió en Santiago durante el gobierno de Salvador Allende y fue alumno de Gui Bonsiepe, el reconocido diseñador alemán nacido en 1934, que estudiara y más tarde enseñara en la Hochschule für Gestaltung, (HFG), Escuela Superior de Diseño de Ulm, Alemania.
En aquel entonces, Salas, el joven “chilango”, como él mismo dice, no logró concretar nada con Shults; fue hasta el año 2003, cuando “por una verdadera fortuna pude pensar en armar un proyecto. Lo busqué y me dijo que había estado impulsando un concepto dentro de la UAM, que se llama diseño artesanal, que es una práctica durante el proceso de formación de los estudiantes y que ya estaba casi muerto, pero escuchó mi idea”.
En este momento se están preparando para la llegada de 30 de los 150 estudiantes que han participado desde 2003.
“Elegimos diez comunidades, según las solicitudes. Acordamos con los artesanos que a ellos les tocaba dar hospedaje a los muchachos y ponerlos a trabajar y a nosotros pagarles o llevarles despensa. Llevamos a los muchachos para que vean cualidades, características de los productos para que entendieran que los artesanos no son obreros, no son diseñadores, no son empresarios, ni campesinos, no son todos los preconceptos, que son eso que son y que quién sabe cómo se pueda describir. Ellos tienen que asimilarlo. Que la producción es entre la familia, que no emplean a nadie o que medio emplean y no, que no es un proceso de producción industrial, que van a cocer una hornada cuando esté, no de acuerdo a un plan de producción comercial, porque lo único que hay que tener en cuenta es cuándo es tal fiesta, tal feria: cuándo necesito dinero. Y que vean de cerca cómo se hacen las cosas, que no todos hablan español, que hablan dos idiomas, a diferencia de los alumnos que en muchos casos hablan uno. Luego de este proceso regresan a su escuela.”
El proyecto maneja tres ramas artesanales: textiles o fibras vegetales; maderas, que no solamente es carpintería, y alfarería. Alguna vez trabajaron con un herrero. “Se da a los estudiantes tres talleres básicos con diseñadores o especialistas para que les hablen de las peculiaridades técnicas de cada proceso, y la antropóloga Marta Turok da una introducción al mundo de las artesanías que pasa del objeto al sujeto cultural. La idea es formar jóvenes con habilidades particulares para que las instituciones sepan que en cualquier momento pueden acudir a ellos como profesionales.”
Arturo Pérez
Diseño Industrial de la UdeG
“Cuando egresé de la carrera de Diseño Industrial de la UdeG, me metí al negocio de la familia, que tiene casi 40 años trabajando el vidrio. Antes se producían figuras escultóricas en vidrio soplado, como los toros de lidia o los gallos de pelea, era un producto artesanal único y se tardaban mucho en producir una sola pieza. Después cambiamos el proceso para hacerlo más rápido. La economía influye en qué tanto queremos trabajar como diseñadores, con innovación y con tendencias. Los talleres regionales ya competimos con manufacturas chinas, japonesas, hindús, o vidrio de África. Los chinos están haciendo procesos industriales en trasatlánticos para evitar aranceles, impuestos y aduanas, lo que no se vale. En este proceso de industrialización se pierde la pieza única, original y con alma. Ahora se implementan moldes y procesos semi industriales y ya no es indispensable la experiencia manual; se estandariza la forma, el color, el diseño. Se está perdiendo la transmisión del conocimiento de un proceso ancestral, se está eliminando el factor humano en la elaboración de la pieza. También se pierde la identidad de estas personas que se sentían admirados porque se les reconocía como el señor José, o Felipe, el maestro en vidrio, y eso les hacía sentir muy bien como personas y como artesanos, porque contribuían con la sociedad. Sólo él podía hacer una técnica y una pieza.
Francia, Alemania e Italia siguen siendo ejemplo, siempre están innovando y dando a las piezas el carácter humano, sin perder la calidad y haciendo una producción creciente. Ese camino está bien pagado, aceptado en el mundo y no se somete a competición. Cuando empiezas a competir baja el nivel de la persona que está produciendo la misma pieza, porque no hace lo que hubiera podido desarrollar con sus herramientas, sino que trata de imitar el proceso del otro.
El diseñador Alvar Alto hacía floreros orgánicos, con parte del proceso en forma industrial y el terminado manual. Cada pieza es única, con control de producción y el vidrio no tiene defectos. Investigaba y proponía el diseño y el artesano lo apoyaba con la experiencia y la actividad de las manos. Esa mancuerna entre el diseñador y el artesano es indispensable en el taller de vidrio y en cualquier taller e industria.”
Ana Luisa Gallo
Diseño Integral del ITESO
“Mientras estudiaba empecé a ir con artesanos para desarrollar mis proyectos. Estuve trabajando con señoras que tejían la lana y que bordaban en listón, y tejían el ocochal, que es la hoja del pino seca. Hacían cestos y canastitos o forros para botellas. Se fueron animando a hacer cestos más grandes para la ropa, fruteros, o cosas para decoración. Les daba miedo lo grande. Les llevé revistas para que vieran cómo decoran las casas y les gustó, y se animaron a salirse de lo que tradicionalmente hacían. Es un poco más tardado pero ganan más. Se trata de darle un nuevo concepto a lo que ellas saben hacer. Fusionarlo con lo que se utiliza sin perder la autenticidad de su trabajo.
Las señoras que trabajan la lana hacían gorritos, bufandas y ponchos en color crudo, rojo y verde. Hicimos un catálogo de combinaciones con colores cálidos, fríos y neutros, hicieron bufandas con más coloridos, bolsas de lana de diferentes colores, con flores, o tapetes con diferentes combinaciones además del crudo y las combinaciones chillantes.
Estuve en Chiapas con señoras que bordan y su problema era también las combinaciones y que hacían ropa muy grande y sin forma. Comenzaron a experimentar combinaciones, aprendieron a hacer las mangas más cortas. Hicieron unas guayaberas de manta bordadas, muy bonitas, y ahora están muy abiertas a hacer combinaciones y cosas diferentes.
En México estamos atrás porque a la artesanía no se le ha dado diseño. Existe miedo al cambio, y es natural que haya cambios. Se tiene que transformar como en India o Tailandia, donde se fusionó el diseño y la artesanía y se ha vendido muchísimo. La artesanía mexicana se quedó en el olvido, en los museos o en tiendas especializadas que sólo consume un público muy conocedor. Hasta que viene alguien de fuera y lo rescata y lo transforma, entonces empezamos a copiar, no se aprecia lo que hay y no se ve todo lo que se puede hacer.
Ahora trabajo con artesanos en el diseño de su imagen, de un catálogo, en ver tiempos de producción y costos. Queremos una buena imagen y vender bien. Gusta mucho, se ve contemporáneo, pero no deja de ser una artesanía, hecha por señoras que se sientan en su casa y se ponen a tejer materiales naturales, y producen objetos hermosísimos”.
HAY MADERA
En la comunidad de Cuanajo todos viven de la madera. La llevan del oriente de Michoacán de manera “legal, para que no haya problemas”, dice con voz quedita Mario Casimiro Téllez, un artesano que hace dos meses ganó su último reconocimiento por la mesa de la orquídea, gracias a que su esposa Josefina vio en su maceta aquella flor y le propuso que la tallara. Ahí empezó el divertimento, porque parece que así lo viven. Ella lo cuenta con gracia, feliz por haber colaborado en algo para conseguir el premio, y él agrega que todo lo hacían entre todos, que así trabajaban: a ella se le ocurrió el diseño y él empezó a imaginar qué cosa haría. Una mesa, resolvió: “le ponemos un cristal arriba y ya estuvo”. Luego había que dibujar. “¿Usted la dibujó?”. Ambos se rieron: “Es que soy malito para dibujar, me dieron una ayudadita”. Después empezó a tallar y tallar y, por último, “a mi sobrina le gusta pintar, entonces ella la pintó”. Para la joven pareja, de 34 y 37 años, la presencia de los estudiantes es “buena”, porque “se van y uno los extraña —dice Josefina—, pero ya casi llegan otra vez”, como si fueran los mismos de siempre; los chavos llegan a trabajar a la comunidad, a aprender con los artesanos y a trabajar en situaciones concretas, como la creación colectiva de la pieza con la que concursarán en septiembre en la plaza de Cuanajo, donde también participará el hijo mayor del matrimonio, un joven de 19 años que sigue el camino de la familia pues ya ha ganado sus reconocimientos.
LA HUELLA DEL OFICIO
Mario Casimiro empezó a trabajar con la madera cuando tenía 14 años, sus manos tienen la huella del oficio, no solamente en la piel encallecida, sino porque un “cachito” del dedo índice de la mano derecha se le fue en la sierra, “cuando menos pensé lo vi ahí…”.
“Nosotros nos enseñamos aquí solos, porque mi papá casi no trabajaba en esto, hacía el mueble liso, y poco a poco empezamos a transformar el mueble con el tallado. Uno ve cómo hacen los tallados los otros y uno hace lo que tiene en la mente. Que lo va uno a hacer así, que va a transformarlo en esta forma, platicamos entre nosotros para que quede mejor.” De pronto apareció su hermano Leopoldo Casimiro Téllez, y se armó un barullo en el que cada uno contaba su versión de las cosas. Leopoldo mostraba orgulloso la tabla tallada de una mesa de comedor ya casi lista: espigas, rayas, puntos, detalles que le dan identidad propia a cada mueble que se fabrica, totalmente a mano, y con cuya venta los artesanos solventan sus gastos básicos. Aunque también alcanza para la fiesta, porque trabajan sobre pedido y Mario Casimiro se puede dar el lujo de ensayar por las noches en una banda, aunque al día siguiente tenga que estar muy temprano en el taller y Josefina logre conciliar apenas algunas horas de sueño en la mañana.
Para los estudiantes la experiencia es importante en su formación como profesionales y como personas, pues el cambio total de hábitos y rutinas enciende las mentes. Se convierten en una herramienta más del artesano: ponen a su disposición todos sus conocimientos teóricos y prácticos, a la vez que intercambian información sobre las diferentes maneras de diseñar, porque, finalmente, hablan de lo mismo. El artesano les puede decir: “ayúdame a resolver esto”, y ahí surge el intercambio. Son experiencias formativas intensas e invaluables porque no solamente tratan con el artesano sino con la hermana, el papá, la comadre,el sobrino, la vecina. “Eso de que se asuman como herramientas ha tenido buen efecto, porque no ha llegado un diseñador que se crea la gran maravilla, de tal suerte que las despedidas son emotivas, que se generan lazos de amistad a través del intercambio”, opina Hugo Salas. Después de las tres semanas de trabajo de campo los estudiantes regresan a su universidad para elaborar el informe de campo con asesoría de Fernando Shults.
MANUFACTURA DE CALIDAD
Como resultado de la participación de los 130 jóvenes en el proyecto, han surgido ideas tales como una máquina cardadora de lana de borrego que ayuda a reducir el tiempo y el rendimiento en el trabajo; un molde para arquear algunos tipos de madera, para que el artesano economice tiempo en el proceso y no deba valerse de su cuerpo para dar la curvatura deseada, a la vez que la calidad de los productos sea uniforme, sin la necesidad de recurrir a máquinas industriales. Los artesanos aprendieron a aprovechar otro tipo de materiales, como el MDF, un tablero de cartón conglomerado que aunque ellos ya usaban, no aprovechaban de manera eficiente porque no se puede ensamblar como la madera. Los hermanos Casimiro Téllez cuentan que se trata de un material que se puede trabajar con rapidez en el grabado y que a la gente le gusta porque no se deforma con la temperatura, como suele pasar con los muebles de madera, y hacen notar que es un material plano, sin vetas, pero que con el terminado se ve como si fuera madera. También se construyó un horno que disminuye la generación de gases malignos para la salud de quienes trabajan la alfarería. En este caso, el estudio de las proporciones y la física significó un intercambio de suma utilidad, pues los artesanos ya usaban dos estilos de horno, el de piso tipo barbacoa, y el que se conoce para hacer pan, experiencia que los jóvenes sumaron a sus conocimientos científicos para lograr su propuesta.
“Bonsiepe vino a visitar algunas comunidades mientras se hacían los talleres y dijo que ésta es una experiencia única de diseño en el mundo, propositiva e innovadora, a la vez que afirmó que la considera como una alternativa para el diseño en Latinoamérica”, cuenta Hugo Salas. Creo que éste es un buen final para la historia, pues se trata de una búsqueda de pensamiento que ha encontrado acogida en un pequeño pedazo de país, y que ha dado oportunidad para que una corriente de pensamiento dentro del diseño industrial se exprese y para que los artesanos ganen prestigio en sus comunidades, uno de los valores que sustituyen la búsqueda de mayores ganancias económicas porque, para ellos, como lo dicen los hermanos Casimiro Téllez, lo importante es llevar su trabajo a los concursos para que el producto de sus manos trascienda el pequeño poblado de Cuanajo y puedan seguir viviendo de lo que saben hacer. m.