El dolor humano adquiere una dimensión más honda cuando se vuelve semejante al de un animal; el llanto de la madre nos hace a pensar en la carencia de un hogar que se ha perdido, pero que sigue latiendo en las cosas que atesora la memoria.
De vez en cuando hago una oración
para todos mis días pido
que no duela respirar.
*
Tus ojos al revés dicen llena el vacío con más vacío.
El presente es blanco y limpio
el presente es el piso de un matadero.
No sé si sabías, pero tener el corazón roto
es como montar un caballo enfermo bajo la lluvia.
*
La madre lava ropa y sus brazos son blancos entre la noche y el agua.
La madre contempla la pureza de los objetos abandonados.
Su llanto enciende la casa que no existe.
* * *
Estos tres breves, intensos poemas de Mónica Licea (Guadalajara, 1990) invitan a imaginar aquello que la poeta, al guardarse cualquier explicación, nos revela. Es notable la voluntad de concentración, el peso que adquieren ciertas palabras: “oración”, “vacío”, “pureza”, dispuestas en el momento justo, con la intención precisa. El dolor humano adquiere una dimensión más honda cuando se vuelve semejante al de un animal, un caballo; el llanto de la madre, suavemente nombrada, nos hace a pensar en la carencia de un hogar que se ha perdido, pero sigue presente, latiendo en las cosas que atesora la memoria. No hace falta decir más, hay que leerlos en voz baja y dejar que resuenen en nosotros. Forman parte de una antología, Perro ciego de nostalgia feroz, publicada recientemente y que puede leerse en poesiamexa.wordpress.com. Mónica Licea estudió cine en el CAAV y tiene publicada una plaquette: Visón de la ira (Sombrario, 2017).