Año Ignaciano y Preferencias Apostólicas de la Compañía de Jesús
Luis Arriaga Valenzuela SJ – Edición 482
Quienes nos hemos sentido convocados a “militar para Dios bajo el estandarte de la cruz”, sea en la Compañía de Jesús, sea en otras formas de vida, tenemos en este quinto centenario la oportunidad de renovar nuestra mirada sobre el mundo.
Convaleciente en su casa natal, a Ignacio de Loyola lo único que puede distraerlo de la derrota y de los dolores ocasionados por una bala de cañón es la lectura de la vida de Cristo y de quienes, por intentar seguirlo, fueron llamados santos. En las postrimerías de la Edad Media europea, las reflexiones y las prácticas de este hombre servirán para convocar a otras personas que, en medio de la incertidumbre de un mundo que no acaba de surgir y de otro que no termina de irse, buscan ampliar sus horizontes y dotar de sentido sus vidas ante el caos que impera.
Quinientos años después, balbuceamos, con un lenguaje envejecido, el dinamismo de un mundo que surge sin que podamos comprenderlo del todo. Procesos que nos parecen, de nuevo, caóticos, nos colocan ante la encrucijada de rendirnos y resignarnos a vivir como extraños, o asumir nuestro presente para hallar en él las señales que nos permitan navegar y disfrutar un viaje compartido. Quienes nos hemos sentido convocados a “militar para Dios bajo el estandarte de la cruz”, sea en la Compañía de Jesús, sea en otras formas de vida, tenemos en este quinto centenario la oportunidad de renovar nuestra mirada sobre el mundo.
Tenemos la desventaja de estar de lleno en las revueltas de historias que se encuentran y se alejan, se entrecruzan e incluso pretenden imponerse o aniquilarse. Sin embargo, 500 años de separación con respecto al acontecimiento inicial nos ofrecen nuevas herramientas analíticas, así como sensibilidades diversas que nos pondrían en condiciones de comprender y relacionarnos de manera constructiva y solidaria con cuanto nos rodea.
Las reflexiones críticas sobre quiénes somos, acerca de la fuerza de los dinamismos personales y sociales que nos condicionan, así como una perspectiva más modesta de nuestro lugar en el universo, son una valiosa oportunidad para ver con ojos nuevos los lugares que caminamos, los paisajes que disfrutamos, las heridas que nos duelen y los abrazos que nos unen.
Quienes hemos compartido esta historia, iniciada quizá de manera muy circunstancial, pero arraigada en los dinamismos profundos de esta vida animada por Dios, que no cesa de trabajar, nos sentimos con el ánimo de continuarla. Porque mirar nuevas todas las cosas no es un ejercicio que se realice desde una altura olímpica, sino a ras de tierra, a partir de opciones que surgen de un clamor al que hemos dado nuestros oídos.
El 19 de febrero de 2019, el Superior General de los jesuitas promulgó las Preferencias Apostólicas Universales, por las cuales se intenta dotar de mayor pertinencia histórica a la misión de reconciliación y justicia asumida por la Compañía de Jesús. En tiempos de Ignacio de Loyola, este llamado fue promulgado con todo detalle al enunciar que esta Compañía fue fundada para:
[…] emplearse en la defensa y propagación de la fe y en el provecho de las almas en la vida y doctrina cristiana, sobre todo por medio de las públicas predicaciones, lecciones y cualquier otro ministerio de la palabra de Dios, de los Ejercicios Espirituales, de la doctrina cristiana a los niños y gente ruda, y del consuelo espiritual de los fieles, oyendo sus confesiones y administrándoles los otros sacramentos. Y, con todo, se muestre disponible a la pacificación de los desavenidos, al socorro de los presos en las cárceles y de los enfermos en los hospitales y al ejercicio de las demás obras de misericordia […]1
Las Preferencias traducen esta intención a nuestros días:
: Mostrar el camino hacia Dios mediante los Ejercicios Espirituales y el discernimiento.
: Caminar junto a los pobres, los descartados del mundo, los vulnerados en su dignidad en una misión de reconciliación y justicia.
: Acompañar a los jóvenes en la creación de un futuro esperanzador.
: Colaborar en el cuidado de la Casa Común.
Por supuesto que estas formulaciones deben detallarse más. Por fortuna, la carta con la que se promulgan ofrece algunas pistas. Cito, a manera de ejemplo, algunas, seleccionadas aleatoriamente: colaborar con la Iglesia a vivir la sociedad secular como un signo de los tiempos; comprometernos en la atención a los migrantes, desplazados, refugiados, víctimas de las guerras y del tráfico de las personas; la defensa de la cultura y la existencia digna de los pueblos originarios; escuchar a los jóvenes, quienes con su perspectiva pueden ayudarnos a comprender mejor el cambio de época; colaborar en la creación de modelos alternativos de vida basados en el respeto a la creación y en un desarrollo sostenible capaz de producir bienes que, justamente distribuidos, aseguren una vida digna a todos los seres humanos.2
Como Rector del ITESO y presidente de la Asociación de Universidades Confiadas a la Compañía de Jesús en América Latina (Ausjal), he atestiguado el dinamismo y la potencialidad de las universidades jesuitas para encarnar estas Preferencias. Así lo he vivido y lo he experimentado, especialmente durante la pandemia, al constatar la rápida respuesta de nuestras instituciones para desarrollar proyectos que contribuyen a hacer frente a las diversas crisis que origina el nuevo virus. Han sido más de cien iniciativas específicas en que participan tanto docentes e investigadores, como alumnas y alumnos. Muchas de estas acciones se trabajan en colaboración con diversas organizaciones.
De esta forma, las Preferencias Universales no se quedan en una mera abstracción, sino que se desarrollan de maneras muy concretas a partir de las relaciones tejidas en los entornos locales. Dar cuenta de ellas no es una tarea mecánica. Requiere dar cuenta de los entramados complejos que sostienen la existencia.
Si bien es cierto que esta actividad no se circunscribe al ámbito universitario, la universidad jesuita, a 500 años del acontecimiento de Pamplona, debe contribuir de manera decidida a comprender el mundo, cuidarlo y restaurar sus heridas. Para lograrlo debe renovarse ella misma a partir de una crítica de los fundamentos que la atan a prácticas e ideas de otros tiempos, para estar en condiciones de captar los dinamismos y las tendencias que nos dotan de un nuevo aire, más respirable, menos viciado, libre de resabios de dominación, control y encono.
En una carta posterior, el padre Arturo Sosa, SJ, invitó a la Compañía de Jesús a volverse a comprometer con la profundidad intelectual que en algunos momentos la ha caracterizado.3 La universidad, ni duda cabe, debe estar en la primera fila de estos esfuerzos. Y para ello debe salir de la comodidad de las categorías y de las prácticas que puedan obstaculizar su capacidad de transformación y renovación. Son demasiadas las balas de cañón que ponen en riesgo a nuestro mundo. Es tiempo de reflexión y conversión. .
Notas al pie
1. Fórmula del Instituto. Aprobada y confirmada por el papa Julio III mediante bula Exposcit debitum, 21 de julio de 1550.
2. Preferencias Apostólicas Universales de la Compañía de Jesús, 2019-2029.
3. Integración y puesta en práctica de las Preferencias Apostólicas Universales 2019-2029.