Al maestro con cariño
Hugo Hernández – Edición 415
En la pantalla cinematográfica, el maestro a menudo se acerca al apóstol: abnegado, decidido y comprometido, lucha contra enemigos poderosos, como la falta de armonía social y la apatía estudiantil. Provisto de poderosas y persuasivas herramientas histriónicas, despliega un espectáculo seductor frente a una audiencia al inicio indiferente y, luego, ya con el conocimiento asimilado, apasionada.
Saul Bellow, en su novela Ravelstein, sugiere que entre las tareas del político está la de entretener a los electores; el proceso educativo, según el cine, sigue esta máxima al máximo. Por lo menos el cine estadounidense, que ilumina las pantallas con iluminados sujetos que derrochan sabiduría frente al pizarrón y dejan ver un arsenal apreciable de recursos didácticos. El “profe” preferido por Hollywood muestra una pasión desbordante por su oficio, un interés inconmensurable por sus alumnos: si el ambiente es hostil y los alumnos perezosos, nada como un docente paciente y constante, enérgico y tolerante. (Tal vez esas películas sean las culpables de que algunos alumnos esperen que el maestro haga circo para sacudir su aburrimiento. Y si bien es cierto que no hay cine aburrido sino espectadores aburridos, ¿puede decirse lo mismo de algunos miembros del gremio magisterial?).
Los modelos de maestro del cine estadounidense constituyen un modelo. A menudo seductor e involucrado sentimentalmente con sus estudiantes, encarna lo que todo alumno quisiera ver en su aula, y es la envidia de más de un colega real. Estos maestros modelo existen, ¿pero sólo en el cine?
Al maestro, con cariño (1967)
James Clavell
Mark Thackeray (Sidney Poitier) es negro, ingeniero y desempleado. Y mientras aparece un trabajo, acepta un puesto como maestro en una preparatoria londinense particularmente violenta, en la que los estudiantes, blancos ellos, se tratan mal y no siguen norma alguna. El improvisado profesor consigue lo impensable: no sólo orden y progreso en el aula sino el respeto y cariño de sus pupilos. Esta cinta es un hito del género magisterial y exhibe al maestro cinematográfico por antonomasia. Deja toda una enseñanza inolvidable: la cursilería también es educativa.
Con ganas de triunfar (1988)
Ramón Menéndez
Jaime Escalante (Edward James Olmos) es profesor de cálculo en una preparatoria a la que asisten relegados de la sociedad estadounidense, es decir, latinos y negros. Semejante fauna demanda métodos imaginativos, por lo que Escalante rompe las convenciones y hace crecer la autoestima de sus alumnos. Los resultados son increíbles, tanto que, cuando se les hace una evaluación externa, se sospecha que han hecho trampa. El desempeño de Olmos valió una nominación al Oscar, pero éste fue indiferente. ¿Sospechoso? No. Oscar sí es tramposo.
La sociedad de los poetas muertos (1989)
Peter Weir
¿Cuál es la misión de un maestro?, ¿cómo evaluar sus bondades?, ¿por lo que enseña o por lo que inspira? Semejantes preguntas tienen un atisbo de respuesta en esta inspiradora cinta del australiano Peter Weir. Éste sigue las clases del profesor John Keating (Robin Williams), quien contagia a sus alumnos el amor por la literatura y la pasión por la vida, bondades que el mundo, mezquino, boicotea y aniquila. La gesta de Keating resulta atemporal, universal y heroica: su labor reserva una imperecedera inspiración. Por su parte, el mundo sigue en su empecinada mezquindad.
Escuela del rock (2003)
Richard Linklater
Dewey Finn (Jack Black) encara la bancarrota: su banda de rock lo ha corrido y las deudas amenazan con aniquilarlo. Entonces se hace pasar por alguien más y toma un trabajo como maestro. Pronto descubre el talento musical de sus alumnos, con ellos forma un grupo y juntos se preparan para participar en un concurso de bandas. En Escuela del rock la educación es un mero pretexto, pero, acaso sin buscarlo, termina dando una lección atendible: el entusiasmo es el camino más provechoso para el aprendizaje. Y, si pasa por la música, es mucho mejor.
Escritores de la libertad (2007)
Richard LaGravenese
Erin Gruwell (Hilary Swank) es una joven maestra que llega a una conflictiva escuela californiana. Ahí las diferencias las marca el origen racial y no la capacidad intelectual: en una babélica lucha campal, negros pelean con latinos, éstos con orientales, y éstos cierran el círculo luchando contra negros; en medio hay algunos blancos que son el blanco del odio común. Con férrea voluntad, Erin los estimula a llevar un diario, y la escritura los hará libres y pacíficos. Mientras tanto, su matrimonio se vuelve otro conflicto. En la película, producida por mtv, no falta música… ni grandilocuencia.
A los maestros que nos dieron patria
Hubo una época en que los maestros mexicanos que nos dieron patria hacían suyos los ideales de la Revolución Mexicana y salían a los más recónditos rincones del país para combatir los añejos males nacionales (porque el mal vivía a plenitud en el medio rural). Ante la adversidad de caciques violentos, de prejuicios enraizados, de injusticias ominosas, del oscurantismo inmemorial, ponían manos a la obra y construían espacios, modestos, humildes, que llegaban a ser templos del saber y en la fachada lucían un letrero en el que se leía “Escuela”. Su labor tarde o temprano era reconocida por los lugareños y generaba olas, pues una vez que la ignorancia iba perdiendo batallas, el orden de las cosas no podía continuar de la misma manera: el progreso, gran estandarte revolucionario, llegaba de la mano de la educación.
Mucho me temo que, para remitirnos a esos románticos momentos, sólo nos queda el cine. Porque a 100 años de Revolución y 200 de Independencia, el gremio magisterial vive en el desamparo y el oprobio. Con sueldos miserables y líderes sindicales que parecen haber emergido de alguna película de terror, es temerario apostar por su labor para erradicar los grandes males que nomás no se van del suelo nacional.
Y, sin embargo, se mueve: porque siguen existiendo maestros para los que su trabajo es más que una chamba. Las cintas mexicanas que acogieron la figura del maestro-apóstol dejaron constancia de héroes que vestían de civil y que, para ganarse la vida, no renunciaban a sus ideales. Ahora que se celebra tanto habiendo tan poco para celebrar, no está de más regresar a sus aulas.
Río Escondido (1947)
Emilio “Indio” Fernández
Por encargo del mismísimo presidente de la República, Rosaura Salazar (la mismísima Doña, María Félix) parte rumbo al pueblo epónimo para reabrir la escuela. Ahí se encuentra con la cerrazón del cacique, quien busca mantener en las tinieblas a los habitantes del pueblo. Pero la maestra, a pesar de padecer del corazón, lo enfrenta con las armas de la iluminación. El Indio Fernández, que inventó el México lindo y querido de chinampas bucólicas e indígenas laboriosos, aquí nos receta dosis de demagogia que, como el resto de su cine, son tan patrióticas como emotivas.
Simitrio (1960)
Emilio Gómez Muriel
El profesor Cipriano (José Elías Moreno) se asoma a la senectud y es prácticamente invidente. De ello se aprovechan sus alumnos, quienes le gastan una broma tras otra. De las travesuras culpan a Simitrio, un alumno que no asiste a clases porque se marchó del pueblo. Pero la bondad del maestro es contagiosa, y así el más vago de sus alumnos no sólo confiesa sus faltas sino que se convierte en su lazarillo. Simitrio prueba que la educación hace surgir lo mejor de nosotros. Y sus bondades alcanzaron hasta para ganar en San Sebastián el premio a mejor película en español.
El Profe (1971)
Miguel M.
DelgadoA Mario Moreno Cantinflas le gustaba el cine de oficio y de oficios. Así, en su filmografía abundan títulos que hacen referencia a diversas ocupaciones, por lo general nobles. En El Profe da vida al señor maestro Sócrates García, quien “cumple con su deber” y no sólo va por la vida combatiendo la ignorancia sino dando lecciones de moral y educando incluso a los padres de sus alumnos. Su actividad adquiere tintes subversivos y él se convierte en un revolucionario que enfrenta a los poderosos. Es un utópico, pues, pero con Cantinflas la utopía instruye y hace reír.
Ni uno menos (1999)
Zhang Yimou
Antes de iniciar la saga de espadachines que inauguró Héroe (2002), el chino Zhang Yimou concebía proyectos que se movían entre la propaganda y la crítica, entre los que destaca Ni uno menos. Se instala aquí en un pequeño poblado rural y sigue las vicisitudes de una chamaca que toma el lugar de su maestro luego de que éste debe ausentarse. La chica se empeña en que no falte nadie, y a menudo debe obligar a los estudiantes a asistir y a permanecer en el salón: precoz, sabe que la educación empieza siendo engorrosa y luego es provechosa.
La clase (2008)
Laurent Cantet
El profesor François Bégaudeau (interpretado por él mismo) trabaja en una secundaria a la que asisten alumnos de diverso origen racial. El variopinto alumnado representa un conflictivo laboratorio social, y en él cualquier chispa amenaza con provocar una explosión. Bégaudeau relató su experiencia en el libro Entre los muros, en el cual se inspiró Laurent Cantet para perpetrar un acercamiento singular y demoledor a la realidad, mismo que alcanza para exhibir los sinsabores del trabajo docente, la imposibilidad del orden sin la concesión del alumnado… y la Palma de Oro en Cannes.