Al infinito… y más allá
Hugo Hernández – Edición 417
Es justo reconocer que Pixar es un parteaguas en la historia del cine de animación, en particular de la animación tridimensional. Sus películas han elevado los estándares del género, pues además de ofrecer productos visualmente exquisitos, conciben historias que le sacan la vuelta a los lugares comunes del cine, que tiene como target privilegiado al público infantil.
Al infinito…
La llegada de Toy Story 3 (2010), que con tres dimensiones es una apuesta por llegar al infinito y más allá de los récords de taquilla, vuelve a poner en el escenario cinematográfico a los estudios Pixar. Afortunadamente. Porque las entregas de Pixar, que son de las más esperadas, nunca decepcionan y terminan siendo todo un acontecimiento para público y crítica: cada película es mejor que la anterior.
Es justo reconocer que Pixar es un parteaguas en la historia del cine de animación, en particular de la animación tridimensional. Sus películas han elevado los estándares del género, pues además de ofrecer productos visualmente exquisitos, conciben historias que le sacan la vuelta a los lugares comunes del cine, que tiene como target privilegiado al público infantil.
Pixar ha ampliado la fauna del cine animado, y entre sus personajes hay monstruos, robots, juguetes, automóviles… y hasta ancianos. Se han ocupado de los grandes temas del cine estadunidense, como la familia, la responsabilidad o la paternidad, pero abordados desde una perspectiva fresca, novedosa y muy emotiva. Renuncian a los pastelazos, a la violencia y al estruendo para penetrar en la intimidad de seres que a menudo son desdeñados no sólo por el cine animado sino por el de “acción viva”. Evitan, además, sustentar el humor en la burla y enaltecer el éxito por sobre todas las cosas. Pixar ha cambiado la faz del cine de animación tridimensional, y al cine todo, añadiría.
En sus dibujos se perfila una fantasía que sí es fantástica y muy humana, aunque sus protagonistas no lo sean. O precisamente por ello.
… y más allá
Los estudios Pixar, actualmente instalados en California, tuvieron su origen en Nueva York, en 1979, como división de Lucasfilm. Sus labores se concentraban en aplicaciones de hardware. Más tarde también trabajarían en efectos especiales para otra rama del emporio de Lucas, ILM (Industrial Light and Magic).
En 1986, Pixar fue comprado por Steve Jobs, socio fundador de Apple. Luego de una serie exitosa de comerciales, y de otra de cortometrajes (a la cabeza de las cuales estaba John Lasseter, cofundador de Pixar), llamaron la atención de Disney. Con Toy Story (1995) inició una relación casi matrimonial en la que Pixar comenzó a ganar terreno, al grado de poner condiciones al estudio del sangrón ratón Miguelito. Con el paso de los años, entre negociaciones y amenazas de abandono, la relación ha sufrido modificaciones, y hoy Disney es propietario de Pixar: los 5 mil 500 millones de dólares que han generado las cintas en las que ambos están involucrados, conforman un banquete que Rico McPato no dejaría escapar.
Pero más allá de las ganancias económicas, Pixar ha sabido conquistar el gusto de propios y extraños. No es raro, así, que en sus vitrinas haya 24 premios Oscar (entre artísticos y técnicos) y que en Venecia se le haya otorgado un León de Oro por sus logros, mismo que recibieron de manos de George Lucas los ejecutivos del estudio: John Lasseter, Brad Bird, Pete Docter, Andrew Stanton y Lee Unk. Con todo, el éxito mayor de Pixar ha sido, y es, crear películas atractivas para los niños y para los papás de los niños. Y es que en sus manos el cine sigue siendo la caja mágica de la que no dejan de surgir prodigios.
Toy Story (1995)
John Lasseter
Woody es un muñeco vaquero, el favorito entre los juguetes de Andy. Su sitio de privilegio peligra cuando llega un novedoso rival, el enjundioso astronauta Buzz Lightyear. Woody busca deshacerse de Buzz, y en el camino ambos se alejan de Andy. Al final, la solidaridad entre ambos les permite volver con su dueño. La solvencia técnica, así como la afortunada caracterización que se redondea con las voces (con Tom Hanks y Tim Allen a la cabeza) y la apertura a la otredad (dependiente) que representan los juguetes, dan por resultado una cinta memorable.
Bichos (1998)
John Lasseter
Flik es una hormiga diferente que se opone a la explotación de los suyos por parte de los saltamontes. Va entonces a buscar ayuda para acabar con la opresión. Y encuentra a un grupo decidido de bichos cirqueros. Juntos le dan una lección a los malos… y a ellos mismos. Bichos es una invitación al ingenio y a la originalidad: ante el conservadurismo de las hormigas, dispuestas a pasar la vida en anónimas labores, el arrojo de un individuo puede cambiar todo. Y aunque estamos escasos de humanos así, es natural pensar en hacer el símil con la humanidad.
Toy Story 2 (1999)
John Lasseter
La buena recepción que tuvo Toy Story sirvió de impulso a la secuela. Ésta amplía las premisas de la primera, les da un giro valioso. Ahora Woody es robado y tiene la posibilidad de ser una pieza de museo junto con otros personajes de la serie de televisión que, sin saber, protagonizó. Woody parece ceder ante la gloria del museo, pero sus amigos, que van a rescatarlo, le recuerdan lo que es mientras defienden lo que son: juguetes. El guión se utiliza como modelo en las escuelas de cine. Personalmente me parece que es más redonda que la primera.
Monsters, Inc. (2001)
Pete Docter
Como rezan los cuentos infantiles, que en su mayoría son de terror, por la noche los monstruos salen del armario para asustar a los desvalidos niños. Pero no lo hacen por maldad sino por utilidad: los gritos de los enanos alimentan de energía a Monstruópolis. Docter, quien contó con un equipo para la escritura del guión, va contra los grandes mitos de la literatura infantil (y de cierto tipo de educación) y muestra que los monstruos tienen más miedo a los humanos que éstos a ellos; y, además, que la risa ayuda a crecer mejor que el miedo.
Buscando a Nemo (2003)
Andrew Stanton
Luego de que una bestia marina se engulle a sus futuras crías y a su “mujer”, Marlín, un pez payaso, se hace cargo de la educación del único sobreviviente, Nemo. Pero lo sobreprotege y, para colmo, en su primer día de escuela Nemo es capturado por un humano. Entonces Marlín emprende una verdadera odisea, hasta Sidney, para recuperar a su vástago. Andrew Stanton muestra cómo el miedo de los padres es un obstáculo para la educación: prueba además que la confianza es instintiva y se construye con los otros. Nemo ha sido el más grande éxito en la historia de Pixar.
Los Increíbles (2004)
Brad Bird
El buen desempeño que mostró Brad Bird al frente del equipo de El gigante de hierro (1999), su primer largometraje animado, le abrió las puertas de Pixar. A medio camino entre el homenaje y la sátira, Bird, también autor del guión, sigue las vicisitudes de un grupo de súper héroes en bancarrota, que son rechazados por la gente que protegen, y que tienen su misión más difícil en el momento de pretender perpetuar una familia. El resultado, como el título, es increíble, y prueba con humor que una familia funcional es un asunto excepcional.
Cars (2006)
John Lasseter
El Rayo McQueen es un bólido que prueba ser un chico inerme fuera de las pistas que le dieron prestigio y gloria, cuando llega con su arrogancia a un pueblo olvidado que ha quedado fuera de la ruta de una autopista. Ahí, El Rayo recibe una lección de humildad. Lasseter hace un comentario sobre el vértigo de la civilización, que en su marcha deja fuera lo que no corre a su velocidad. Y lo maravilloso es que lo hace con los mismos productos de la civilización, que son desechables. El automóvil es un émulo del humano, que también desecha a sus viejos…
Ratatouille (2007)
Brad Bird
Remy es un artista culinario como pocos. Pero es una rata, y su papá quiere que sea como los otros, es decir, que robe y coma basura. No obstante, el destino lo lleva a convertirse en el chef del prestigioso restaurante Gusteau. El valor de su labor es apreciado primero por los comensales y luego por el vampiresco crítico Anton Ego. Bird reflexiona sobre el talento y los prejuicios, sobre el arrojo del artista y la relevancia de la crítica, y revela cómo el arte puede tocar lo más profundo, que tiene su origen en la niñez y los apapachos de mamá. Una obra maestra.
Wall-e (2008)
Andrew Stanton
En un mundo postapocalíptico, el robot Wall-e sigue su labor de recolectar basura. Conserva parte de la memoria humana, y entre sus joyas está un fragmento de la cinta musical Hello, Dolly! (1969). La “vida” de Wall-e cambia cuando se aparece por ahí Eva, un robot más moderno que busca vida. Entre ambos inicia una relación que no es disparatado calificar como amorosa. Andrew Stanton ofrece una cinta de ciencia ficción a carta cabal y reflexiona sobre el futuro posible (y probable) de la Tierra, sobre lo que nos hace y nos seguirá haciendo humanos. Otra obra maestra de Pixar.
Up (2009)
Pete Docter
El señor Fredricksen envejeció postergando los planes que soñó con su amada esposa. Y ahora, cuando ya es un viudo amargado y su barrio es engullido por altos edificios, vuela con su casa al paraje con el que soñaban él y la difunta. Pero no va solo: un niño explorador involuntariamente lo acompaña. Pete Docter presenta una historia que explora lo importante de la vida, que a menudo queda en segundo plano por lo urgente. La aventura al final ofrece al señor Fredricksen una conciliación: con lo que debió ser y no fue, consigo mismo. m.