Como ocurre con los videojuegos, suele afirmarse que el uso continuo de teléfonos celulares o de internet puede conducir al desarrollo de adicciones. ¿La tecnología tiene la culpa de nuestros nuevos excesos?
Recientemente, la prensa internacional publicó la historia de una niña, en el Reino Unido, que ha debido someterse a terapia de rehabilitación luego de desarrollar una grave adicción a un videojuego. El caso alcanzó revuelo por la edad de la niña (nueve años), y removió un tema que con cierta regularidad regresa a ocupar la atención del público: ¿en qué momento la afición a los videojuegos puede tornarse patológica? Según una nota del periódico El País, la Organización Mundial de la Salud estaría por incluir el “trastorno por videojuegos” como una enfermedad mental en la próxima edición de su Clasificación Internacional de Enfermedades (ICD-11). Tal medida ha desatado polémica, pues da la impresión de ser demasiado específica, ya que a la par de lo que sucede con los videojuegos también suele afirmarse que el uso continuo de teléfonos celulares o de internet puede conducir al desarrollo de adicciones. ¿La tecnología a nuestro alcance tiene la culpa de nuestros nuevos excesos?
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Investigaciones afirman que la asiduidad excesiva a las redes sociales, por ejemplo, puede llegar a causar ansiedad y depresión —por la necesidad continua de obtener reconocimiento, entre otros factores—, como lo muestra un estudio de la Royal Society for Public Health enfocado en la interacción de los jóvenes con plataformas como Snapchat o Instagram, entre otras (y esta última resultó la más perniciosa para la salud mental, según dicho estudio). Por el modo casi absoluto en que la tecnología puede estar hoy presente en nuestras vidas, no resulta difícil culparla.
¿Tecnofobia?
Pero, al culpar a la tecnología, seguramente estaremos cayendo en una simplificación. Como señala el psiquiatra José Miguel Gaona, de la Universidad Complutense de Madrid, “al principio también se pensaba que la velocidad de los trenes era perjudicial para el cuerpo humano, y recuerdo leer artículos de finales del siglo XIX donde mucha gente criticaba el teléfono y su uso, advirtiendo de cómo iba a destruir el contacto personal”.
El tiempo que te quede libre
En todo caso, no parece imposible distinguir una afición de una adicción, dadas las consecuencias evidentes de esta última para el bienestar de los individuos. Y también por sus consecuencias evidentes se insiste a menudo en la conveniencia de tener pasatiempos: liberarse del estrés (por ejemplo, realizando trabajo artístico), incrementar la confianza en uno mismo (cocinando o haciendo repostería), despejar la mente para encontrar mejores soluciones a los problemas (mediante el deporte), desarrollar la creatividad. Y es que, en buena medida, las aficiones que tenemos nos definen, pues se trata de lo que realmente nos gusta hacer.
Hobbies en el CV
A la hora de buscar trabajo, ¿es recomendable incluir en el currículum las aficiones que se tengan? Es un consejo frecuente en sitios dedicados a orientar a quienes están en esa búsqueda, aunque con reservas. Si bien se trata de una información que puede ser útil al brindar a los empleadores más elementos para saber cómo es la persona que podrían contratar, lo mejor es consignar actividades para las que se requiera dedicación y disciplina, como la práctica de algún deporte o la ejecución de un instrumento musical.