Acaso más que en nuestros trabajos, en nuestras aficiones se decide qué somos. Y lo sabemos mejor al encontrar a quienes las comparten con nosotros
La afición no puede ser sino virtuosa. Sea que consista en apoyar a un equipo, y gozar y sufrir con él, o en contemplar helechos y querer saberlo todo sobre sus formas de vida, o bien si se trata de coleccionar cualquier cosa, rodearse de libros, dar paseos, arreglar aparatos, preferir cierto tipo de música por encima de cualquiera otra, el origen de toda inclinación está en el gusto, y seguimos nuestras inclinaciones porque nos hace bien seguirlas. Si nos hace mal, no es afición, es otra cosa: por los excesos en que podemos incurrir, por las consecuencias adversas que así atraigamos sobre nuestras vidas y las de quienes nos rodean. De ahí que, como con todo aquello que nos atrae, hayamos de mantenernos vigilantes en la vivencia de la afición.
O es, para no darle más vueltas, una modalidad del amor, que es lo que mueve a quien se enfrasca en la confección de barcos embotellados lo mismo que a quien conoce la felicidad a veces inaudita de celebrar el triunfo de determinada camiseta. Acaso más que en nuestros trabajos, en nuestras aficiones se decide qué somos. Y lo sabemos mejor al encontrar a quienes las comparten con nosotros. m.