La industria de los vientres subrogados en India
Es 2014. Un moderno y terso camino conduce, en el próspero estado indio de Guajarat, a la pequeña choza de ladrillos y sin ventanas donde Chimanlal (35 años) vive con su esposa, su hijo pequeño y sus dos hijas. Las 2 mil 500 rupias (38 dólares) que gana al mes como chofer no le alcanzan para alimentar a su familia. Sólo el niño va a la escuela. Pero en el transcurso de un año, sus vidas van a cambiar.
A 50 kilómetros se ubica la pequeña ciudad de Anand, conocida como “la capital de la subrogación” en India. La esposa de Chimanlal está esperando un bebé para una pareja japonesa que le pagará 450 mil rupias, una cantidad inimaginablemente grande para una familia como la suya. Desde 2004, más de 500 mujeres indias han viajado a Anand desde aldeas y ciudades vecinas a fin de convertirse en madres de alquiler para familias provinientes de cerca de 30 países. La doctora Nayana Patel y su esposo dirigen la clínica Akanksa, la única instalación para la subrogación en la ciudad.
Por nueve meses, las madres subrogadas viven lejos de sus familias. Se alojan en una residencia provista por la clínica de Patel. Vestidas con batas que cubren sus grandes vientres, las mujeres pasan el tiempo viendo televisión, conversando por medio de sus teléfonos celulares o entre ellas. Algunas disfrutan la experiencia y la ven como una pausa en la dura vida diaria, mientras que otras extrañan a sus maridos e hijos, distantes durante tanto tiempo.
“No me da vergüenza hacer lo que estoy haciendo. No me preocupa lo que piensen mis vecinos o mis parientes, porque no son ellos quienes tienen que alimentar a mi familia”, dice Daksha, de 31 años, la esposa de Chimanlal. Con el dinero que ganará, ella y su marido planean comprar una nueva casa y enviar a sus hijas a la escuela.
La doctora Patel es una especie de icono en la pequeña ciudad de Anand. Salgo de mi hotel y me meto en un rickshaw. El conductor ve mis cámaras y asume que he venido a fotografiar a la doctora y su clínica. Me dice: “Behan” (forma educada de dirigirse a una mujer, y que se traduce como “hermana”), “casi todos los periodistas o los extranjeros que hay en las calles de Anand están aquí para conocer a la doctora Patel”.
La veo por primera vez cuando sale de su Audi dorado, ataviada con un hermoso, brillante sari, y un gran collar de perlas. La doctora Patel, una mujer firme, en control absoluto de las operaciones en su clínica, se ha hecho de un nombre con su trabajo por el incremento de la fertididad en esta pequeña ciudad, que gracias a ello ha obtenido atención internacional. En 2007, la clínica apareció en el programa televisivo de Oprah Winfrey —alguien a quien evidentemente la doctora Patel admira, como puede saberse por las fotos enmarcadas de la presentadora estadounidense que adornan su oficina–.
Daniele y Rekha son una pareja londinense. Se enteraron de la existencia de la clínica de Anand al ver un documental en la televisión. En Londres se reunieron con la doctora Patel para que los ayudara a cumplir el sueño de toda su vida: tener un hijo. Poco después vendieron el restaurante que poseían, para financiar el tratamiento de subrogación, y viajaron a India. Daniele afirma que fue muy emocionante para él conocer a Naina, la madre subrogada, pocos días antes del nacimiento de la bebé. “Yo estaba muy nervioso. No fue romántico para mí porque estaba preocupado, tanto por la niña como por la madre”. La experiencia cambió la vida de Rekha y de Daniele, y les encantaría compartirla con su hija, contarle el viaje especial que hicieron para tenerla. A diferencia de Rekha y Daniele, muchos padres eligen no revelarles su origen a sus hijos, y lo guardan como un gran secreto por toda la vida.
La clínica ha llegado a ser descrita como una fábrica de bebés en la que prevalece la explotación, pero la doctora Patel no está de acuerdo. “No hay nada inmoral o equivocado con esto. Una mujer está ayudando a otra mujer, una que no puede tener un bebé y otra que no puede tener una buena vida. Y cuando el resultado final es un adorable bebé, ¿cómo puede decirse que algo malo esté pasando aquí?”. Esto puede satisfacer a muchos, pero la deja a una pensando acerca de dos de las personas involucradas: una es la madre de alquiler que pone su salud física y mental en riesgo con tal de cumplir los sueños de su familia. ¿Cómo se ve afectada la sociedad cuando acepta que las mujeres usen sus cuerpos así? La otra persona es el bebé: ¿debería tener el derecho de conocer las identidades de quienes participaron en su concepción y su nacimiento?
El debate acerca de si esta industria explota a las mujeres llevó a las autoridades indias, en 2016, a impulsar una ley que podría hacer más difícil para los extranjeros buscar bebés hechos en India..