Perspectivas del nuevo costumbrismo literario
Joaquín Peón Íñiguez – Edición 444
El nuevo costumbrismo invoca esa pesadilla recurrente de que, con el afán de la urbanización eficaz, todas las metrópolis terminen por ser homólogas: ciudades que operen como algoritmos.
Toda costumbre es sígnica, un modo de posicionamiento ontológico. Por medio de su interpretación y su representación, la literatura puede inferir un contexto sociocultural, descifrar la historia desde la perspectiva de la vida privada o entender los poderes y los porqués detrás de la normalización de nuestras conductas.
Una costumbre revela tanto sobre la psique y la estratificación de la sociedad que retrata como sobre sus personajes, individuos que por voluntad, condicionamiento o inercia, firman un contrato social con veladas implicaciones morales e ideológicas y se adhieren a prácticas que son inmanentes al sistema económico en que se desenvuelven.
Haciendo teleología de lo cotidiano, paisajismo de nuestros hábitos más ordinarios, el costumbrismo literario sigue los devenires de la modernidad: se ha ido alejando del campo y su punto focal es ahora la ciudad. En lo personal, este nuevo costumbrismo invoca esa pesadilla recurrente de que, con el afán de la urbanización eficaz, todas las metrópolis terminen por ser homólogas: ciudades que operen como algoritmos.
Las siguientes recomendaciones atienden con disposición crítica algunos ritos autómatas de nuestra era. ¿A fuerza de qué una práctica se vuelve costumbre? Es la pregunta que orientó mis lecturas.
Las cosas, de Georges Perec
Con ese afán de inventario que permea su obra, Perec narra la historia de una pareja por medio de los objetos que posee y los que desea poseer. Sylvie y Jérôme, un joven matrimonio de finales de los sesenta, busca sentido de pertenencia y autorrealización a través de la adquisición de bienes materiales. Perec, por su parte, consigue la hazaña de narrar a partir de lo inerte y construir vívidos personajes conforme la premisa de que somos lo que consumimos. El consumismo como comportamiento consensado, hay que reconocerlo, es un faro que guía infinidad de vidas.
¿Por qué tose la gente en los conciertos?, de Luis Ignacio Helguera
Las costumbres son materia prima para el ensayista, y como objeto de estudio no hay mejor espécimen que uno mismo. A menos que se tenga un vecino dado a escuchar rancheras a todo volumen. Mediante la contemplación neurótica, en tono conversacional, con destellos de humor, Helguera aborda diversos temas cotidianos dentro del ámbito de la mexicanidad: las supersticiones, un partido de futbol, los funcionarios de Hacienda, nuestra propensión a embodegar y diversas manías de los públicos de la música. Lo mínimo, en este caso, resulta ser premonición de lo masivo.
Tala, de Thomas Bernhard
A causa de una muerte, consecuencia de un encuentro casual, el protagonista de Tala se sorprende aceptando una invitación a cenar con un grupo de amigos de los que se había distanciado desde hace décadas con asco y determinación. El encuentro, narrado a modo de monólogo interior, termina por ser un estudio corrosivo sobre las costumbres de la aristocracia del arte: la falsa cordialidad, el compromiso indeseable, el acto de presencia, el esnobismo y otros ritos absurdos que buscan legitimar un estatus.
El porqué de las cosas, de Quim Monzó
Cuentista de la misma escuela que Carver, Monzó tiene el mérito de mirar con desconcierto lo habitual. Relatos como éste hacen que el amor y sus rituales sigan siendo un tema inextinguible para la literatura. En El porqué de las cosas, encuentros y desencuentros, espacios y dogmas, dinámicas y vicisitudes, del amor y la sexualidad en tiempos del deseo sin satisfacción, de la soledad acompañada, de las nuevas expresiones para este viejo dolor, son narrados con tal presteza que resulta imposible no identificarse. Y temblar. m.