Navidad en El Retiro
Xitlalitl Rodríguez Mendoza – Edición 455
Según mi último estudio científico realizado con paletas Manitas de la Suerte, parte importante de la población odia el 2016. Sin embargo, cuento los días para subirme a un camión foráneo que me lleve a enfrentarme, un año más, a ese plato de pozole…
Les caché la bicicleta que me iba a traer el Niño Dios. Tenía diez años y, hasta la fecha, no sé si fue un descuido de mis papás o si dejaron parte del manubrio salido de la camioneta como una forma de decirme que los juguetes cuestan y los pagan ellos. Todavía disponía de compasión infantil, y esa Noche Buena me fui a dormir temprano para que la fiesta continuara sin niños y los adultos tuvieran tiempo de apilar juguetes a un lado del nacimiento. Si mis cálculos no me fallan, éramos una veintena de chiquitos; todavía no sé cómo descifrábamos el intrincado código de qué regalo pertenecía a quién sin ninguna pelea campal de por medio.
Pasábamos las navidades en Autlán, en medio de nevadas de polvo, misas de gallo, los ejercicios espirituales en la iglesia del padre Albino. Ahora que vivo fuera, mis navidades se concentran en el barrio El Retiro. Atrás quedaron los aciagos días de vómito al recorrer en camioneta las curvas de la carretera a la altura del Mentidero —pasaje que, por otro lado, me fascina—.
Me avergüenza decir que espero la Navidad con cierto grado de emoción. Quizá se deba a que desde muy chica aprendí que —a partir de octubre— iniciaba ese extraordinario corredor de la muerte donde la oferta gastronómica al alcance familiar se diversificaba en los puestos de pozole, tostadas, elotes y azúcar, toneladas de azúcar en presentaciones antropomórficas, cocadas, jamoncillo y una larga pasarela de variedades que ofrece el tianguis navideño del parque Morelos.
El parque dejaba de ser ese exclusivo club nocturno que reunía a los más importantes consumidores de Tonayan y toncho, y se convertía en un oasis de juegos mecánicos, calaveritas de azúcar, de yeso y cartón.
Hay miniaturas de calaveritas que representan a todos los oficios: esqueletos carpinteros, médicos, amas de casa, fotógrafos y ahora se han diversificado junto con las nuevas tecnologías. ¿Necesitas recordarle a un informático que se va a morir? Llévale una calaverita con un monitor enfrente.
Esta ahora llamada Feria del Cartón tiene 75 años. Los comerciantes han luchado contra los gobiernos que han devastado la zona para gentrificarla y asolar, de una vez por todas, esta parte de la calzada Independencia. Ese tianguis trae juguetes de madera, calaveras de yeso, cartón, papel maché y artesanías, sobre todo de Michoacán, y conforme se acerca la Navidad hay nacimientos, pinos, escarcha plástica, esferas y toda la parafernalia necesaria para despertar a un recién nacido omnipresente, y está abierta del 19 de octubre al 6 de enero.
Según mi último estudio científico realizado con paletas Manitas de la Suerte, parte importante de la población odia el 2016. Despidos, rupturas, enfermedades, el desamparo que nos dejan las muertes de Prince, David Bowie, Juan Gabriel, Mario Almada, Leonard Cohen; el Brexit, el “no” colombiano, las monstruosas elecciones de Estados Unidos, la ya tradicional captura o fuga del Chapo, etcétera, han dado la pauta para que este año sea recordado como una cloaca en las acolchadas praderas de la memoria.
Sin embargo, cuento los días para subirme a un camión foráneo que me lleve a enfrentarme, un año más, a ese plato de pozole… Una bici, una camioneta, un camión: nunca faltan vehículos para volver a casa. m.