Cristianismo y placer: esquema sucinto

Cristianismo y placer: esquema sucinto

– Edición 432

El placer, como todas las realidades existentes, proviene de Dios, y nos toca verlo con ojos limpios. La Biblia no trata el tema de manera explícita, pero sí habla de momentos de plenitud y felicidad humanas. Hay muchos textos sobre paz, alegría, fiesta, bienaventuranza.

La herencia de los griegos. El placer no es el bien supremo, pero forma parte de los elementos que constituyen la felicidad en esta Tierra.1 El placer no es el bien, pero en sí mismo es un bien. La naturaleza nos lo muestra, pues cuando realizamos nuestras potencialidades experimentamos placer. Siendo un bien, podemos usarlo mal, como el exceso de alcohol puede causar una enfermedad mortal. Frente a esta posibilidad, algunas escuelas griegas llegaron a considerar el placer como algo malo.

El dato original de la fe. El placer, como todas las realidades existentes, proviene de Dios, y nos toca verlo con ojos limpios. La Biblia no trata el tema de manera explícita, pero sí habla de momentos de plenitud y felicidad humanas. Hay muchos textos sobre paz, alegría, fiesta, bienaventuranza. Para Jesús, la imagen privilegiada del Reino es un banquete.

Primeros siglos del cristianismo. En esta época ya se vislumbra cierto miedo al placer, debido sobre todo al influjo de aquellas escuelas griegas que lo veían como algo malo. Nietzsche2 acusó al socratismo de invalidar lo dionisíaco y de reducirnos a lo apolíneo mal entendido, esto es, a un Apolo reducido a racionalidad fría, a una razón que debía domeñar los sentidos. Aclaro que esto último no lo enseñaron los grandes filósofos griegos. Para Platón, en concreto, toca a la razón ver por el bien de los sentidos, no aplastarlos. Influyó también la espiritualidad propia de Occidente que, sabiendo que Cristo resucitó, subraya el aspecto de su pasión; y algunos exageraron la conclusión de que para imitar a Cristo, la vida del cristiano consistiría en sufrir y, por tanto, el placer quedaba vedado. Pronto se añadió la doctrina de los maniqueos, para quienes el espíritu (en concreto, el alma) es bueno, y la materia (en concreto, el cuerpo) es mala. Aunque la Iglesia condenó esta doctrina como herética, el maniqueísmo sigue ejerciendo su fascinación.

En la Edad Media se siguió por estos carriles, aunque hubo una voz cualificada que indicó una vía sana, la de Tomás de Aquino. Tomás se pregunta3 si las pasiones —entre ellas la del placer— son malas. Y responde que no, sino que son los medios que Dios nos ha dado para entrar al reino de los cielos. Importa darles un buen cauce, dirigidas por la razón, pero lo dice al estilo de los grandes griegos: a la razón no toca aplastar las pasiones, sino ver por su conveniente realización. Me tomo la licencia de aclararlo con un ejemplo trivial: un hombre regala a su hijo un Ferrari último modelo. Tenemos un primer escenario, en el que el joven deja el auto en el garage y lo usa como ropero: un gran desperdicio —y así pasa con los que nunca realizan sus pasiones, una falta de gratitud—. En un segundo escenario, el joven usa el Ferrari cada semana que va al antro y, embriagado, lo maneja a toda velocidad por la ciudad, hasta que lo estrella, lo que resulta en pérdida total del auto y de su vida: otro desperdicio y falta de gratitud. En el tercer escenario, el joven usa el Ferrari para entrenar y un día gana el gran rally de Montecarlo; es ésta la manera adecuada de usar el carro y a la vez una muestra de gratitud. En el ejemplo, el Ferrari simboliza las pasiones, específicamente la del placer. La voz de Tomás no fue muy escuchada, y en la Edad Media prevaleció el miedo al placer, al cuerpo, a los sentidos.

Renacimiento. En este breve esquema recojo la opinión de Nietzsche4 sobre tres papas muy criticados por los historiadores —católicos o no—: Alejandro VI, la lujuria del sexo; Julio II, la lujuria del poder, y León X, la lujuria de la belleza. Nietzsche los alaba porque quisieron devolver la inocencia a los sentidos. Fracasaron porque Lutero se escandalizó. En todo caso, el pueblo, y entre él los eclesiásticos, vivía libremente, como lo atestiguan los versos de Carmina Burana, un cántico a los sentidos, al sexo, a la vida. Pero el miedo continuaba oculto en el interior.

Del Renacimiento a nuestros días. Seguimos con esa herencia del miedo al placer, al cuerpo, a los sentidos. Un miedo interior y solapado, no obstante los desenfrenos reales, que perturba profundamente nuestra psique.

La causa profunda. A manera de los detectives, para encontrar al culpable conviene preguntarse cui bonum?, o sea, quién saca provecho de esa actitud ante el placer, de verlo como una falta. La respuesta es fácil: los grandes opresores, cuyo interés no es que seamos libres, sino robots productores a su servicio. Ellos se encargan de proporcionarnos placebos, sustitutos del verdadero placer, para que tengamos la oculta satisfacción del pecar. Y es que el verdadero placer es signo de libertad y de vida. En todo caso, ver el placer como algo malo no proviene del cristianismo como tal, sino de otras fuentes. m

 

1. Véase, por ejemplo, el diálogo Filebo, de Platón.

2. En El origen de la tragedia.

3. Suma Teológica, I-II, q. 24, a. 2.

4.  Anticristo, 61.

 

 

Para leer

Se recomiendan artículos incluidos en cinco números de la revista Xipe Totek (ITESO):

17 (Pedro de Velasco y Mario López Barrio);

18 (Emilio Bruno, Alejandro Rozado y Fernando Fernández Font);

20 (Alfonso Alfaro);

21 (Jorge Manzano);

22 (panel “Deleites espirituales” y panel “El placer de sentir”).

MAGIS, año LX, No. 502, noviembre-diciembre 2024, es una publicación electrónica bimestral editada por el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente, A.C. (ITESO), Periférico Sur Manuel Gómez Morín 8585, Col. ITESO, Tlaquepaque, Jal., México, C.P. 45604, tel. + 52 (33) 3669-3486. Editor responsable: Humberto Orozco Barba. Reserva de Derechos al Uso Exclusivo No. 04-2018-012310293000-203, ISSN: 2594-0872, ambos otorgados por el Instituto Nacional del Derecho de Autor. Responsable de la última actualización de este número: Edgar Velasco, 1 de noviembre de 2024.

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