Tecnología detrás de los récords olímpicos
Carlos Enrique Orozco – Edición
Más alto, más rápido y más fuerte. Los tres imperativos de las competencias olímpicas vuelven a estar de moda, como cada cuatro años, en estos días en los que el Comité Olímpico Internacional y sus socios congregan el mayor espectáculo multideportivo de la actualidad. Diez mil jóvenes de todo el mundo, físicamente superdotados e intensamente entrenados, están participando en Londres por mucho más que el ideal del barón de Coubertin —el que afirma “lo importante no es ganar sino competir”. Sin embargo, la realidad es que sólo unos cuantos de estos miles de atletas tienen posibilidades reales de regresar a casa con alguna medalla. Y ellos lo saben.
A pesar de lo que dicta la célebre frase, todos quieren ganar y nadie se contenta sólo con competir. Para hacerlo con posibilidades de éxito se requiere mucho más que ser seleccionado y prepararse unos meses antes. Los atletas de alto rendimiento son resultado de una combinación de muchos factores: genes favorables, recursos económicos, sociales, culturales, psicológicos, una disciplina implacable durante muchos años para forzar el cuerpo hasta los límites —siguiendo la “Regla de las 10 mil horas”: si practicas cualquier cosa durante 10 mil horas, te vuelves competitivo a nivel mundial— y, cada vez más, el discreto pero eficaz apoyo de la tecnología aplicada al deporte.
La tecnología está cada vez más presente en las competencias olímpicas: desde la biología celular especializada en los músculos hasta los materiales con los que se fabrica una flecha para el tiro con arco, pasando por la alimentación ideal para los deportistas, el uso de substancias (permitidas o no) para estimular el cuerpo humano o incluso la manipulación genética para seleccionar las mejores razas en el caso de los caballos para la equitación.
Por otro lado, también están presentes las autoridades deportivas que norman y, eventualmente, prohíben el uso de estimulantes “artificiales” para mejorar el desempeño de los atletas. Lo más común son las drogas, pero también están en la lista de “substancias prohibidas” algunos productos inocuos para la salud, pero que presumiblemente dan ventajas a sus usuarios. Tal es el caso del traje de baño completo de poliuretano, conocido como LZR Racer, desarrollado por la empresa australiana Speedo en 2008 y que contribuyó al rompimiento de varios records en las olimpiadas de aquel año (la empresa dice que el 98 por ciento de los ganadores de medallas usaban el LZR).
Este traje es una maravilla tecnológica, ganó varios premios a la innovación, pero muchos hablaron de “dopaje tecnológico” por las ventajas para sus portadores. Está formado por tres piezas unidas por ultrasonido —es decir, sin costuras—, favoreciendo un óptimo ajuste al cuerpo y reduciendo la fricción de arrastre. Su nombre viene de los paneles LZR, que son membranas ultrafinas de poliuretano cortadas con laser en puntos estratégicos para comprimir el cuerpo y que reduce significativamente la resistencia al agua. El LZR Racer fue prohibido en 2009, cuando se comprobó que incrementaba “artificialmente” la velocidad de los nadadores. Las reglas actuales, vigentes desde 2010, permiten sólo trajes de la cintura a media pierna para los caballeros y de la rodilla a los hombros para las damas. Además, el material debe ser permeable al aire y no debe tener accesorios para lograr mayor velocidad.
Speedo no se quedó con los brazos cruzados y en su centro de investigación —Speedo Aqualab, en Inglaterra—, un equipo multidisciplinar formado por 19 investigadores (expertos en hidrodinámica, nanotextiles, kinesiología, dinámica de fluidos, deportes y psicología, entre otras) desarrolló un nuevo producto llamado Fastskin 3 System, que incluye el traje, la gorra y los goggles con materiales sintéticos que reducen la fricción con el agua y, por tanto, favorecen el desempeño de los nadadores. Los juegos de Londres son la prueba para este nuevo producto de Speedo, protegido por nueve patentes internacionales. Todavía es muy pronto para saber qué tanto valió la pena el enorme esfuerzo de la marca para desarrollar el Fastskin 3. Lo cierto es que Michael Phelps ganó sus medallas en Londres usándolo.
Los imaginaros lectores que quieran conocer el reportaje completo de cómo se desarrolló este nuevo equipo para nadadores, pueden consultar el sitio web de la revista Smithsonian, que publicó una excelente cobertura de temas históricos, científicos e informativos a propósito de los Juegos Olímpicos de Londres 2012.