Recientemente se publicó la noticia de que había sido encontrado “el eslabón perdido”, ese mítico ser que sería la liga entre los seres “humanos” y los seres “animales” y que acabaría por desacreditar a los profesores de primaria (desafortunadamente para ellos) de poca cultura científica que aún enseñan el creacionismo como la razón de que el homo sapiens exista entre el resto de las especies vivas  (desafortunadamente para ellas) y satanizan a la ciencia en la persona de Charles Darwin. El Darwinius masillae , un animal similar a un lémur que vivió hace 47 millones de años, fue encontrado en Alemania en 1983 por un paleontólogo aficionado cerca del pueblo de Messel, en una excavación de una mina a cielo abierto abandonada.  Después el fósil fue vendido y cambió de manos varias veces, hasta que finalmente llegó a manos adecuadas y el descubrimiento fue publicado hasta el 19 de mayo de 2009; se bautizó al género como “Darwinius” precisamente en conmemoración al bicentenario del nacimiento de Darwin. El pulgar oponible, entre otras características, lo ubican como una especie entre los simios y los antropoides; es decir, en un punto en donde se dividiría el árbol evolutivo y surgiría la rama de la que desciende el hombre moderno. Se le ha llamado “Ida” en honor a la hija del paleontólogo Dr Jørn Hurum, quien dirigió la investigación sobre el fósil. Los siguientes 46.99 millones de años posteriores a la vida de Ida  trascurren con relativa normalidad para sus descendientes y el resto de la vida en el planeta y, a pesar de algunos períodos de cambios en el clima y luchas entre especies, no se presentan amenazas graves a la biodiversidad. Sin embargo, hace aproximadamente 10 mil años (.001 millones), nuestra especie comienza su expansión global. De allí en adelante ocurren cambios significativos: especies como el mamut se cazan hasta la extinción con el fin de alimentar a los seres humanos, y se talan bosques completos como fuente de energía y material de construcción para esta misma especie. Se rompe el paradigma natural y esta especie  ya no se adapta al medio, sino lo opuesto: el medio es adaptado por y para esta especie. Imaginemos a un observador inteligente que desde afuera del plantea está atento al desarrollo de la vida  en la Tierra,  ¿cómo vería este desarrollo en el breve período de los últimos 10 mil años, en relación con el resto de los 47 millones desde que vivió Ida? Sería testigo de una aparición masiva y repentina de seres vivos de la misma especie que causan graves daños a poblaciones animales y vegetales – esta última frase, textual, es la definición de “plaga” tomada del diccionario de la Real Academia Española.

El hecho de que la sobrepoblación de la especie humana es el riesgo más grande para su propia supervivencia es cada vez más evidente. Los problemas ocasionados por esta bomba de población sedienta de energía apenas están manifestándose, siendo el más grave, por mucho, el cambio climático. En cuanto a biodiversidad, estamos viviendo la sexta extinción masiva en los 3 mil quinientos millones de años de historia de la vida sobre la Tierra y una de las más severas; en este momento más de 2 mil especies de anfibios están en peligro de extinción de acuerdo a la encuesta de los biólogos David Wake y Vance Vredenburg publicada en los Proceedings de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos. Los estuarios y  zonas marinas costeras han perdido hasta el 91 por ciento de ciertas especies, de acuerdo a otra investigación; y casi el 50 por ciento de los bosques han desaparecido. Y en medio de todo esto, la especie causante del desastre debido entre otros factures al abuso de los recursos naturales y contaminación continúa multiplicándose.

  Los problemas económicos mundiales han reducido un poco el desmesurado ritmo de consumo de recursos, sin embargo 6.7 mil millones de personas y creciendo es algo muy serio. Las cosas comienzan a cambiar, pero no tan rápido como quisiera: de acuerdo al Dr. Joel E. Cohen, el reconocido Profesor de Poblaciones de la Universidad Rockefeller en Nueva York, el ritmo de crecimiento global ha bajado después del pico histórico de finales de los años 60 cuando alcanzó el 2.1%; la población humana nunca había crecido tan rápido y es poco probable que vuelva a crecer a ese ritmo.

 Una de las acciones clave para frenar esta proliferación, quizás nuestra arma más efectiva, es la educación de las mujeres en todo el mundo. Una mujer con un mayor nivel cultural tendrá mucho más capacidad para decidir si quiere tener hijos y cuántos quiere tener, además de entenderse con derechos iguales a los de su pareja y no ceder a presiones. Esta propuesta ha sido apoyada por científicos de la talla de Paul R. Ehrlich de la Universidad de Stanford, autoridad mundial en población.  La igualdad de género y sobre todo la educación de las mujeres es una necesidad seria, global, en la que debemos enfocarnos ya – a pesar de atavismos culturales y fundamentalismos.