30 años de cultura y arte en el ITESO

30 años de cultura y arte en el ITESO

– Edición 506

Fotos: Oficina de Comunicación Institucional.

El Centro de Promoción Cultural, una iniciativa con la misión de despertar en la comunidad universitaria la sensibilidad, la creatividad y el pensamiento crítico a través de la cultura, el arte y la ciencia, está celebrando sus primeras tres décadas de enriquecer la vida de la Universidad

Aunque han pasado tres décadas desde que se creó oficialmente la coordinación que hoy conocemos como el Centro de Promoción Cultural (CPC), las expresiones artísticas y humanísticas en el ITESO se remontan a los orígenes mismos de la Universidad. Después de todo, el impulso por crear, reflexionar y compartir es inherente al ser humano, como señala Alfonso Hernández Barba, profesor del Departamento de Estudios Socioculturales (Deso) y primer director del centro: “La cultura tiene que ver con todas esas formas de expresión que tenemos para exteriorizar lo que llevamos dentro y que se relacionan con el mundo social. […] No puede no haber vida cultural en el ITESO, como no puede no haber vida cultural en cualquier otra organización donde haya seres humanos”.

Desde que la Universidad fue fundada, en 1957, ha sido posible disfrutar de presentaciones de cine, música, danza, teatro, poesía y demás manifestaciones en los diversos espacios de encuentro en el campus. Aunque la expresión es una necesidad natural aparentemente espontánea, requiere de un entorno que la nutra, que la motive a desarrollarse en comunidad. En este sentido, la formación integral desde la perspectiva ignaciana ha sido un elemento clave en la evolución y el fortalecimiento de estas actividades.

“Una universidad jesuita, aunque siempre debe ser un lugar de rigurosa formación intelectual, no puede solamente apuntar a la realización intelectual de la mente; la otra parte del alumno, la parte no racional, debe ser explorada, desarrollada y disciplinada hacia la madurez. Se debe evitar el peligro de intelectuales altamente desarrollados que estén severamente subdesarrollados en sus afectos”, se lee en un artículo de George Aschenbrenner citado en el sitio del CPC.1

Diversos factores contribuyeron a la consolidación de un espíritu de libertad en el ambiente universitario. Entre ellos, destacan las enseñanzas de jesuitas como Luis Sánchez Villaseñor, SJ; Juan José Coronado, SJ; y Xavier Gómez Robledo, SJ, cuya sólida formación en campos de estudio como la filosofía, la comunicación, la semiótica y la literatura representó un estímulo significativo para la expresión creativa del alumnado. Asimismo, como lo señala Hernández, la región del occidente mexicano se ha caracterizado históricamente por ser un terreno fértil para la producción artística: “En esos años se decía que si en Jalisco levantabas una piedra, encontrabas a un pintor”.

La participación cultural en el campus era amplia y constante, lo que evidenciaba la necesidad de contar con una instancia que la organizara y le diera seguimiento. No fue sino hasta mediados de la década de los noventa que, con el primer Festival de la Canción, se hizo patente la relevancia de financiar e impulsar este tipo de iniciativas.

La semilla

El origen de lo que más tarde se consolidaría como el CPC comenzó, como muchas historias, con una simple invitación: “Que hagamos un festival de la canción”, propuso José Coronado a su amigo Bernardo González Huezo, hoy académico del mismo centro. Era 1994 y ambos cursaban el último semestre de la carrera de Ciencias de la Comunicación. González recuerda a Coronado como “un chavo muy, muy vivo”, siempre involucrado en las múltiples actividades que se desarrollaban en el campus. Su entusiasmo y su capacidad organizativa no pasaron inadvertidos para Moisés Contreras, entonces responsable del área deportiva, quien le confió la organización del evento y le asignó un presupuesto para llevarlo a cabo.

González Huezo fue invitado inicialmente para diseñar un cartel, aprovechando su formación en diseño; también lo consideró por su melomanía, que más adelante sería una de las razones que lo llevarían a convertirse en coordinador del área de Música del futuro CPC. Sin embargo, su participación no se limitó al diseño gráfico, ya que terminó involucrándose también en la logística general del festival, que se llevó a cabo en el patio del edificio central. Uno de los jueces fue Juan Calleros, integrante del grupo Maná, lo que aportó un toque distintivo al evento. Aunque pequeño, el festival representó un parteaguas: evidenció el interés, el talento y la necesidad de contar con espacios dedicados a la expresión artística dentro del campus, así como de financiamiento.

“Fue la semilla de lo que, en pocos años, se convertiría en la oficina”, recuerda González Huezo. No obstante, este desarrollo también estuvo influido por otros factores, como los modelos culturales ya consolidados en universidades del Sistema Universitario Jesuita (SUJ), particularmente en la Ibero Puebla y la Ibero Ciudad de México, al igual que la creación del Encuentro Cultural del SUJ, del que el ITESO fue sede en 1995.

Ese mismo año se formalizó la Coordinación de Cultura como la instancia responsable de organizar las actividades artísticas y culturales en el ITESO. Aunque su alcance institucional era aún limitado, desde sus inicios se dedicó a dos áreas fundamentales: la formación, a través de talleres artísticos dirigidos a la comunidad estudiantil, y las presentaciones, que incluían conciertos, obras de teatro, exposiciones y otros eventos.

“La oficina estaba donde ahora está el Centro Universitario Ignaciano (CUI). En realidad, era lo que ahora es la recepción del CUI y la oficina de al lado. Todos estábamos amontonados ahí y la mayor parte del tiempo nos la pasábamos en las mesitas de afuera porque no cabíamos”, rememora Mayra Kitroser, actual directora del CPC. El equipo que había comenzado con tan sólo tres personas se multiplicó.

La primera coordinadora de esta instancia fue María Carmen Álvarez, cuya sólida trayectoria la convirtió en una figura clave para liderar el equipo de trabajo de la joven oficina. Entre sus integrantes se encontraban varias personas que hoy continúan vinculadas al ITESO: Maya Viesca, actual integrante del equipo de Gestión del Conocimiento del CPC; Ruth Rangel, profesora del Departamento de Estudios Socioculturales; Mario Rosales, coordinador de la licenciatura en Arte y Creación; Bernardo González Huezo, integrante del equipo de Desarrollo Comunitario del CPC, y Mayra Kitroser.

De talleres a materias

En 2002, la Coordinación de Cultura se transformó en el Centro de Promoción Cultural (CPC), lo que trajo consigo una serie de cambios significativos en esta área. Desde el año 2000, con la dirección de Alfonso Hernández Barba, se impulsaron múltiples estrategias para fortalecer esta instancia y el trabajo del ITESO en favor de la cultura.

La oferta académica del CPC en ese entonces era distinta a la que hay actualmente: se conformaba por alrededor de cinco talleres enfocados a expresiones artísticas como danza, música, pintura, entre otras. Eran secuenciales, en palabras de Hernández Barba: “Si tuviste el tino de haber sido recibido en el de teatro en primer o segundo semestres, y te portabas bien, pues te quedabas hasta que egresabas”. Seguramente, el sueño actual de muchos estudiantes que se enamoraron de alguna materia de la que se tuvieron que despedir al finalizar el semestre. Sin embargo, este modelo sólo podía atender alrededor de 250 alumnos anualmente, y en términos de financiamiento no era sostenible. Su transformación en asignaturas del área complementaria resultó en 50 materias que son cursadas por alrededor de mil 500 alumnos al año.

Este cambio fue un proceso complejo que implicó redefinir el papel del arte y la expresión en la formación universitaria. El ejercicio de reflexión concluyó que, si bien el ITESO no tiene como objetivo formar artistas profesionales en estos programas, sí reconoce el valor de la expresión artística como una herramienta pedagógica. A través de ella, los estudiantes pueden explorar su identidad, desarrollar habilidades expresivas, fortalecer competencias que enriquecen su educación integral y su desempeño profesional.

“En una cultura como la mexicana, los grandes problemas y los más complejos, como la desaparición de personas, la violencia, la corrupción o el acceso al agua, pueden abordarse desde el arte y la cultura”, señala González Huezo, y añade que el arte es un lenguaje universal que tiene la capacidad de sensibilizar a quien lo presencia. Al mismo tiempo, enseña a los estudiantes a expresar esas realidades de manera más cabal y empática.

La introducción de estas asignaturas también respondía a otro propósito: servir como espacio de experimentación para el diseño de lo que más adelante se convertiría en la licenciatura en Gestión Cultural, que abrió en 2012. Aunque actualmente esta carrera pertenece al Departamento de Estudios Socioculturales (Deso), fue gestada desde el CPC. “Queríamos formar a personas como nosotros, que hacemos estas cosas; no existía una carrera que lo hiciera”, recuerda Hernández Barba.

No sólo se buscó fortalecer la formación del estudiantado, sino también la del propio equipo académico del centro. Se alentó a docentes y colaboradores a continuar su trayectoria académica, especialmente en áreas relacionadas con la cultura, en particular, con la gestión. “Implicó un proceso de aprendizaje, de capacitación y de desarrollo de todo el personal del centro y de los profesores que en ese tiempo daban clases en los talleres. […] El área de formación con el tiempo fue creciendo mucho, y eso le dio al centro uno de sus grandes ámbitos de trabajo”, recuerda Kitroser. Actualmente, el CPC se dedica a tres tipos de actividades culturales: la impartición de programas de asignaturas del área complementaria, la organización de talleres y cursos extracurriculares y la realización de eventos dirigidos a miembros de la comunidad universitaria y públicos externos.

Donde la cultura habita

Antes de la existencia de auditorios y escenarios, la cultura en el ITESO encontraba su lugar en distintos puntos del campus. El que se recuerda con más cariño es el de la plaza Central, “El Ombligo”, como la comunidad sigue llamando a ese espacio. Pero no se parecía al que las generaciones más recientes conocen: era un disco de concreto hundido en el suelo, rodeado por muros inclinados de césped, en el que los estudiantes se recostaban para disfrutar de conciertos, principalmente durante los años ochenta.

Si bien las presentaciones al aire libre ya formaban parte de la vida estudiantil, la instrumentación de los talleres de la Coordinación de Cultura evidenció la necesidad de contar con espacios adecuados para la enseñanza. González Huezo aún recuerda que la estructura donde actualmente se ubica el área de Servicios Médicos, cerca del edificio W, solía ser utilizada como salón de danza. Del mismo modo, las exposiciones gráficas se llevaban a cabo en pasillos de la biblioteca.

“Allá, en 2001, soñábamos con el edificio”, recuerda Hernández Barba en alusión al actual edificio v, también conocido como Edificio Vivo. Veinte años más tarde, ese sueño se materializó. La directora Mayra Kitroser lo describe como “un hormiguero”, debido a la intensa actividad que alberga todos los días gracias a los servicios y espacios que ofrece: áreas colaborativas, salones para danza, música, gráfica, teatro, el espacio para artes escénicas llamado Blackbox. “Habitar el edificio, llenarlo de actividades, de personas, de estudiantes, de profesores, de academia, de exposiciones y presentaciones ha sido, verdaderamente, una experiencia increíble. Ha representado un gran reto”, afirma.

El Festival Cultural Universitario es un momento que también ha sido habitado por las expresiones artísticas. Fue creado en 2002 con el fin de ofrecer un evento anual que reuniera a la comunidad universitaria en torno al arte y la reflexión. Desde sus inicios se enfocó en presentar talento mexicano emergente, con gran calidad expresiva. Gracias a esto, agrupaciones como Tambuco, Mono Blanco, Seña y Verbo y el Taller Coreográfico de la unam llegaron a visitar el campus.

“Queríamos demostrar a los chavos que la creatividad está en cualquier lugar. Que la creatividad es la misma naturaleza. Que la ciencia también inspira creatividad, al igual que las tradiciones”, menciona González Huezo.

Con el paso del tiempo, el festival ha evolucionado hacia una estructura más compleja, con temáticas anuales, ejes curatoriales y un diseño de experiencia que busca generar conversación. Según Kitroser, es una plataforma para abordar temas sociales relevantes y conectar con la comunidad desde una perspectiva estética y crítica. Más que como un espectáculo, se ha consolidado como una herramienta formativa y de vinculación. Un ejemplo de ello es la edición de este año, que llevará por título “Naturalmente humanos” y que busca la reflexión acerca de nuestra relación con el entorno que habitamos.

No toda la vida cultural del ITESO se ha desarrollado en el campus. Mucho antes de que se construyera el edificio V, a inicios de los años 2000, la oficina del CPC se ubicó en la Casa ITESO Clavigero. Este espacio fue elegido con el objetivo de fortalecer la vinculación de la Universidad con la ciudad y la región. Por su alto valor histórico y simbólico, al ser una obra del arquitecto Luis Barragán, se impulsó una política cultural para su conservación, que incluyó su declaratoria como Patrimonio Artístico del Estado de Jalisco y como Monumento Artístico de la Nación, obtenida en 2006. Por otro lado, se definieron cuatro ejes temáticos para sus exposiciones a lo largo del año: la ciudad, el arte popular, la ciencia y la sociedad, y el legado cultural jesuita. “Los cuatro temas han sido tratados año tras año. Tenemos un acervo, un bagaje histórico. […] que han posicionado al ITESO como un actor de la vida cultural de la región muy importante”, afirma Hernández.

Presente y futuro

El centro atraviesa actualmente una etapa de consolidación y transformación. De acuerdo con Kitroser, el CPC atiende a más de 30 mil personas al año mediante asignaturas, talleres, exposiciones, presentaciones y festivales. A esto se suman las actividades promovidas por sus distintas coordinaciones, como el Café Scientifique, ¡Vas!, Noches de Baile y Dime Poesía, iniciativas que emergieron durante la dirección de Ruth Rangel, señala González Huezo. Esta amplia participación no sólo muestra la relevancia del centro, sino también su papel como generador de diálogo y encuentro en la comunidad.

Como parte de la celebración por los 30 años del CPC se ha realizado un encuentro entre universidades y gobiernos con el propósito de establecer vínculos de colaboración a futuro. Además, académicos y profesores del centro participaron en un taller de impartido por el artista conceptual y educador Luis Camnitzer, enfocado en fortalecer sus capacidades profesionales. También se están preparando diversas actividades dentro del marco del Festival Cultural Universitario, para conmemorar la historia y la trascendencia de la instancia.

“Desde el año antepasado empezamos a hacer un proceso de reflexión sobre dónde estaba el Centro de Promoción Cultural, cuáles eran sus fortalezas y hacia dónde nos queríamos proyectar en el futuro”, añade Kitroser. Con base en ello, se ha propuesto fortalecer su política cultural a partir de cuatro ejes estratégicos: Cuidado de la casa común, Construcción de ciudadanía, Bienestar y ser y Patrimonio e identidades. Estos conceptos son una muestra del compromiso por  atender las problemáticas de la coyuntura actual desde esta área: “El arte y la cultura dentro de una formación universitaria son importantísimos para crear personas conscientes, personas más sensibles, personas que cuidan al otro. Personas que no educan, sino que, junto con el otro en comunidad, hacen conocimiento”, menciona González Huezo.


1. G. A. Aschenbrenner, “La universidad jesuita hoy”, en Rúbrica: Revista del Departamento de Filosofía, núm. 9, pp. 6–13, Universidad
Iberoamericana, 1987.

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MAGIS, año LXI, No. 506, julio-agosto de 2025, es una publicación electrónica bimestral editada por el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente, A. C. (ITESO), Periférico Sur Manuel Gómez Morín 8585, Col. ITESO, Tlaquepaque, Jal., México, C.P. 45604, tel. + 52 (33) 3669-3486. Editor responsable: Humberto Orozco Barba. Reserva de Derechos al Uso Exclusivo No. 04-2018-012310293000-203, ISSN: 2594-0872, ambos otorgados por el Instituto Nacional del Derecho de Autor. Responsable de la última actualización de este número: Édgar Velasco, 1 de julio de 2025.

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