La prodigiosa e irresistible fuerza de Gravedad

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La prodigiosa e irresistible fuerza de Gravedad

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Gravity no desarrolla grandes ideas ni nos revela nada que no supiéramos. Lo extraordinario de la nueva cinta de Alfonso Cuarón está en la forma, en la forma cinematográfica y la emoción que ésta puede empujar.

Imagen de Gravity cinta de Alfonso Cuaron

En Niños del hombre (Children of Men, 2006), Alfonso Cuarón dio un salto notable como realizador. Si bien es cierto que no había duda alguna de su capacidad (aun con una entrega más bien floja en su haber: Y tu mamá también), en aquella cinta dejó claro que sus búsquedas técnicas iban de la mano de sus búsquedas temáticas. Al deslumbrante uso del planosecuencia[1] como herramienta estilística y semántica se sumaba una preocupación de orden humanista: encendía algo así como la alarma a una especie que da por sentado que el planeta le pertenece y que el futuro está a su alcance gracias a la reproducción garantizada. Al futuro, hasta cierto punto ambiguo y azaroso, que en esta cinta proponía, en Gravedad (Gravity, 2013), su séptimo largometraje, hace una aseveración hasta cierto punto optimista.

Para empezar, en Gravedad Cuarón deja claro desde el principio que la vida humana no tiene ninguna posibilidad fuera de la Tierra. A continuación, por medio de una verborrea medianamente insoportable —destinada a crear empatía con los personajes—, exhibe el miedo de saberse lejos del hogar, en el espacio infinito, donde la pequeñez humana es tangible y, para los astronautas, sensible: hay miedosos que se vuelven terriblemente parlanchines, como aquí podemos constatar. Pero este inicio es sobrecogedor. El planosecuencia de 18 minutos que inaugura la cinta es un auténtico prodigio y nos lleva de la grandeza espacial a la perspectiva del que por allá labora, de la magnitud objetiva a la percepción subjetiva. Y todo esto lo hace ¡sin cortes! En adelante vemos los padecimientos de los astronautas, que hacen reparaciones al telescopio Hubble. De pronto reciben impactos de las partes de un satélite soviético destrozado y comienza el peregrinaje en gravedad cero de los dos sobrevivientes, que concentran sus empeños en regresar a la Tierra: Ryan Stone (Sandra Bullock) y Matt Kowalski (George Clooney).

Cuarón propone en Gravedad un alejamiento para revalorar lo que pasa en el planeta azul. Stone y Kowalski encaran una serie de contratiempos y obstáculos que deben superar para seguir vivos, como la mayor parte de los humanos que viven de este lado de la atmósfera, como de hecho ha comentado Cuarón. De ahí, añade el cineasta, que son abundantes los espectadores que se identifican con los personajes. Además, me parece, hay elementos para ver en las circunstancias que viven y la gesta que realizan una metáfora alrededor de la vida y su sentido. La vida no tiene sentido y, sin embargo, se empeña en continuar. Para el humano esto (echarle ganas, ponerle buena cara u otros eufemismos) puede constituirse justamente en el sentido. Lo vivido en el espacio es como un errar en el que se repara apenas se puede tomar un respiro (el resto del tiempo hay que ocuparse en mantenerse vivo, repito): Kowalski vive para el récord, como Ryan Bingham, al que él mismo da vida en Amor sin escalas (Up in the Air, 2009), de Jason Reitman, cuyos esfuerzos estaban destinados a obtener el mayor número de millas acumuladas en sus numerosos vuelos; el astronauta busca superar la marca de tiempo de permanencia en el espacio. Stone vive apesumbrada y en la Tierra no tiene a nadie: la soledad la espera. Y sin embargo, se mueven.

Gravedad no desarrolla grandes ideas ni nos revela nada que no supiéramos. Lo extraordinario está en la forma, en la forma cinematográfica y la emoción que ésta puede empujar. Cuarón encuentra el balance entre los planos abiertos, pertinentes para hacer sensible el espacio, pero sobre todo para ofrecer una imagen —que llene todo nuestro campo de visión— del globo terráqueo. Y como Neill Blomkamp, que hace decir a uno de los personajes de Elysium (2013) que desde el espacio es posible apreciar la belleza de la Tierra, la cinefotografía de Emanuel Lubezki contribuye a revelar desde la distancia el rostro amable del planeta. (Todo esto se aprecia mejor, mucho mejor, en la pantalla más grande que existe, por lo que es imperioso verla en IMAX y en 3D.) La emoción también proviene de los prodigios de la técnica: reconocer y dejarse llevar por estos planos largos y flotar en el espacio a la deriva contribuyen a hacer de la visión de la cinta toda una experiencia sensorial. La técnica ofrece emoción pura, y ciertamente ayuda el conocimiento en la materia para incorporar esta fuente al caudal emotivo. ¿Por eso la película es mejor apreciada por la crítica que por el público en general? Me imagino que sí. De hecho, sí.

Gravedad no es cerebral ni invita a grandes reflexiones (como 2001: Odisea del espacio, de Stanley Kubrick, por ejemplo), pero tampoco es una cinta insustancial. Tampoco se necesita ser un genio o adivino para anticipar cómo ha de acabar aquello; la gracia está en el cómo (en la forma, otra vez). Cuarón comenta que el tema de su película es el renacimiento, de ahí que en algún momento se sugiera un parto. A mí me parece que hay más. El asunto es la vida misma (y aquí la vida es emoción pura), y para ello precisamos de la Tierra. Y mientras el hombre puede hacer su contribución (aquí lo mejor que puede hacer es, llegado el momento, hacerse a un lado), es en la mujer donde sobrevive la esperanza de la especie: con ella puede reiniciar la vida. A esta conclusión contribuye la dedicatoria que aparece al final: “A mi madre, gracias”.



[1]   Recurso que consiste en registrar planos —o tomas— sin cortes, que no sólo tienen una duración larga sino que tienen una progresión. De hecho, a menudo constituyen unidades narrativas completas (con su inicio, su desarrollo y su conclusión).

MAGIS, año LX, No. 502, noviembre-diciembre 2024, es una publicación electrónica bimestral editada por el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente, A.C. (ITESO), Periférico Sur Manuel Gómez Morín 8585, Col. ITESO, Tlaquepaque, Jal., México, C.P. 45604, tel. + 52 (33) 3669-3486. Editor responsable: Humberto Orozco Barba. Reserva de Derechos al Uso Exclusivo No. 04-2018-012310293000-203, ISSN: 2594-0872, ambos otorgados por el Instituto Nacional del Derecho de Autor. Responsable de la última actualización de este número: Edgar Velasco, 1 de noviembre de 2024.

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