Yunus: reinventando el mundo a través de la banca
Gabriel Orihuela – Edición 439
Este economista bangladesí es una de las personas que más han hecho por combatir la pobreza en el mundo. El principal promotor del microcrédito no sólo ha ayudado a quienes menos tienen, sino que ha despertado millones de conciencias
Muhammad Yunus pudo ser uno de los mejores académicos de Asia. Desde niño sus calificaciones fueron excelentes y, a los 25 años, lo llevaron a estudiar un doctorado en Economía en Estados Unidos. También pudo ser un importante industrial en esa región del mundo; cuando en 1966 la beca Fullbright lo envió a la Universidad Vanderbilt, en Nashville (Tennessee), ya era un empresario destacado en las artes gráficas. Pero, un día de 1976, el profesor Yunus tomó un camino mucho más complicado, que lo llevaría a convertirse en una de las personas que más han hecho por solucionar la pobreza en el mundo.
“Creo firmemente en que podemos crear un mundo libre de pobreza si queremos (…) En un mundo de ese tipo, (el) único lugar en donde puedes ver la pobreza es en un museo. Cuando los niños de escuela visiten un museo de la pobreza estarán aterrorizados al ver la miseria y la indignidad de los seres humanos”, ha dicho quien en 2006 recibió el Premio Nobel. Curiosamente, no fue el de Economía, sino el de la Paz.
“Eliminamos el colonialismo, nos deshicimos de la esclavitud y desaparecimos el apartheid; todos pensaban que todo eso era imposible. Tomemos el siguiente imposible, hagámoslo con gusto y acabemos con él, y creemos un mundo libre de pobreza. Creemos un mundo a nuestra elección”.
El Banco Mundial, al inicio reticente —como muchas instituciones internacionales— a aceptar sus logros, ha reconocido que su labor ha permitido que millones de individuos busquen una salida de la pobreza con dignidad. Y es que su labor como pionero de los microcréditos ahora se reproduce en todas las latitudes. Incluso en Estados Unidos, la mayor potencia económica en el globo.
Un estudio interno muestra que 42 por ciento de las familias apoyadas por sus microcréditos superó la línea de pobreza hasta 2001. Ahora, los delegados de la Cumbre Mundial del Microcrédito han establecido dos metas para 2015: alcanzar a 175 millones de las familias más pobres con las microfinanzas y ayudar a 100 millones de familias a salir de la pobreza extrema. En un futuro, el nombre de Yunus debería ser tan popular como el de otros transformadores sociales: Martin Luther King Jr., Mahatma Gan-dhi, Nelson Mandela o Mijaíl Gorbachov. Mientras, quienes saben de su labor de vida lo conocen como “El banquero de los pobres”.
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Compromiso por su tierra
Muhammad Yunus nació en 1940 en Chittagong, una importante ciudad portuaria que entonces era parte del imperio británico, pero que se convertiría en territorio pakistaní. Sin embargo, la discriminación política, económica y lingüística de sus compatriotas de la parte oeste de Pakistán llevó a una cruenta guerra en 1971, en la que los independentistas triunfaron con el apoyo militar de la India, su país vecino.
Tras nueves meses de batallas, vio la luz la República Popular de Bangladesh, una pequeña nación de un tamaño similar al de Jalisco, Michoacán y Colima juntos, pero en la que actualmente viven alrededor de 150 millones de personas (en todo México hay alrededor de 113 millones).
Tras estudiar su doctorado en Economía, Yunus impartió clases en Tennessee, pero prefirió volver a su lugar de origen en 1972. Ahí participó en la Comisión de Planeación del recientemente formado gobierno bangladesí. Ese mismo año se empleó como profesor asociado y jefe del Departamento de Economía de la universidad de su ciudad natal.
El día en que su vida cambió, ya era un personaje reconocido por gran parte de la población local y dirigía el Programa de Economía Rural de la Universidad de Chittagong. Pero su discurso seguía siendo teórico y poco tenía que ver con una nación que, a pesar de su juventud, ya había vivido los efectos de una terrible hambruna (entre 1973 y 1975), donde la mayoría de la población estaba desnutrida y desempleada, y que sufriría una serie de golpes de Estado (unos sangrientos, otros pacíficos) que marcarían la vida política del país hasta 1991.
Esa tarde, el economista se encontró con que su destino tenía forma de mujer, una que luchaba por ganarse la vida construyendo tarimas de bambú. La mujer no tenía dinero para comprar materia prima, por lo que apenas ganaba lo suficiente para sobrevivir.
De vuelta en la universidad, Yunus les comentó a sus estudiantes lo que había visto y los instó a crear juntos un programa de crédito para apoyar a esta mujer y a otras personas en una situación similar. Al final, le prestó el equivalente a 27 dólares de su bolsillo.
“¿De qué sirve la teoría (económica) si no trabaja para la gente?”, ha cuestionado.
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Grameen y la mejora de las condiciones
En noviembre pasado, Yunus recibió el Premio por Logros de Toda una Vida en Emprendurismo Social otorgado en la Cumbre de Filantropía de Forbes —la publicación que año con año le dice al mundo quiénes son los hombres más ricos del mundo, un club al que sólo se accede si se tienen en la cartera al menos mil millones de dólares—: el bangladesí calificó esa ocasión como un “momento de Cenicienta”.
De hecho, la frase se puede aplicar a la historia del profesor a partir desde 1976, cuando de ese encuentro con la mujer de las tarimas de bambú nació el Banco Grameen. A partir de ese momento, las historias del Grameen y de su fundador se entrelazan de tal manera que parecen la misma.
El Grameen (que significa “rural” o “pueblo” en lengua bengalí) o Banco de los Pobres ofrece microcréditos a personas que de otra manera no tendrían acceso a ningún financiamiento. Para los bancos tradicionales, los pobres no son rentables: piden poco y a veces es más caro el papeleo que el monto del crédito; además, creen que el riesgo de que no paguen es alto y no tienen avales o garantías que disminuyan el peligro para las instituciones.
Por eso, los bancos asumen el camino más lógico —desde su visión—: no le prestan a quien más necesita, aunque esto implique fomentar una espiral en la que quienes menos tienen no avancen, mientras siguen ganando quienes cuentan con más recursos.
Para el banco de Yunus, la lógica es diametralmente opuesta: sólo quienes pertenecen al 50 por ciento más pobre de la población son candidatos a los créditos, que pueden ser por una cantidad tan baja como el equivalente a diez dólares o a superar los cien dólares.
“El crédito es un derecho humano y debe ser tratado como un derecho humano. Si el crédito puede aceptarse como un derecho humano, el resto de los derechos humanos serán más fáciles de establecer”, ha afirmado Yunus.
Sin embargo, no se trata de asistencialismo; de hecho, a diferencia de los prestamistas de la banca tradicional, a los del Grameen no se les permite saltarse ni un solo pago.
“Lo único que se le ocurre al gobierno y a la gente es darle caridad a los pobres. La gente pobre recibe ayudas del Estado. Pero ésa no es la solución a la pobreza”, cree Yunus.
Por años, el Grameen cobró un interés similar o hasta superior al comercial y nunca perdona los préstamos (si bien, los reestructura, es decir, cambia plazos y montos siempre que es necesario). Actualmente, los intereses se han topado por orden gubernamental y el Grameen presume que los suyos son más bajos que los de la media oficial.
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Al inicio, el banco prestaba sin distinción de sexo, aun cuando en una sociedad como la bangladesí poco se confiaba en la capacidad femenina para administrar los recursos. Sin embargo, paulatinamente el banco ha modificado sus políticas para apoyar casi exclusivamente a mujeres —una política que no es extraña entre los programas contra la pobreza y que, por ejemplo, comparte con el programa social mexicano Oportunidades.
“Las mujeres tienen planes para ellas mismas, para sus hijos, para su hogar, sus comidas. Tienen una visión. Un hombre quiere pasarla bien”, ha explicado el Nobel.
Como estos pobres no tienen aval ni garantías, una serie de pruebas y errores llevó a Yunus a la mejor solución: la presión social. Los préstamos se otorgan a grupos de cinco mujeres y cada una de ellas es corresponsable de la deuda de las demás.
Así, las mismas mujeres escogen como compañeras a quienes conocen y saben que no fallarán en los pagos. (Esto, sin embargo, parece afectar a las más pobres entre las pobres, que batallan para ser aceptadas en un grupo). Cuando alguna de las mujeres tiene el riesgo de fallar en un pago, las otras tienen que entrar en acción con actividades que van desde la presión hasta el apoyo monetario, pues si pierde una, pierden todas.
“(Buscamos) revertir el viejo círculo vicioso de ‘bajo ingreso, bajo ahorro y baja inversión’ y convertirlo en un círculo virtuoso de ‘bajo ingreso, inyección de crédito, inversión, más ingreso, más ahorro, más inversión, más ingreso’”, se lee en la página oficial de la institución.
Los logros del Grameen han sido más que económicos. Las prestatarias se empoderan y, lentas pero seguras, rompen barreras históricas para ellas, como el acceso al mercado laboral, su papel en el hogar y hasta la planificación familiar.
Al final de sus reuniones, las mujeres recitan las “16 decisiones”, que incluyen desde su intención de reparar sus casas y construir una nueva lo más pronto posible, a mantener sus familias pequeñas.
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El crecimiento de un sueño
Tras un exitoso inicio en Jobra (un pueblo cercano a la Universidad de Chittagong) y algunas poblaciones cercanas, con el apoyo del Banco Central de Bangladesh y la ayuda —muchas veces a regañadientes— de los bancos comerciales nacionalizados, el proyecto se extendió al distrito de Tangail (al norte de Dacca, la capital del país) y luego a varios otros distritos de la nación.
En 1983, el Grameen se transformó en un banco independiente según la legislación de su país. Actualmente, más de 90 por ciento de sus acciones está en manos de sus prestamistas y el resto es propiedad del Estado.
El 97 por ciento de sus prestatarios —que ya superan los 8 millones— son mujeres. El Grameen ofrece sus servicios en más 81 mil pueblos, una cobertura de más de 97 por ciento de los poblados de Bangladesh.
Las prestatarias usan sus créditos para comprar bisutería que venden casa por casa, adquirir materia prima para producir y comercializar alimentos, o hacerse de una vaca, entre otras cosas que les darán la posibilidad de autoemplearse. Y el impacto positivo en sus vidas ha sido documentado por varios estudios realizados por instituciones independientes, como el Banco Mundial, el Instituto Internacional de Investigación y Política Alimentarias, y el Instituto de Estudios de Desarrollo de Bangladesh.
“Los logros del Banco Grameen han propiciado que su modelo se reproduzca en más de 40 países y el Banco Mundial ha tomado la iniciativa de patrocinar esquemas tipo Grameen”, se lee en el sumario del estudio Grameen Bank: Performance and Sustainability, volumen 1, disponible en los documentos del Banco Mundial.
Y no son pocos los negocios que el Grameen ha generado. Desde su inicio ha distribuido más de 684 mil millones de takas, la moneda bangladesí (lo que equivale a 116 mil 733 millones de pesos). La tasa de recuperación de sus créditos es de 97 por ciento: la envidia de muchos bancos comerciales en todo el mundo.
“En el futuro la pregunta no será ‘¿Es la gente digna de crédito?, sino ‘¿Son los bancos dignos de la gente?’”, ha afirmado Yunus.
Desde 1991, la visión de Yunus se ha complementado con la creación de más de una veintena de empresas sociales, también presididas por él, entre ellas, Grameen Telecom, que provee servicios telefónicos en áreas rurales, por medio de teléfonos celulares que rentan algunas mujeres; Grameen Shakti, una compañía sin fines de lucro que busca proveer de energía renovable a los poblados sin electricidad, y Grameen Shikkha, que ofrece apoyos financieros para la educación.
“Algo así hemos hecho en Bangladesh. Donde veo un problema, inmediatamente creo una compañía. Eso es lo que he hecho toda mi vida”, ha dicho.
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Reconocimiento mundial
Aunque mucho más conocida en algunos círculos, la labor de Yunus no ha pasado inadvertida a lo largo de todos estos años. Ha sido parte de 34 comités y comisiones internacionales, y formado parte de 36 comités de consejería en el mundo, como el Consejo Internacional para Liberarse de Hambre en Estados Unidos o el Instituto de Praga para el Desarrollo Urbano Global en Checoslovaquia.
Una veintena de participaciones en mesas directivas y 55 grados honorarios forman parte también de su currículum, al igual que más de 120 premios internacionales, entre los que destaca el Premio Nobel de la Paz, que en 2006 compartió con su Banco Grameen (que como institución ha recibido ocho reconocimientos internacionales).
“La paz duradera no puede ser alcanzada a menos de que grandes grupos de población encuentren formas para acabar con la pobreza. Los microcréditos son una de esas maneras. El desarrollo desde abajo también sirve para el avance de la democracia y los derechos humanos”, se lee en el anuncio oficial del premio.
El 14 de octubre de 2006, la portada del diario bangladesí Star Report llevó como encabezado principal el de “Yunus enorgullece a la nación”, bajo el que se leía: “Después de la independencia en 1971 y de la restauración de la democracia en ’91 Bangladesh atestiguó su mayor logro cuando el profesor Muhammad Yunus y su Banco Grameen fueron declarados ayer ganadores del Premio Nobel de la Paz 2006 por ser pioneros en el uso del microcrédito para beneficiar a los emprendedores pobres”.
El profesor Yunus es el primer bangladesí y también el tercer bengalí (originario de la región de Bengala, que comparten Bangladesh e India), después del poeta Rabindranath Tagore y el economista Amartya Sen, en ganar el Premio Nobel.
El júbilo no sólo se reflejó en los medios asiáticos: el Chicago Tribune afirmaba que aunque muchos estadounidenses no tenían el nombre de Yunus en el radar, su mensaje bien podría resonar profundamente en esa “nación de luchadores”. El británico The Guardian recordó cuando Bill Clinton, expresidente de Estados Unidos, era gobernador de Arkansas, se acercó a Yunus para reproducir su modelo en ese estado.
El cable de la agencia española efe que reprodujeron varios medios mexicanos mencionaba que dar el Nobel a un economista de ese tipo era un mensaje en contra del neoliberalismo, algo que el mismo Yunus parece creer.
“La crisis financiera actual deja muy claro que el sistema que tenemos no está funcionando realmente y que éste es el momento justo para que deshagamos las cosas y las construyamos de una nueva manera”, ha dicho el galardonado.
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Yunus en México
En sus visitas a México —un país con un Producto Interno Bruto per capita diez veces mayor al de Bangladesh—, Yunus ha promovido su ideas y establecido programas de apoyo que fomenten el uso del microcrédito en la nación. Estuvo en Jalisco en 2011, cuando la Coparmex lo invitó como conferencista en el Congreso Iberoamericano de Jóvenes Empresarios, al que asistieron cerca de mil 500 personas de 18 países.
“Es una persona que también recurre a las grandes empresas y les pide que fabriquen cosas que, aunque no existen en el mercado, él las necesita. Y, de alguna manera, les vende la idea de que son proyectos necesarios y que finalmente recuperarán su dinero”, comenta Óscar Benavides, presidente de Coparmex Jalisco. La experiencia, dijo, marcó de por vida a los asistentes, tanto por la innovación que han requerido sus iniciativas como por su función social.
“Cualquier persona que escuchó al profesor Yunus, en ese momento incorporó un chip de la importancia que tiene no solamente sacar adelante una empresa sino a toda la gente que depende de esa empresa: los empleados, los accionistas, los clientes, los proveedores y la comunidad en general”.
Esa emoción se trasladó al gobierno estatal: el entonces gobernador Emilio González Márquez puso en marcha el Programa de Economía Solidaria (Peso) para ofrecer microcréditos desde 500 pesos. Sin embargo, el programa no tuvo continuidad. La Secretaría de Desarrollo Económico del gobierno de Aristóteles Sandoval reconoce que el programa ya no existe y tampoco pudo responder sobre qué iniciativas de este tipo operan en la entidad.
“Fueron buenas intenciones en su momento que se tuvieron, pero yo creo que se requiere mucha valentía y perseverancia para llevar a cabo un proyecto de éstos, no es sencillo”, asegura Benavides.
En 2008, el magnate mexicano Carlos Slim —una presencia asidua en la lista de los multimillonarios de Forbes, en segundo lugar en la edición más reciente— firmó, a través de su Fundación Carso, un convenio con Grameen Trust para poner en marcha Grameen Carso, una sociedad financiera de objeto múltiple dedicada a otorgar líneas de microcréditos a segmentos de la población de bajos recursos.
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Según el Emerging Markets Information Service, Grameen Carso tiene 14 sucursales y más de 11 mil clientes en los estados de Oaxaca, Puebla y Zacatecas. Ningún vocero de esta sociedad estuvo disponible para comentar los resultados obtenidos en el país.
Yunus estará de nuevo en México en noviembre de 2014 para participar en la Cumbre Global de Negocios Sociales en el Distrito Federal, que por primera vez se realizará en América Latina y que es promovido, entre otros, por Ashoka, una organización sin fines de lucro que impulsa el emprendimiento social y opera en 70 naciones.
Ashoka, de la que Yunus es parte del consejo consultivo, apoya no sólo negocios sociales sino emprendimientos sociales, es decir, iniciativas que pretenden resolver un problema, más que obtener un ingreso. En México se tienen programas como Avancemos, que ayuda a jóvenes de 14 a 24 años con su primera experiencia de emprendimiento social; Ashoka U, su programa para universitarios; Ashoka Venture, que otorga recursos por tres años a emprendedores sociales; y Ciudadanía Económica para Todos, que pretende apoyar a las empresas a migrar de un modelo de responsabilidad social a esquemas de negocio inclusivo.
“La manera de hacer negocios está cambiando, y si hoy quieres hacer negocios, necesitas pensar en cuál será el impacto que tu actividad va a tener en la sociedad porque cada vez más el público busca vincularse con empresas que tengan esta visión muchísimo más integral”, explicó Adriana Aldana, directora de Comunicación y Framework Change de Ashoka México y Centroamérica.
Las controversias
En enero de 2007, tras una serie de disturbios políticos en Bangladesh, se nombró un gobierno de transición para administrar las siguientes elecciones generales. En ese tiempo, Yunus manifestó su intención de crear un partido político, pero la descartó unos días después. Sin embargo, de acuerdo con el mismo economista, ésta puede ser la razón de lo que considera una persecución política desde el poder.
El gobierno nombró a Muzammel Huq, un ex empleado del Grameen, como presidente de la mesa directiva, y éste solicitó al Ministerio de Finanzas, la renuncia de Yunus a la dirección ejecutiva argumentando que sobrepasa la edad de retiro para el sector bancario en Bangladesh, que es de 60 años.
Tras una batalla legal, Yunus anunció su salida, “para asegurar que mis colegas y los ocho millones de miembros y propietarios del banco no sufran ninguna dificultad”. Muzammel Huq renunció a su puesto el año pasado por motivos personales, en medio de rumores de la intención gubernamental de hacerse de una mayor parte del banco.
Pero no ha sido todo: en los últimos años, Yunus ha sido acusado de delitos que van del fraude y el desvío de fondos a la evasión fiscal, lo que ha sido negado no sólo por Yunus y su equipo legal, sino también por las propias instancias internacionales que por años han apoyado su labor.
En la página del Yunus Centre, desde el que el profesor continúa su labor de promoción de los microcréditos, se pueden leer varias cartas de apoyo a su persona y de petición a las autoridades bangladesíes para que las cosas vuelvan a la normalidad.
Como sea, más de 35 años después, Yunus sigue su misión de combatir la pobreza a través del microcrédito, un objetivo que, como dijo en su mensaje de despedida a quienes participan del Grameen, aún está lejos.
“Mi relación con ustedes nunca se romperá. Incluso tras dejar el Banco Grameen, estaré cerca de ustedes. Ustedes y sus hijos aún tienen que recorrer una larga distancia. Y yo estará cerca en esta emocionante jornada”. m
Para leer más
Mira esta entrevista exclusiva con Muhammad Yunus.