Vida y naturaleza en la música
Sergio Padilla – Edición 486
Un accidente le permitió a Eduardo Strauch contemplar el sentido de la vida y la muerte, la fuerza de la naturaleza, el valor de la amistad, la solidaridad, el tiempo y el sentido de la trascendencia, temas que han inspirado obras de muchos compositores.
En octubre de 2022 se cumplirán 50 años del accidente aéreo, en un inaccesible paraje de la cordillera de los Andes, que afectó a un equipo uruguayo de rugby que viajaba hacia Chile. Una vez que la historia dio la vuelta al mundo, se conoció la odisea que tuvieron que pasar los 16 sobrevivientes a lo largo de 72 días, y que contrastó con la lamentable tragedia que costó la vida de 29 personas.
En 2012, Eduardo Strauch, uno de los pocos sobrevivientes que se atrevieron a compartir con amplitud lo que vivieron en esos días, publicó el libro Desde el silencio, cuarenta años después, donde recuerda la hondura y el significado de aquellos hechos a partir de la perspectiva que le dio el tiempo. Una de sus experiencias más significativas fue apreciar el valor de la vida y la grandiosidad de la naturaleza: “Una de las primeras noches de espera y de desamparo, no pude evitar detenerme por unos segundos ante la belleza del firmamento que brillaba con tantas estrellas que yo no había visto jamás. Aspiré ese aire incontaminado y me sentí unido a la naturaleza con una intensidad desconocida. En ese momento experimenté toda su potencia y su infinitud. No sólo me sentí parte del universo, sino que me parecía poder abarcarlo y vivir su plenitud en cada respiración”. La experiencia le permitió contemplar el sentido de la vida y la muerte, la fuerza de la naturaleza, el valor de la amistad, la solidaridad, el tiempo y el sentido de la trascendencia, temas que han inspirado obras de muchos compositores.
Haydn—The Creation / Die Schöpfung, Adam Fischer (Euroarts, 2009)
La Creación, de Franz Joseph Haydn (1732-1809), es un oratorio dramático religioso basado en textos en alemán del Génesis bíblico, algunos salmos y el poema narrativo El paraíso perdido, del escritor inglés John Milton. El coro final de la primera parte recoge los primeros versos del salmo 19: “Los cielos proclaman la gloria de Dios, la obra de sus manos anuncia el firmamento”, y es de una fuerza arrobadora y que recoge plenamente la acción de alabanza por la naturaleza.
Alleluia, Julia Lezhneva (Decca, 2013)
El exquisito y encantador motete, Exsultate, Jubilate (Alégrense, expresad el júbilo) es una obra de juventud de Wolfgang A. Mozart (1756-1791), pues la compuso en 1773. Está escrita para voz de soprano, ya sea de mujer o de niño, acompañada por una orquesta de pequeñas dimensiones. Tiene tres partes: un aria de inicio, un recitativo y el aleluya final. Es una obra alegre que, en su sencilla y fresca alabanza a la vida, finca su grandeza, y su no menor profundidad.
Beethoven Violin Concerto & Symphony No. 6 Pastoral. Bernard Haitink-Berliner Philharmoniker (Euroarts, 2016)
Una de las obras más paradigmáticas de la relación entre la música y la naturaleza es la Sexta Sinfonía, “Pastoral”, compuesta en 1808 por Ludwig van Beethoven (1770-1827). Se trata de uno de los primeros intentos del romanticismo musical por describir con sonidos las más diversas realidades; aunque el propio Beethoven dijo que, en esta sinfonía, más que describir ciertos paisajes naturales y escenas bucólicas, quiso expresar los sentimientos y emociones que la naturaleza provocaba en su interior.
Beethoven: Symphony No. 9 (Bernstein in Berlin), Leonard Bernstein (Deutsche Grammophon, 1990)
Al componer su Novena Sinfonía “Coral”, Beethoven hizo una obra revolucionaria por la inclusión de solistas y un coro en el movimiento final, utilizando un poema que siempre apreció: la célebre Oda a la alegría del poeta alemán Friedrich von Schiller. La parte coral es impresionante, pues no hay que olvidar que surgió de un hombre prácticamente sordo, lleno de problemas de todo tipo y con muchas experiencias dolorosas, pero que con esta obra expresó su sí a la vida.
Mahler: Symphony No. 2, Leonard Bernstein. (Deutsche Grammophon, 1990)
La Segunda Sinfonía en Do menor “Resurrección”, de Gustav Mahler (1860-1911), está inspirada por el enfrentamiento y el miedo ante el destino humano hacia la muerte, pero con la esperanza de la victoria final. Los primeros tres movimientos de la obra expresan los contrastes de la vida. En la cuarta parte, Mahler utilizó un texto del poeta Klopstock para proclamar la salvación divina y la vida eterna ante la muerte: “Moriré para vivir”, concluye la sinfonía en medio del júbilo coral y el clímax orquestal.