Vacíos urbanos: qué hacer (y qué no hacer)
Moisés Navarro – Edición 449
En las ciudades existen vacíos por todas partes: debajo de los puentes vehiculares, en los canales de aguas, en los terrenos que esperan para ser vendidos; en las fábricas y los comercios que emigraron a otra parte, fraccionamientos que fracasaron, zonas de la ciudad que quedan desiertas a determinadas horas del día
Guadalajara es una ciudad en la que falta imaginación para cubrir los vacíos urbanos. En lo que podríamos llamar ciudad central, los lotes inutilizados y los edificios abandonados dan lugar a torres habitacionales, mientras que los municipios recientemente añadidos a la Zona Metropolitana se llenan con fraccionamientos y pequeños centros comerciales.
Existen vacíos por todas partes: los hay debajo de los puentes vehiculares, en los canales de aguas, en los terrenos que esperan el mejor momento para ser vendidos (eso que llamamos especulación urbana); en las fábricas y los comercios que emigraron a otra parte, espacios comunes que quedaron a la deriva, fraccionamientos que fracasaron, zonas de la ciudad que quedan desiertas a determinadas horas del día.
La ciudad de Nueva York transformó sus vías férreas abandonadas en un parque lineal (High Line). Los terrenos donde operó la Fundidora de Fierro y Acero de Monterrey ahora son un parque que además funciona como una especie de museo industrial (Parque Fundidora). Los italianos se enfocaron en las zonas ocultas de sus vías rápidas y las están transformando en espacios de convivencia (Bajo el viaducto). São Paulo convirtió una vieja fábrica de tambores en uno de los centros culturales más importantes de su país (Centro Cultural SESC, de Pompéia). En Barcelona nace el Distrito 22@, que reactiva la vida en las viejas zonas industriales de Poblenou, donde conviven centros de investigación, viviendas patrimoniales y áreas verdes. Los lofts readaptan fábricas abandonadas en vivienda.
Tal vez la reinterpretación de espacios más significativa se genere en Detroit. La ciudad modelo estadunidense quiebra y se convierte en un escenario de ciencia ficción postapocalíptica. Los habitantes que quedan en el centro de la ciudad se apropian de baldíos y los convierten en huertos comunitarios por su necesidad apremiante de alimentos. Y es notable que los huertos comunitarios más representativos sean espacios abiertos y no sean víctimas de vandalismo.
Mientras tanto, Guadalajara vive, quizá, su transformación más violenta de los últimos 20 años. Unos espacios se ocupan y otros se abandonan. La creatividad queda sometida por las modas y los intereses económicos. Lástima: el potencial de cambio es altísimo.
La frontera norte de Guadalajara alberga un vacío espectacular: la Barranca de Huentitán cuenta con una profundidad promedio de 600 metros. Por fortuna está semiolvidada. Los últimos proyectos que han volteado hacia ella lo han hecho con nulo respeto por la biodiversidad y el paisaje. La Barranca es uno de los pocos lugares que nos quedan para el silencio, para la contemplación, para el encuentro con uno mismo. Por nuestro bien, esperemos que los promotores de nuestra ciudad la sigan olvidando. m.
Para saber más
:: Corto documental Bajo el viaducto.
:: Parque Fundidora.
:: High Line.
:: Detroit.
:: Distrito 22@.