Una cancha para el barrio
Mariana Bazo – Edición 496
La cancha es lo más parecido a una plaza en Nueva Unión: es donde la comunidad celebra el Carnaval a la manera tradicional andina; donde los vecinos intercambian chismes y el punto seguro designado para reunirse en caso de terremoto
Nueva Unión no tiene agua corriente, conexión a la red eléctrica ni carreteras asfaltadas. Pero tiene algo que hace más llevadera la vida en una barriada peruana: una cancha de futbol.
Los residentes de Nueva Unión, en su mayoría inmigrantes de provincias peruanas pobres, cavaron un claro llano para jugar en la polvorienta ladera cuando se instalaron en Lima, hace unos 15 años.
“Esto era una colina. No era como ahora. Pero, sin nada más que nuestra determinación, empezamos a cavar. ¿Para qué? Para tener algo en qué distraernos todos los domingos”, cuenta Édgar Champi, de 40 años y residente en Nueva Unión.
El campo, sin césped —como decenas de campos improvisados similares en todo el país—, es un testimonio del amor de Perú por el futbol, un país cuyo equipo nacional participó en Catar 2022 —su última vez en una Copa del Mundo había sido en España 1982. “¡Es pura felicidad!”, decía entonces Luisa Alcántara, abuela de 54 años, acerca de su selección. “Cuando marcan un gol, hasta las mesas tiemblan”. La fiebre del Mundial inyectó un nuevo entusiasmo a los partidos disputados en el campo de Nueva Unión.
Los jugadores levantan nubes de polvo y se gritan apodos: “¡Fideo!”, “¡Bebé!”, “¡Enano!”. Champi y otros hombres se apresuran a marcar goles mientras las mujeres venden chicha, una bebida tradicional hecha de maíz morado, a la multitud que se ha congregado para verlos.
Nueva Unión es hogar de familias trabajadoras que luchan por labrarse un futuro mejor con la escasa ayuda de las autoridades. Al carecer de acceso a los servicios públicos básicos, sus residentes tienen que pagar un sobreprecio por el agua que venden camiones privados, y que a menudo suspenden las entregas cuando las carreteras están demasiado resbaladizas en invierno. La electricidad llega por cortesía de un vecindario cercano, que también cobra tarifas más altas.
Víctor Antonio Córdoba, de 32 años, principal organizador deportivo del barrio, afirma que la cancha de Nueva Unión mantiene a los residentes sanos y felices. Todos los jugadores estrella de la selección peruana proceden de barrios de bajos ingresos, señala. “Quién sabe, quizá los futuros talentos salgan de aquí”, dice. “Sin una cancha, no lo sabremos”.
De lunes a sábado, cuando la mayoría de los hombres del barrio trabajan, las mujeres juegan futbol o voleibol en la cancha. “Dejamos jugar a los hombres los domingos”, dice Alcántara, riendo.
Martha Injusta, de 49 años, madre de dos hijos, que se gana la vida limpiando casas, atribuye al espacio el mérito de haberla ayudado a ponerse en forma. “Antes estaba muy gordita”, afirma.
La cancha es lo más parecido a una plaza en Nueva Unión. Es donde la comunidad celebra el Carnaval a la manera tradicional andina, bailando alrededor de un árbol cargado de regalos. Es el lugar donde los vecinos intercambian chismes y el punto seguro designado para reunirse en caso de terremoto. Mientras anochece y termina un partido, un altavoz instalado junto al campo recuerda a los residentes que ayuden a construir una nueva escalera para facilitar la empinada subida a sus casas. Hay otros proyectos en el horizonte: un muro de contención para protegerse de los desprendimientos de tierra, un centro comunitario para reuniones y redes nuevas para las porterías de la cancha. “Por supuesto que vamos a mejorarla”, dice Roger Loayza, técnico mecánico de 32 años. “Esto antes era una colina, pero ahora tenemos algo”.
Texto: Mitra Taj