Trabajar sin patrones: el futuro en nuestras propias manos
Jesús Estrada Cortés – Edición 431
Con valores como la solidaridad, el apoyo mutuo y la horizontalidad, las cooperativas están emergiendo en el mundo como alternativa viable ante una marcada decadencia capitalista. Hoy están asociados a este modelo más de 800 millones de habitantes de nuestro planeta, según datos de la Alianza Cooperativa Internacional.
Imagine empresas formadas por personas que se han agrupado por afinidad para producir determinados productos, ofrecer servicios o simplemente para consumir, unidas de manera horizontal conforme a valores como la solidaridad y la autogestión; donde todos ganan lo mismo —o, cuando menos, la diferencia entre sus ingresos es mínima—; las decisiones son tomadas de forma democrática; todos son socios y cada uno valora su trabajo, no sólo por un fuerte sentido de pertenencia sino también porque saben de su impacto en el desarrollo de su comunidad. Ésta no es una visión utópica. Así es como hoy están asociados más de 800 millones de habitantes de nuestro planeta, según datos de la Alianza Cooperativa Internacional.
Aunque existen desde hace siglos, las cooperativas han comenzado a cobrar una importancia singular hoy en día, cuando el capitalismo vive una de sus crisis más graves: en Estados Unidos —el país más rico del planeta—, 1% de la población acumula la sexta parte del Producto Interno Bruto (PIB), según revela un estudio de la Universidad de Berkeley y de la Paris School of Economics; en México, hasta 2008, el 10% más rico de la población acumulaba 41.3% del ingreso, mientras que el decil más pobre apenas obtuvo 1.2%, según una investigación del Centro de Estudios Económicos de El Colegio de México.
En este contexto, el cooperativismo se está erigiendo como una alternativa de trabajo y de vida para muchas personas. Aunque muchas cooperativas no viven al margen del mercado capitalista sino que interactúan con él, sí constituyen experiencias de organización interna diferentes a las de las sociedades anónimas.
Guillermo Díaz, académico del Centro de Investigación y Formación Social (CIFS) del ITESO, asegura que no sólo las cooperativas están cobrando relevancia en el mundo, sino también las llamadas “economías solidarias” —“dentro de las cuales el cooperativismo es sólo una expresión”—, junto con otras expresiones de organización solidaria como las mutualistas o el trueque.
Existen varios tipos de cooperativas, de producción de bienes y servicios, de consumo, mutuales de servicios a socios, así como de apoyos en caso de enfermedad o muerte de un socio, y las de ahorro, como las cajas populares. Aunque Díaz dice, con el entusiasmo de quien ha dedicado mucho tiempo a estudiar estas formas de organización económica, que en el caso de México se incluyen otras formas de cooperativismo, como las organizaciones campesinas indígenas, algunos ejidos colectivizados y organizaciones de segundo nivel como las uniones de ejidos.
Victoria obrera, éxito cooperativo
“En nuestro caso, convertirnos en cooperativa fue una necesidad, más que una convicción. Era eso o morir”, confiesa Jesús Torres Nuño, presidente del Consejo de Administración de la cooperativa Trabajadores Democráticos de Occidente (Tradoc), fundada en 2005 cuando los trabajadores de la planta de Euzkadi ganaron una huelga de más de tres años a la trasnacional alemana Continental —la cuarta empresa productora de llantas en el mundo— y recibieron como pago la fábrica.
Los trabajadores sindicalizados decidieron en asamblea que su organización se convertiría en cooperativa para poder reactivar la planta, ahora operada y administrada por ellos mismos.
“La verdad, nadie conocía el tema de la cooperativa, pero entendíamos que no podíamos por ningún concepto asumir bienes o activos de los empresa conforme la figura de sindicato”, recuerda Torres Nuño. “Buscábamos la forma de organización a futuro y decidimos que una cooperativa podía heredar los principios y valores del sindicato, como la democracia y la solidaridad, y asumir los activos de la empresa, que son superiores en este momento a 100 millones de dólares”. Hoy la compañía se llama Corporación de Occidente.
Torres Nuño relata que Tradoc buscó establecer un modelo “lo más igualitario posible sin caer en algo que fue venenoso en los países burocratizados, como Cuba”. Es decir, un modelo que no compensa mejor a los socios que trabajan más o que tienen mayor responsabilidad. “Entendíamos que debíamos competir contra los verdaderos tiburones de la industria”, comenta.
Los socios no reciben salarios sino “adelantos de rendimiento”, cuya distribución se rige por un tabulador. “Es muy importante la equidad en el trabajo: los que tienen mayor grado de responsabilidad o mayor carga de trabajo ganan un poco más, pero es a todos los niveles”, asegura Torres Nuño. En promedio, los adelantos de rendimiento más altos rondan los 20 mil pesos, y los más bajos, alrededor de 15 mil. A diferencia de las grandes sociedades anónimas, en Tradoc los directores “no ganan cientos de miles de pesos al mes”.
Algunos años después de su creación, la cooperativa tomó otra decisión particular. En 2008 firmó una alianza con la estadunidense Cooper Tire, que pasó a ser accionista de la empresa, aunque la mayor parte de las acciones aún pertenecen a la cooperativa. Torres Nuño relata que para llegar a ese acuerdo “hubo una fuerte discusión en la cooperativa. Había compañeros que disintieron con nosotros”. Sin embargo, el grueso de los socios entendió la necesidad de alcanzar el convenio con la trasnacional para enfrentar la competencia internacional. “Los resultados son impresionantes. En cuatro años de alianza se revirtieron los estados de pérdida de la empresa […] se han hecho inversiones importantes, se reconvirtió la fábrica, casi 60 por ciento ahora son máquinas de alta tecnología y ahora competimos contra los grandes llanteros”. De los casi 20 millones de llantas que produjo la industria mexicana en 2011, cerca de cuatro millones salieron de la planta de El Salto. Otro dato: en 2005 había 580 cooperativistas en Tradoc; actualmente son mil 20.
Y en el marco del acuerdo con Cooper, Tradoc ha mantenido su autonomía: “La alianza funciona por el principio del respeto como socios. Como gringos dicen: ‘business are business’; ellos se llevan sus llantas baratas y han respetado la vida interna de la cooperativa”.
Los cooperativistas han mantenido vivo el valor de la solidaridad apoyando diferentes luchas obreras. Cada semana destinan una parte de sus adelantos de rendimiento para apoyar la lucha minera en Cananea, a los trabajadores despedidos de una vidriera en San Luis Potosí, a los asalariados del Sindicato Mexicano de Electricistas (SME) o al Sindicato de Trabajadores Unidos de Honda de México. Además, lanzaron recientemente la Gaceta Obrera, un periódico de la clase trabajadora donde los asalariados expresan sus opiniones sobre diferentes temas laborales.
Las bebidas cooperativistas
Un ejemplo de solidaridad se puede encontrar en la relación entre Tradoc y la Cooperativa Pascual (que elabora los refrescos Boing), pues los trabajadores de la firma refresquera vivieron un conflicto laboral a comienzos de los años ochenta y recibieron apoyos de los llanteros; después, Pascual ayudó a los obreros de Euzkadi en su huelga.
Salvador Torres, presidente del Consejo de Administración de la empresa refresquera, relata su experiencia: “Pascual, como cooperativa, tiene 25 años de haberse conformado, después de un proceso de huelga en que el capitalista negaba prestaciones y derechos fundamentales a los trabajadores”. Estos obreros también ganaron su batalla legal y se remataron los bienes de la empresa a favor de los trabajadores. “En 1985 se comienza a trabajar como sociedad cooperativa, con mil 500 socios. Hoy cubrimos el mercado nacional, tenemos alza en la producción y alrededor de 5 mil trabajadores”, relata Torres.
“En Pascual, las decisiones son colectivas, por asamblea, sobre todo cuando se trata de formar o nombrar a los representantes de la cooperativa”. Además, hay un rol con cambios constantes para que los trabajadores puedan acceder a puestos de administración y de dirección de la empresa.
Para Salvador Torres, el éxito que ha tenido Pascual también se observa en su crecimiento tecnológico. “Tenemos dos plantas modernas de producción en Hidalgo y en Querétaro, donde se concentra toda la fruta que se compra. Somos clientes consumidores de frutas de todo el país”.
Horizontalidad editorial
Las experiencias exitosas no se limitan al ramo industrial; también llegan a proyectos más pequeños y a sectores tan diversos como el editorial. A finales de los noventa, Vivian Abenshushan y Luigi Amara, un matrimonio con experiencia en la edición de revistas, vio con desencanto cómo “el proceso de globalización y acumulación de capital se había trasladado al mundo de los libros”. Los grandes grupos editoriales absorbían a los negocios independientes. Así, no sólo se desató una homogeneización de los negocios sino también de propuestas editoriales basadas en el mero lucro: homogeneidad de géneros y la instauración en las librerías de reglas comerciales “como de supermercado”. Si después de dos meses un libro no logra las ventas esperadas por la cadena comercial, se retira de los estantes o es devuelto a la editorial. “Como un salchichón”, dice con rabia Vivian. Así nació la idea de lo que hoy se conoce como Tumbona Ediciones.
Segura de sus palabras, Abenshushan recuerda que ella y su esposo visitaron Argentina en los tiempos posteriores a la crisis económica de 2001 y observaron el florecimiento de editoriales independientes, que surgieron precisamente a partir de la debacle del modelo neoliberal en ese país. Tiempo después, en 2005, fundaron Tumbona Ediciones como una editorial cooperativa.
“Queríamos explorar la horizontalidad, es decir, compartir decisiones y responsabilidades
democráticamente sin una jerarquía vertical”, explica Abenshushan. La idea era que los autores se fueran incorporando al proyecto como cooperativistas, porque no se requerían grandes inversiones para lanzar la editorial —apenas 10 mil pesos— y “porque nos habían dicho que como cooperativa habría beneficios fiscales y estímulos, que no han sido muy evidentes”.
El trabajo en la editorial está organizado de manera flexible. Hoy son seis socios que trabajan desde su casa, se reúnen una vez a la semana para tomar decisiones y repartir responsabilidades. “Los libros que llegan se discuten entre todos. Es decir, uno o dos editores lo leen y luego se hace un planteamiento en una reunión”, relata. En los primeros años no hubo reparto de ingresos económicos entre los socios, pero ya hacen un pago de “sueldos simbólicos”.
Tumbona es una editorial que no ha querido crecer, porque entonces la lógica de producción cambiaría. “Lo intentamos durante un año y la dinámica de la producción a gran escala, más industrial, le quitaba parte de su sentido y teníamos que trabajar más”, relata. “Nos gusta esta pequeña economía manejable. Por eso se llama Tumbona Ediciones, el eslogan es el derecho universal a la pereza, tomado de un libro de Paul Lafargue, el yerno de Marx”.
La cooperativa ha publicado 60 títulos.
Las experiencias en el mundo
Mientras en México las cooperativas aún se abren camino, en la escala global sobran los casos de éxito. Guillermo Díaz cita a Mondragón, una cooperativa que surgió en 1956 como iniciativa industrial en la ciudad del mismo nombre de Guipúzcoa, en el País Vasco. “Dentro de España funciona como cooperativa y fuera se presenta como un grupo más privado que social. Es el noveno grupo español. Está compitiendo en ventas e ingresos con los grandes grupos de España, como los del sector de energías”.
Corporación Mondragón actúa en cuatro ámbitos: financiero, industrial, distribución y conocimiento. En 2011 estaba conformado por más de un centenar de cooperativas de trabajo y producción, contaba con 83 mil 569 empleados, obtuvo ingresos totales por 14 mil 832 millones de euros y el valor de sus activos llegó a 32 mil 454 millones de euros —El Corte Inglés facturó 15 mil 778 millones de euros ese mismo año.
La corporación tiene un fuerte arraigo en la parte educativa. De hecho, surgió a partir de la inspiración de un sacerdote, Juan María Arizmendiarreta, quien en 1946 fundó en Mondragón una escuela profesional, y cinco de sus egresados conformaron en 1956 la primera cooperativa del grupo, dedicada a la fabricación de cocinas y estufas. Más adelante fundaron más cooperativas de producción, de crédito y un banco de cooperación. De esta manera, han conformado una red de apoyo mutuo, donde las ramas financieras apoyan a los proyectos industriales y de distribución; en el medio operan sus proyectos de formación y capacitación, dotando a los demás sectores del personal necesario para sostener las operaciones de la corporación.
Además de centros de enseñanza de nivel secundario, Mondragón cuenta con varios recintos de educación técnica, una escuela de negocios y la Universidad Mondragón, con cerca de nueve mil alumnos.
En Argentina, después de la crisis de 2001 cerraron muchas empresas, lo que incrementó las tasas de desempleo y desencadenó uno de los mayores movimientos de protesta popular de los últimos años en el mundo. En ese marco, cientos de trabajadores desocupados decidieron asumir el destino en sus propias manos, recuperando fábricas y empresas cerradas para volver a ponerlas a operar conforme la figura de cooperativas, englobadas en el Movimiento Nacional de Empresas Recuperadas. (En la edición de 426 de MAGIS, publicamos un foto-reportaje sobre una de estas experiencias.)
Hasta ahora suman cerca de 200 las empresas reabiertas por los trabajadores, que se rigen por los principios de la autogestión, apoyo mutuo y horizontalidad en la toma de decisiones. Además de demostrar el poder de los empleados para levantar por sí mismos fábricas quebradas por los capitalistas, este movimiento está evidenciando el poder que tiene la solidaridad con las comunidades, ya que los trabajadores han contado con el apoyo de asociaciones barriales, de piqueteros y otras organizaciones sociales.
¿Transición, sustitución o reforma?
Pese al éxito de las cooperativas frente a la crisis que vive el capitalismo, los especialistas no ven con claridad que este modelo pueda constituir una alternativa definitiva. Jesús Torres Nuño, de Tradoc, dice: “Las cooperativas son una oportunidad para los trabajadores ante los cierres de empresas, pero mi opinión es que el cooperativismo no es la panacea. Por ejemplo, Hugo Chávez dice que Venezuela es el país con más cooperativas, pero no es este modelo de cooperativismo de Estado lo que representa la alternativa”.
Guillermo Díaz observa que en torno al cooperativismo hay una diversidad de tendencias: “Ciertos sectores ven que deben ser antisistémicos y una alternativa radical sustitutiva de la economía capitalista. Otras tendencias ven que son de transición, se les considera como formas no capitalistas, mas no anticapitalistas porque sí son capaces de establecer algún nexo con el mercado. La tercera tendencia es la que dice que el capitalismo debe tener un rostro más humano”.
Díaz no considera a Tradoc y a Pascual como experiencias de economías de transición. “Las cooperativas están llamadas a una sustitución muy radical y al mismo tiempo muy compleja y muy bella por su propia utopía, porque con ellas rompes con la esfera estrictamente de la economía para pasar a esferas más amplias como la social, la ecológica, de género o territorial”.
En este momento hay en el mundo cerca de 800 millones de socios cooperativos y unos 100 millones de trabajadores relacionándose en formas alternativas de producción, distribución, ahorro o consumo.
Ellos hacen realidad esa “bella utopía”. m