Somnus: ropa para vestir un trabajo digno
Judith Morán – Edición 442
Veinticinco habitantes de La Laja son parte de esta cooperativa de ropa que es impulsada por el Proyecto de Aplicación Profesional Impulso a Proyectos Productivos en Cooperativas, del ITESO. Aquí ellos son dueños de su producción y de las ganancias que ésta genera.
Doña Refugio no volvió a dejar solos a sus hijos en casa para ir a trabajar a una maquiladora en Zapotlanejo, aun cuando lo habitual en ese municipio jalisciense es conseguir trabajo en la maquila, donde pagan entre 5 y 7 pesos por camiseta. Decidió darle un giro a su vida: a pesar de las opiniones en contra, hace dos años se unió a una cooperativa de manufactura de ropa; hoy trabaja en casa y sueña con poder emplear a personas de la tercera edad.
Hace dos años, el Proyecto de Aplicación Profesional (PAP) Impulso a Proyectos Productivos en Cooperativas, coordinado por Silvia Partida, académica del Departamento del Hábitat y Desarrollo Urbano (DHDU) del ITESO, propuso un esquema de trabajo diferente en busca de que los miembros de la cooperativa dejen de laborar para otros y sean dueños de su producción. En el pap participan alumnos de las licenciaturas de Diseño, Mercadotecnia, Arquitectura, Comercio Internacional, Ingeniería Industrial y Administración de Empresas y Emprendimiento, quienes diseñaron la marca Somnus, con la que se venden las prendas de los cooperativistas. Además, los acompañan en el proceso de formación, organización y consolidación de la cooperativa. Para ello, Silvia y los estudiantes van todas las semanas a La Laja para hacer inventario de material, llevarles nuevos patrones y sostener reuniones con especialistas en este esquema de trabajo, quienes comparten con ellos casos de éxito y resuelven dudas.
Aunque varios miembros de la cooperativa señalan que ya se han beneficiado al recibir un mejor pago por su trabajo y al poder acceder a créditos para comprar mejores máquinas, no todo está resuelto: falta conseguir los recursos para construir una fábrica —los planos ya fueron hechos por estudiantes de Arquitectura—, con lo que se haría más eficiente el esquema de producción. Y es que al no contar con un espacio común de trabajo, cada uno de los 25 miembros de la cooperativa trabaja por separado, lo que ocasiona que se desperdicien tela y tiempo, además de que sus lugares de trabajo son reducidos e inadecuados. “Creemos que si todos están en el mismo lugar se pueden controlar mejor la calidad del trabajo y las condiciones de vida laboral. No pueden competir con las grandes empresas si no tienen buen cuidado de calidad y costos”, señala Silvia Partida.
La fábrica se construirá en un terreno de mil 250 metros cuadrados en La Laja, donado por el Ayuntamiento de Zapotlanejo. El lugar contará con una guardería y áreas verdes, lo que permitirá que las mujeres que integran la organización tengan un espacio de trabajo donde puedan estar pendientes de sus hijos.
La comercialización de los productos ha sido la parte más difícil del proyecto, ya que se compite con empresas que tienen alta tecnología, pagan poco y no dan las prestaciones de ley a sus trabajadores, lo que les da ventaja en el mercado. La académica señala que ser proveedores de dichas empresas no es una buena opción, ya que les dejarían un margen de ganancia muy bajo. Por esta razón se está pensando en armar un esquema de comercialización como el de Rojo Canela, donde se vende la producción de varios fabricantes en un mismo local, con lo que los productores comparten gastos y experiencia. Actualmente, Rojo Canela tiene ocho tiendas en Jalisco, Nayarit, Nuevo León y la ciudad de México.
20 años haciendo ropa
El sueño de las máquinas nuevas se cumplió y ahora doña Refugio quiere ayudar a otros dándoles un empleo donde ganen lo justo. “Si trabajo para alguien, me pagan 200 por día; si trabajo por mi cuenta gano mil. Es mucha diferencia. Al pagarle a la gente lo que es justo, nos va bien a todos”. En uno de los cuartos de su casa tiene sus viejas máquinas de coser junto con la que compró con un crédito de Fundación Lodela, que consiguió por medio de la cooperativa. De haberlo buscado por su cuenta, habría tenido que pagar el doble, comenta. “El otro día estaba viendo la etiqueta [de Somnus] y es un orgullo para mí pertenecer a la cooperativa”, dice doña Refugio, que ha estado desde que comenzó el proyecto.
Ella ganó algo más que una máquina de coser: desde que está en la cooperativa, cuenta, su autoestima subió. “Empecé a ver que valemos mucho”. Todo esto aun cuando, al acercarse al proyecto, hubo personas que no le veían futuro. “¿Tiempo perdido? Aquí está mi máquina, no es tiempo perdido. Y aunque no tuviera todo esto, lo que he aprendido de las personas me ha llenado de muchas cosas que antes no tenía. Ya sé poquito de mis derechos”.
Aprendizaje en equipo
Cuando José Francisco Nuño, cortador y presidente de la cooperativa, recuerda el inicio del proyecto, señala que ha cambiado la forma de organizarse. “Hemos aprendido a tomar decisiones, a desenvolvernos más y a resolver problemas en conjunto”. Y es el diálogo uno de los aprendizajes extra que ha tenido también María del Consuelo Velázquez. “Ponerse de acuerdo con otras personas es muy diferente a trabajar uno solo. Eso me ha gustado, escuchar a las demás personas, su punto de vista, y dar el mío”, afirma.
Entre los beneficios personales que ha tenido José Francisco desde que está en la cooperativa está la beca que recibió por parte del iteso para un diplomado en Gestión de Producción y Organización del ramo textil, además de que participó en el Startup Weekend.
Doña Refugio mira al futuro y cree que Somnus puede crecer al punto de ser capaces de organizar un desfile de modas. “Uno tiene que seguir un sueño. A lo mejor lo logras, a lo mejor no, pero yo lo estoy viendo realizado. Podemos hacer un desfile acá, con unas muchachonas, todo en grande. Así lo veo”. m.