Estas obras son creaciones maestras, plenas de inspiración y riqueza musical en diversos aspectos, que comparten el hecho de haber sido la segunda propuesta sinfónica de sus compositores.

Después de las cumbres que en el terreno de la sinfonía alcanzaron genios musicales de la talla de Haydn, Mozart y Beethoven, los compositores que incursionaron en el género después de ellos enfrentaron el reto de tener que buscar nuevos estilos, lenguajes musicales y estructuras, tanto para mantenerlo vigente como para superar las evidentes, inevitables e incómodas comparaciones. El reinado que mantuvo la sinfonía como forma suprema de composición en el siglo XIX y la primera parte del XX se dio gracias a las obras de autores que, con algunas excepciones, no tuvieron éxito significativo en su primer intento, pero que a partir de su segunda y sus posteriores sinfonías crearon piezas que ocupan un lugar privilegiado en la historia de la música.

Las obras que presentamos a continuación son creaciones maestras, plenas de inspiración y riqueza musical en diversos aspectos, que comparten el hecho de haber sido la segunda y exitosa propuesta de cada uno de estos compositores en el género de la sinfonía, y, desde su estreno, han sido muy apreciadas por los músicos y diletantes de distintas épocas y latitudes. m

Rachmaninov: Symphony No. 2

Andre Previn

(Emi Classics, 1999)

De la vena romántica del ruso Sergei Rachmaninov (1873-1943) surgieron varias obras maestras en el periodo posterior a la crisis depresiva que el autor padeciera después del fracaso de su primera sinfonía. El resurgimiento anímico del compositor, el matrimonio con su prima Natalia Sátina y su cargo como director del Teatro Bolshoi de Moscú fueron el contexto en el que surgió la inspirada Segunda Sinfonía en Mi menor, Op. 27 (1907), catalogada como subversiva por autoridades estalinistas.

Vaughan Williams: A London Symphony

Adrian Boult

(Emi Classics, 1991)

La ciudad de Londres fue el motivo que inspiró en 1918 al compositor inglés Ralph Vaughan Williams (1885-1958) para componer su segunda incursión en el género sinfónico a través de su famosa Sinfonía Londinense, que sufrió diversas revisiones por parte del propio compositor. Esta obra significó el inicio de su periodo de madurez creativa desde el que nos legó otras siete sinfonías y un extenso catálogo de composiciones diversas.

Brahms: Symphony No. 2

Carlos Kleiber

(Phillips, 2005)

Después de la elaboración que a lo largo de más de tres lustros le tomó su primera incursión sinfónica, el alemán Johannes Brahms (1833-1897) compuso su Segunda sinfonía en Re mayor Op. 73, durante el verano de 1877; obra profusa en detalles y filigranas orquestales que van articulando la genial inspiración melódica junto a la complejidad estructural característica de este compositor, la sinfonía se estrenó con gran éxito el 30 de diciembre de ese mismo año en la capital austriaca.

Sibelius: Symphony No. 2 in D Major

Leonard Bernstein

(Sony, 2000)

Jean Sibelius (1865-1957), considerado el artista más emblemático de su Finlandia natal, fue ampliamente reconocido por los más grandes directores de orquesta del siglo XX dada la maestría de sus composiciones orquestales. La imponente y hermosa Segunda Sinfonía en Re mayor Op. 43, compuesta en 1901 y estrenada al año siguiente, es la puerta de entrada de Sibelius a su magistral etapa de madurez creativa, en la que escribió otras cinco sinfonías y varios poemas sinfónicos.

Mahler: Symphony No. 2

Leonard Bernstein

(DG, 1990)

La Segunda Sinfonía en Do menor, “Resurrección”, gestada por Gustav Mahler (1860-1911) a lo largo de seis años, se estrenó en 1895 en la ciudad de Berlín. La última parte de la obra, en donde utilizó un texto del poeta Klopstock para proclamar la salvación divina y la vida eterna ante la muerte, es una de las páginas más bellas de la música; en su apoteósico final el coro canta: “¡Resucitarás, sí, resucitarás, corazón mío, en un instante! Lo que ha latido, ¡habrá de llevarte a Dios!”.