Se busca empleo
Priscila Hernández – Edición 461
Madres solteras, adultos mayores, personas con discapacidad o que han estado en prisión… Si por lo general es difícil conseguir un empleo, quienes se encuentran en situaciones como éstas deben sortear además los prejuicios que los privan de encontrar oportunidades. Afortunadamente, hay organizaciones que trabajan contra la exclusión laboral
En 2011, cuando Guadalajara fue sede de los XVI Juegos Panamericanos, los locatarios y comerciantes del mercado Libertad, también conocido como San Juan de Dios, no podían dar crédito: la Secretaría de Turismo de Jalisco no incluyó al mercado en los folletos con información para promocionar la ciudad. Los extranjeros se perderían del color, el sabor y la historia de un lugar donde se puede encontrar desde una “torta loca” hasta juguetes típicos.
Esa vez los comerciantes, por sus propios medios, intentaron revertir el mensaje y dejar en claro que ahí también hay una ciudad para conocer. Cuando dieron la rueda de prensa hablaron de todo lo que ofrece el Mercado San Juan de Dios, pero principalmente de la cantidad de empleos (3 mil directos y 10 mil indirectos) que da a quienes, en otros espacios, son los rechazados, los excluidos, los que no tienen lugar en el formato de solicitud de empleo.
Son las madres solteras, las mujeres que hacen tortillas para mantener a sus hijos, pero que antes fueron víctimas de violencia; el joven que salió de prisión y lava trastes; el adulto mayor que vende cortaúñas o la mujer transexual que vende remedios para las reumas. Son ellos, los que no encajan con los requisitos de los letreros de “Se solicita empleo” y a quienes, en cambio, el Mercado Libertad los arropa, les da trabajo, les permite llevar comida a casa.
Foto: Emilio Morales.
Parece que no están, que no se ven, pero este mercado les abre las puertas cuando en otros lugares les han negado la posibilidad de trabajar. Esos grupos que acoge San Juan de Dios son los que están identificados, en estudios realizados por el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred) y la Organización Internacional del Trabajo (OIT), como los más vulnerables ante la discriminación laboral. Son los grupos que las áreas de recursos humanos en las empresas ven por lo que supuestamente hace perder a éstas, y no por su potencial. Mujeres, madres solteras, adultos mayores, personas que estuvieron privadas de su libertad, comunidad LGBTTTI, personas con VIH y personas con discapacidad son quienes tienen más dificultades para encontrar empleo en México.
No encajan por muchos factores, como sus tiempos, sus perfiles, su condición física o sus estudios. Sus vidas contrastan con un modelo laboral rígido que busca estandarizar la producción y a las personas que participan en ese proceso. La discriminación tiene varios niveles, según van sumándose factores, como pasa con las madres con discapacidad y con los adultos mayores que recién salieron de la cárcel. Es lo que teóricos del tema llaman discriminación múltiple, que se traduce en pobreza y exclusión.
Aun cuando pueden encontrar trabajo, sobre todo se trata de empleos informales. Entre más discriminado eres, más dificultades tienes para encontrar un trabajo formal, como lo confirma el informe “La hora de la igualdad en el trabajo”, de la oit: “Las personas discriminadas quedan frecuentemente atrapadas en los peores empleos, en los que se les niega toda prestación, protección social, formación profesional, capital, tierra o crédito”.
Si incluso quienes tienen la edad y la preparación académica para ser contratados por las empresas se enfrentan al desempleo, todo se agudiza para las personas que han sido excluidas por prejuicios, estigmas y estereotipos.
En el “Reporte sobre la discriminación en México 2012”, del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE), se documentó cómo en el país las prácticas empresariales para optimizar costos son formas de discriminación laboral, a pesar de que el Artículo i de la Constitución Política de México y el Artículo iii de la Ley Federal del Trabajo señalan que ninguna persona puede ser discriminada por su origen étnico, discapacidad, apariencia física, preferencias sexuales, edad, género, entre otros factores.
Foto: Moisés Pablo / cuartoscuro.com
Una bolsa de empleo incluyente
De cada diez mexicanos, siete sobreviven por una actividad informal, como ocurre con los vendedores ambulantes. Así lo evidenció la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). A primera vista, parece fácil cuando un adulto mayor sale a las calles, vende botellas de agua en una esquina y resuelve cómo ganar dinero, pero lo que hay detrás de esto es la falta de seguridad social, prestaciones y estabilidad.
La edad, el físico, los antecedentes penales y la falta de estudios se convierten en obstáculos para la contratación. En México, los adultos mayores tienen mayor rezago educativo. Aun cuando se presuman los programas de avance en la alfabetización, personas de 60, 70 y 80 años son las que tienen mayor tasa de analfabetismo, y, dentro de este mismo grupo, son más las mujeres.
Que la población adulta esté envejeciendo sin condiciones dignas es un problema global y no sólo de México. De la población de adultos mayores en el mundo, 80 por ciento no cuenta con una pensión y depende de su trabajo o del apoyo de su familia, según datos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
Para contrarrestar esto, la Secretaría del Trabajo y Previsión Social diseñó el programa Abriendo Espacios, operado por la Dirección Nacional de Empleos, que asesora, apoya y ofrece empleos para personas con discapacidad y adultos mayores. Sin embargo, hasta el presidente Enrique Peña Nieto, en el Programa Nacional de Empleo para Personas con Discapacidad, reconoció que no ha funcionado del todo la Red Nacional de Vinculación Laboral porque “el proceso seguido para el otorgamiento de servicios y atención de las personas con discapacidad que solicitan ser incluidas laboralmente es insuficiente e ineficiente”.
Sesenta y cinco, 70 y 80 son edades que no aparecen en los anuncios de las ofertas de empleo. Incluso los límites cada vez se acercan más a los 50 años. En la bolsa de empleo Abriendo Espacios pasa lo contrario: la edad no es un impedimento para encontrar trabajo. El sitio web de este programa está diseñado con herramientas que facilitan la lectura de los contenidos y permite que las personas busquen trabajos de acuerdo con el estado donde viven y con su perfil. La personas encuentran las ofertas, que incluyen detalles como el salario.
En el patio de la casa de su hermano, Consuelo Ramírez Solíz y su esposo, Carlos M. Ocampo Díaz, instalaron un taller de vitrales y mosaicos, donde trabajan con vidrio, lajas de piedra y madera. Foto: Roberto Ornelas
Emprender para emplearse
Si las empresas no abren puestos que comprendan la diversidad de perfiles, son las mismas personas las que emprenden proyectos para tener trabajo. Entre los grupos socialmente discriminados, las mujeres son el más numeroso. Son ellas, las madres solteras, las abuelas, las mujeres embarazadas, quienes tienen los perfiles que para las áreas de recursos humanos no cumplen con los requisitos de contratación, ya sea por tener hijos o simplemente por su género.
“Gracias a Mati emprendí mi vuelo, me pulieron las alas”: con esa frase, Maricela Gutiérrez resume lo que Proyecto Mati hizo por ella. Lo dice de pie en el espacio de su casa que habilitó para su proyecto. Detrás de ella están los productos artesanales que elabora, como champús, cremas faciales, ungüentos y jabones. Naturali es la marca que creó hace dos años y que le genera ingresos.
Antes sólo realizaba las tareas domésticas. “Nada más trabajaba mi esposo, yo estaba muy limitada y estaba al día. No me podía comprar unos dulces porque los viernes y los sábados ya no había dinero. Ahorita, ya tengo para pasearme con mis hijas”, recuerda Maricela aquellos días de dependencia económica que en nada se parecen a lo que hace hoy. Entonces no sabía conducir; ahora recién ha estrenado un coche que le ayuda a desplazarse para ofrecer su mercancía.
Como pasa con numerosas mujeres, su perfil no encajaba en los estándares de las vacantes en empresas o fábricas. Lo que le ayudó a abrir las alas fue el proyecto de Corporativa de Fundaciones, a. c., una fundación comunitaria que genera alianzas entre la sociedad civil y el sector privado para mejorar la vida de los grupos más vulnerables. Desde 2012, esta asociación apoya y capacita a mujeres para que emprendan negocios más allá de los empleos informales.
“Si las mujeres están bien con ellas mismas y con su familia pueden avanzar en el desarrollo de su propia microempresa”, explica la coordinadora de Proyecto Mati, Pamela Cruz, quien, junto a un equipo de facilitadores, capacita y da seguimiento a cada uno de los emprendimientos.
Al inicio de este proyecto, Corporativa de Fundaciones pensaba que la estrategia era otorgar microcréditos, pero se dieron cuenta de que no bastaba con dar dinero. En 2012 se vincularon con Children International, que les facilitó los espacios para capacitar a las mujeres de comunidades de bajos recursos a fin de que desarrollaran su microempresa.
Maricela Gutiérrez, emprendedora y dueña de Naturali. Produce sus propias tinturas y otros insumos para hacer cremas, geles, champú y remedios naturales para dolencias comunes como el estrés o la caída de cabello. Foto: Roberto Ornelas
Proyecto Mati se ha vinculado con empresas privadas, como Grupo Mega, que ofrece educación financiera a las participantes y las apoya con créditos con tasas de interés preferencial. También ha recibido apoyo de la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol) y del Instituto Nacional de Desarrollo Social (Indesol). Para diseñar su marca han recibido apoyo de profesores y estudiantes de las licenciaturas de Mercadotecnia y Diseño del ITESO a través de los Proyectos de Aplicación Profesional (PAP). En especial, las mujeres emprendedoras de Mati agradecen el apoyo de académicos de esta universidad, como Gabriela Calderón, docente de la licenciatura de Mercadotecnia.
Que una mujer ingrese al mundo laboral supone un desafío, que se duplica cuando ella misma debe emprender, porque implica romper roles de género, enfrentarse al machismo, a la violencia y al rezago educativo.
El primer proyecto piloto de Mati duró casi cinco años. En aquella ocasión, algunas emprendieron, pero varias desertaron, como reconoce Pamela Cruz, “por la falta de conocimiento acerca de las experiencias y vivencias de cada mujer, algunas se salieron por cuestiones que estaban fuera de su control”. En esa primera generación identificaron cómo impacta en las familias el hecho de que las mujeres no tengan un empleo. Las familias de las mujeres, en promedio, vivían con cinco mil pesos al mes, y su nivel educativo era de primaria y, algunas veces, secundaria.
“No hay trabajos donde haya flexibilidad de tiempos y que sean bien remunerados; el problema es que en México no hay empleos enfocados al contexto en que viven las mujeres”, describe la coordinadora de Proyecto Mati. “No pueden mantenerse en un proyecto a largo plazo si su necesidad es muy urgente, por su situación económica y familiar”.
Por eso, en los siguientes proyectos añadieron al programa talleres sobre perspectiva de género, participación comunitaria y empoderamiento, para que las mujeres tengan herramientas para tomar decisiones. Esos cursos los tomó Maricela. Ella y sus compañeras proyectan seguridad: “Me siento útil, me siento orgullosa de mí misma y de mi empresa Naturali”, sonríe.
Proyecto Mati, reitera la coordinadora, busca que las mujeres “hagan lo que les gusta hacer, que no sea algo que tengan que hacer porque no tenían otra opción, y que sea algo que encontraron con la libertad que antes no tenían”. Con esa libertad, las mujeres crearon 24 proyectos dedicados a la elaboración de mosaicos, tejido artesanal, sandalias, cremas, harinas libres de gluten, postres, entre otros.
Angélica Cabrera y Antonia Díaz Tejeda. Fotos: Roberto Ornelas
Empleo para una, trabajo para todas
En un salón de la sede de Children International, en la colonia Paraísos del Colli del municipio de Zapopan, reunidas, cada una habla de sus ideas sin temor a la competencia. En Proyecto Mati revirtieron la práctica común que muchas empresas tienen de robar las mejores ideas de las personas; como lo dice su lema: “Creando proyectos, desarrollando mujeres”. Cuando crece una, lo hacen todas.
“Se ha apostado por promover la sororidad entre ellas; al tomar conciencia de las motivaciones que las han llevado a emprender, esas mismas circunstancias las llevan a entender a sus demás compañeras”, comparte la facilitadora de proyecto en Mati, Miriam Cárdenas, quien resalta que si las empresas vieran ese potencial, no se perderían del “entusiasmo y las ganas de salir adelante” que tienen ellas.
“Yo sueño mucho”, reconoce Maricela, y después de decirlo imagina todo lo que quiere para su negocio Naturali, como emplear a más personas, sobre todo mujeres. No es la única que sueña: en Mati hay mujeres como Lidia Martínez, Angélica Cabrera, Beatriz Rojas y Antonia Díaz, quienes desean lo mismo. “Ellas son unas guerreras. Tienen problemas muy grandes y saben salir adelante”, afirma Lidia acerca de sus compañeras.
Antonia recibió la invitación de sumarse a Mati por medio de una amiga que fue parte de una generación anterior. Ella comparte un logro: por primera vez, con veinte años de casada, con las ganancias de su negocio Piel de Durazno pudo comprarle dos camisas a su esposo. “Es una satisfacción ya no decir: “Oye, ¿me das, me das para el gasto?”, reconoce Antonia, y lo dice con seguridad: atrás quedó la timidez que tenía al iniciar.
Antonia y Lidia tienen un proyecto para elaborar cremas corporales y faciales. Otra de sus compañeras, Beatriz, llevó su creatividad a la fabricación de moños para niñas. Otro de los proyectos es el de Consuelo Ramírez, quien materializó su creatividad con su marca Musiva, dedicada a la creación de vitrales y mosaicos.
Antes de dedicarse a esto, Consuelo, a sus 50 años, buscó empleo sin encontrar uno en el que pudiera desarrollarse con plenitud. Ante su falta de estudios las opciones se reducían. “Te enfrentas al ‘¿qué sabes hacer?’; yo sé hacer muchas cosas, pero un título no lo tengo”, comparte. Ahora su pasión es su trabajo y una fuente de ingresos para ella y su familia.
Beatriz Adriana Rojas y Lidia Jiménez. Fotos: Roberto Ornelas
Empresas incluyentes
Hay empresas que, con sus listas de requisitos, anulan a las mujeres, adultos mayores o expresidiarios. Sin embargo, otras son reconocidas con la distinción Gilberto Rincón Gallardo, que premia a la iniciativa privada y al sector público que abre espacios laborales incluyentes.
Las empresas que participan y son distinguidas con este reconocimiento pueden aprovechar estímulos fiscales para hacer adaptaciones físicas en sus instalaciones a fin de facilitar la movilidad de personas con discapacidad y adultos mayores.
Según la Secretaría del Trabajo y Previsión Social, estas empresas tienen “condiciones para garantizar la igualdad de trato en el acceso, remuneración, promoción y permanencia en un empleo” a grupos en situación de vulnerabilidad. Desde 2006 se entrega este reconocimiento, que lleva el nombre de Gilberto Rincón Gallardo, fundador del Conapred e impulsor de políticas públicas para la inclusión en México. En ese año se reconoció a 42 centros de trabajo. Diez años después, son más de 700 empresas las que apuestan por la inclusión y promueven los beneficios de contratar personas con discapacidad, adultos mayores, mujeres o personas con VIH. m.
Para saber más
:: Proyecto Mati.
Teléfono 3615 8286