ruangrupa: la praxis creativa de la colectividad
Daleysi Moya – Edición 490
La principal molestia que ruangrupa genera viene de la mano de su radicalidad, ese compromiso a ultranza con una forma de entender el arte y el papel de la sociedad civil en éste
Dice Samanth Subramanian, en una crónica del New York Times, que cuando uno de los encargados de designar la dirección de documenta 15 sugirió convocar al colectivo indonesio ruangrupa, un rictus de “preocupación o incertidumbre” se dibujó en el rostro del curador. No podemos corroborar la veracidad de este pasaje, pero es bastante ilustrativo de la incomodidad que el grupo suele generar entre quienes creen tener bien claros los límites con los que el arte puede y debe coquetear.
El hecho es que ruangrupa (así con minúscula) terminaría por conducir esta edición de documenta, una de las exposiciones de arte contemporáneo más importantes del mundo. Los motivos que determinaron su selección son, de un lado, la naturaleza colaborativa y el enfoque procesual del colectivo, lo que representa la posibilidad de resetear el modelo individualista en que se ha cimentado el consumo del arte occidental; de otro, la movilización de los debates en torno a una actividad que necesita reinventarse si quiere permanecer.
No es la primera vez que artistas individuales o grupos creativos intervienen documenta desde el territorio transfronterizo de la socialización y el intercambio con la comunidad, pero sí es la primera vez que un colectivo multidisciplinar está a cargo de la configuración de las dinámicas conceptuales e interactivas de la muestra. Para dimensionar el alcance que esto tiene y el origen de las controversias suscitadas, es imprescindible conocer qué es ruangrupa y qué metodologías de trabajo suele fomentar. Todo inició en 2000, cuando varios intelectuales indonesios, animados por el fin del gobierno dictatorial de Suharto, quisieron vehicular nuevas realidades para los artistas locales y ofrecerles la oportunidad de un espacio de creación libre. Desde el inicio, ruangrupa se posicionó en contra de los axiomas más extendidos dentro de la institución arte: la objetualidad como elemento consustancial a una obra, la noción de autoría, el espectáculo, el rechazo a la fatalidad del mercado en tanto estación última.
Serían estos principios, unidos a la idea matriz de colectividad, sostenibilidad e intervenciones a pequeña escala, los que darían cuerpo a su propuesta para documenta. La política colaborativa habría de centrarse en la figura cultural del lumbung, vocablo que designa al “almacén común de arroz que se encuentra tradicionalmente en las aldeas de Indonesia, construido y compartido por todos”. ruangrupa invitaría a participar a varios grupos de artistas que, a su vez, invitaron a otros grupos o creadores interesados en formar parte de un todo mayor. Los elementos inviolables de estos pactos no escritos serían siempre la preponderancia del proceso, la toma conjunta de decisiones y la retroalimentación entre los distintos agentes.
La edición 15 de documenta ha estado caracterizada por el desarrollo de proyectos de inclusión social en los que las fronteras entre el arte y la vida se hallan en constante tensión. Una pista de patinaje, una guardería de uso público, librerías y dormitorios, una emisora de radio, la publicación de revistas, son ejemplos de esta vocación de integración comunitaria y de ruptura con el concepto individualista.
Visto lo visto, no es de extrañar cierto escepticismo en el sector más conservador de las artes visuales. Resulta paradójico, no obstante, que los reclamos (no hablo aquí de las acusaciones, justificadas, del carácter antisemita de la instalación People’s Justice, de Taring Padi) se muevan muchas veces en sentidos opuestos. Porque quienes aseguran no encontrar nada nuevo en las apuestas por un arte transfronterizo, colaborativo y abocado a la subversión de los modelos de funcionamiento liberal, son los mismos que se duelen ante la ausencia del tipo de pieza aurática, separada del público por la barrera simbólica de la genialidad autoral.
La principal molestia que ruangrupa genera viene de la mano de su radicalidad, ese compromiso a ultranza con una forma de entender el arte y el papel de la sociedad civil en éste. Asqueados del gatopardismo de un arte revolucionario de salón, en donde todo amago disensual termina tributando a la conservación del statu quo, se refugian en su ruang (habitación), un mundo construido según términos propios. Y ante las acusaciones de relativismo extremo, ruangrupa parece siempre parafrasear aquella máxima de Artaud sobre el teatro: el arte está en decadencia cuando rompe con el peligro.
Para saber más
:: Sitio web de ruangrupa.
:: bit.ly/Arte_ruangrupa1
:: Entrevista para documenta 15.