Cualquier ritual tiene siempre un sentido y lo realizamos por aquello que significa para cada uno. En esta ocasión te presentamos en el dossier una serie de rituales. ¿Cuáles son los tuyos?
La primera diferencia entre la rutina y el ritual radica en que éste lo practicamos voluntariamente, mientras que la primera se nos impone, a menudo sin que podamos percatarnos, distraídos como estamos en el cumplimiento, también rutinario, de lo cotidiano. Del ritual, en cambio, nos hallamos muy al tanto: participamos en él a sabiendas, y aun cuando eso no quiera decir necesariamente que nos entusiasme, lo cierto es que no hay rituales que puedan celebrarse sin un mínimo consentimiento de quienes intervienen. Por eso, tal vez el ritual se nos imponga más sutilmente que la rutina: ocurre porque estamos dispuestos a que ocurra.
La otra diferencia es que, en la previsible reiteración de lo mismo (los horarios que deben cumplirse, los trayectos de todos los días, las tareas y los protocolos que ritman nuestra monotonía e insuflan vida a nuestro tedio), falta siempre aquello que el ritual sí tiene: significado. La ceremonia más sencilla o la más intrincada, las públicas y las privadas, las más insólitas y las más comunes, siempre tienen un sentido, las llevamos a cabo porque algo nos dicen. La rutina, en cambio, si la interrogamos, sólo nos responde con el silencio hostil de su terquedad, de su inercia. m.