Risas en el laboratorio

Risas en el laboratorio

– Edición 439

Es tan importante la risa que la hemos dotado de un verbo para su uso exclusivo: desternillarse, que, según la Real Academia Española, significa: “Reírse mucho, sin poder contenerse”, o “Romperse las ternillas”, esto es, dejarse al grado de sentir que las mandíbulas se desencajan de tanto reír.

“Reía como quien todo lo sabe”, ha escrito Ricardo Yáñez, poeta tapatío, adivinando o intuyendo ciertas relaciones básicas entre el conocimiento y la risa. A pesar de que la ciencia suele parecernos un asunto serio, en la medida en que estamos convencidos de que todo ejercicio científico debe transformarse en algo útil, extrañamente olvidamos que en el trabajo de los científicos existe una característica fundamental: el goce, que está acompañado de la risa.

Es tan importante la risa que la hemos dotado de un verbo para su uso exclusivo: desternillarse, que, según los venerables académicos de la Real Academia Española, responde a cualquiera de las siguientes situaciones: “Reírse mucho, sin poder contenerse”, o “Romperse las ternillas”, esto es, dejarse llevar por las carcajadas al grado de percibir la sensación de que las mandíbulas se desencajan de tanto reír.

Desde luego, no se trata de la risa, sino de las risas. La diferencia posiblemente se encuentre en su origen: risas burlonas vienen provocadas por sentimientos de envidia o por el dolor ajeno, por mofarnos de alguien que tropieza frente a nosotros; hay risas suaves, casi silenciosas, o de plano escandalosamente ruidosas, derivadas del roce de los cuerpos y del cosquilleo bien dirigido; carcajadas surgidas de un buen chiste, de una broma certera, seguidas de gesticulaciones irrepetibles.

De manera que la risa ha interesado a sujetos inabarcables como Tales de Mileto, Platón y Aristóteles, Baruch Spinoza y Henri Bergson; a Sigmund Freud lo mismo que a Charles Chaplin, Buster Keaton, Tin Tan o el payaso Bozo. Y es que la risa probablemente sea uno de los experimentos más antiguos: casi al mismo tiempo que múltiples músculos ubicados en la cara se accionan, se combinan, el cerebro pone en juego procesos asociados con la cognición, la memoria y el lenguaje; reír significa retar o seducir a nuestro sistema lógico. Entre carcajadas, en ciertas secciones del cerebro —donde se gobierna tanto el pensamiento racional como las conductas emocionales— se verifican diversas interconexiones neuronales muy particulares.

Pero quizás ese placer propio, casi egoísta, que nos produce la risa, no sea su motor más elemental. El escritor Claudio Magris (Trieste, Italia, 1939) defiende que la risa es una de las “expresiones de fraternidad más genuinas” y conjuga sus recuerdos como evidencia: “En la escuela aprendí a reírme y, sobre todo, me enseñaron una gran cosa: a reírme de aquello que respetaba y a respetar aquello de lo que me reía”. El trabajo de los neurobiólogos de la risa, como el argentino Tristan Bekinschtein, ha demostrado que nos reímos con más frecuencia cuando estamos acompañados. Tal vez ése sea el valor más auténtico de la risa: facilitar la creación de vínculos afectivos entre las personas. Se trata de una de las estrategias más invulnerables para relacionarnos con los demás, para formar sociedades que nos ayuden a sobrevivir.

Aunque hay pruebas claras de que la risa ayuda al bienestar individual, aumentando las defensas del sistema inmunológico o reduciendo los síntomas de estrés y ansiedad o de dolor físico, hay personajes dedicados al estudio sistemático de la risa, como el neurólogo estadounidense Robert R. Provine —autor de un par de obras emblemáticas sobre la materia, que aún esperan encontrar un traductor y un editor suficientemente valientes para traer sus ideas a nuestra lengua: Laughter: A Scientific Investigation y Curious Behaviour: Yawning, Laughing, Hiccupping, and Beyond. Sus conclusiones son contundentes: “La  risa no evolucionó para hacernos sentir bien o para mejorar nuestra salud. Ciertamente, la risa une a las personas y estudios han demostrado que el apoyo social mejora la salud física y mental”. La risa como la garantía más segura que tenemos para sentirnos parte de un grupo, unidos a los otros. Ya hace varias décadas que el poeta español Miguel Hernández lo supo decir en unos versos a su hijo: “Tu risa me hace libre, / me pone alas. / Soledades me quita, / cárcel me arranca. / Boca que vuela, / corazón que en tus labios / relampaguea. // Es tu risa la espada / más victoriosa. / Vencedor de las flores / y las alondras. / Rival del sol. / Porvenir de mis huesos
y de mi amor”.

Reímos para relacionarnos con los demás, para conocer el universo que habitamos y para comprender el lugar que ocupamos en él. “La sonrisa sonríe de su dueño”, vuelve a decir Ricardo Yáñez. m

 

 

Para continuar la conversación

:: Un vistazo a La risa. Ensayo sobre el significado de la comicidad, de Henri Bergson.

:: Charla con Robert Provine.

:: Entrevista de Eduardo Punset a Robert Provine.

:: Presentación de Tristan Bekinschtein en TEDxRiode-laplata2011.


MAGIS, año LX, No. 502, noviembre-diciembre 2024, es una publicación electrónica bimestral editada por el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente, A.C. (ITESO), Periférico Sur Manuel Gómez Morín 8585, Col. ITESO, Tlaquepaque, Jal., México, C.P. 45604, tel. + 52 (33) 3669-3486. Editor responsable: Humberto Orozco Barba. Reserva de Derechos al Uso Exclusivo No. 04-2018-012310293000-203, ISSN: 2594-0872, ambos otorgados por el Instituto Nacional del Derecho de Autor. Responsable de la última actualización de este número: Edgar Velasco, 1 de noviembre de 2024.

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