Relevo en el Vaticano: esperanza, continuidad y conciliación

Relevo en el Vaticano: esperanza, continuidad y conciliación

– Edición 506

Foto: grifoneartigliopenna.com

Dos especialistas en estudios sobre la Iglesia católica contemporánea analizan el legado del papa Francisco y las probables direcciones que podría seguir el papado de León XIV

Durante la Edad Media, la mano izquierda tenía un papel muy importante en la defensa de los caballeros, pues se usaba para sostener el escudo y proteger el cuerpo, mientras que la derecha blandía la espada o la lanza. Se utilizaba también para mantener el equilibrio y la estabilidad en el combate, lo que daba a los guerreros la posibilidad de moverse con eficacia en el campo de batalla y evitar ser derribados por los oponentes.

“Creo que habrá mucho trabajo de mano izquierda”, dice con convicción el académico del Departamento de Formación Humana del ITESO (DFH), Jesús Arturo Navarro, acerca de las señales que hasta ahora ha dado el recientemente elegido León XIV, sucesor del papa Francisco, fallecido el 21 de abril pasado.

El estadounidense de 69 años, Robert Francis Prevost, fue elegido el 8 de mayo pasado en el Vaticano por un cónclave de 133 cardenales. Hasta ahora, muchos han identificado en sus discursos una agenda similar a la que defendía el anterior líder de la Santa Sede, Jorge Bergoglio, SJ, con especial interés en las causas de los pobres, los migrantes, el cambio climático y la justicia social. Justamente, ambos tienen un vínculo con la periferia del mundo: la mayor parte del trabajo ministerial de León fue en Perú, así como Francisco lo hizo en su natal Argentina.

“Ahí hay un mensaje geopolítico: que la mirada de la Iglesia no está puesta en las grandes sedes cardenalicias o en las grandes ciudades, está puesta en las periferias. Eso me parece un signo de continuidad”, destaca Navarro.

MAGIS conversó con Navarro, quien tiene formación en filosofía, educación y teología, así como con María Luisa Aspe, investigadora del Centro de Estudios Interdisciplinares, jubilada de la Universidad Iberoamericana y especialista en la historia de la Iglesia contemporánea. El tema es el legado que Francisco deja a la humanidad, así como las señales de continuidad y también el estilo propio que imprimirá León XIV.

El papa Francisco, entonces obispo Jorge Mario Bergoglio, SJ, acompañado por el padre José María de Paola y vecinos durante una visita a la Villa 21-24 en Buenos Aires. Foto: Parroquia Virgen de Caacupé / AFP

Pensando en los signos de los tiempos, ¿qué representó el pontificado del papa Francisco?

MLA: Francisco fue una continuidad de forma y fondo de lo que quedaba por hacer del Concilio Vaticano II [al que convocó el papa Juan XXIII en 1962 para adaptar a la Iglesia a los tiempos modernos], esto es muy claro. Lo que el Papa hizo, con este espíritu, fue conciliar y sacar a la luz los signos de los tiempos, y en ello resultó muy bueno. Algunos lo vimos profético, otros lo vieron conflictivo y otros lo vieron terrible, pero en este sentido, creo que fue muy importante.

JAN: Es interesante verlo a la distancia. Hace 13 años, cuando fue electo Pontífice, no quedaba muy claro por dónde se iba a mover. Se tenía una esperanza discreta: creo que, frente a su figura, no había que echar las campanas al vuelo esperando que cambiara todo. Efectivamente, no cambió la doctrina de la Iglesia, pero sí generó una serie de cambios dentro de un proceso de renovación: primero, que la Iglesia universal volteara a ver a América Latina, un sector que no había sido tomado en cuenta. Al llegar el cardenal Bergoglio a la sede de Roma empieza a observarse este bastión del catolicismo. Se voltea a mirar a las periferias. Lo segundo tiene que ver con reposicionar la vida religiosa dentro de la curia. Francisco no es el primero que llega procedente de una orden religiosa —el mismo caso del agustino León XIV—, pero el talante jesuita fue muy importante en su perspectiva, por varios elementos que estuvieron en juego: uno de ellos es el discernimiento, un concepto continuamente presente en sus alocuciones y en su toma de decisiones.

¿Qué pasó durante el papado de Francisco con los asuntos “frontera” de la Iglesia?

MLA: Esto lo mostró en su magisterio, primero en la exhortación apostólica Evangelii gaudium, luego en las encíclicas Laudato si’ y Fratelli tutti. Es uno de los rasgos jesuitas, el interés en los temas de frontera que, a partir del Concilio Vaticano II, son la avanzada de la Iglesia, como la sustentabilidad, refiriéndose al cuidado de la casa común; también todas las exclusiones, pensando no en una Iglesia encerrada en la autorreferencialidad y el claustro, sino en una que sale al encuentro de estos signos de los tiempos que son los migrantes y los excluidos, desde el punto de vista social, pero también cultural. En este sentido, Francisco fue disruptivo, pero también profético, porque estaba cumpliendo con este lineamiento, muy jesuita.

JAN: Lo que los sectores esperaban estaba en los extremos. Unos esperaban endurecimiento de las posturas, y otros, flexibilidad absoluta. Creo que se movió en términos medios, pero tocó los temas de frontera y ese es un elemento para no perder de vista. Francisco abrió el diálogo a estas cuestiones: “¿Quién soy yo para juzgar a los gays?”, por ejemplo, o “¿Es factible darles la comunión a las parejas divorciadas y vueltas a casar?”. Es decir, toca los asuntos de frontera, no les da la vuelta. Ahí está lo importante, porque genera una impresión de inclusión en estos sectores.

Foto: Pierre-Philippe Marcou / AFP.

Teniendo en cuenta que en la Iglesia católica hay sectores muy conservadores, ¿qué tanto logró el papa Francisco en estas materias, más allá de ponerlas sobre la mesa de discusión?

MLA: En cuestiones más doctrinales prácticamente no hubo cambios sustanciales, pero sí en asuntos que a esos grupos tradicionalistas les pesan mucho, como la ritualidad. Está la bendición a las parejas irregulares del colectivo LGBT+, así como la comunión para los divorciados vueltos a casar. Otro asunto es la participación de la mujer: justo antes del cónclave había cardenales diciendo que era una barbaridad que tuvieran protagonismo en la Iglesia. No creo que después de Francisco el nuevo papa vaya por esa línea; por ejemplo en lo relativo al sacerdocio femenino, eso no va a pasar. Pero lo cierto es que Francisco dejó una comisión para trabajar acerca del diaconado femenino y la mayor participación de la mujer en la liturgia.

JAN: Hay un término que no es muy preciso: pareciera que son conservadores, pero en realidad están tratando de volver a la profecía originaria. En ese sentido, Francisco es un papa tradicional, que no tradicionalista. Los términos conservadores y liberales sirven para los partidos políticos, pero no necesariamente para la Iglesia. Parte del legado es esa referencia al discernimiento y a buscar la voluntad de Dios, a escuchar, algo que se nota en los últimos años del pontificado, porque abre un proceso que se conoce como sinodalidad. Es un concepto que tiene que ver con la toma de decisiones en ambientes plurales, lo cual no era una práctica común en la Iglesia de los últimos tiempos, pero sí en la de los orígenes: se fue olvidando. Se centró en la autoridad del obispo, de los cardenales y en la curia romana. Lo que genera Francisco es una ruptura de estructuras para incorporar a laicos, hombres y mujeres, no necesariamente presbíteros ni obispos, sino laicos comunes y corrientes que pueden ofrecer alguna perspectiva sobre la gestión de la Iglesia. Incluso, ya con el papado de León, ahora hay tres mujeres incorporadas a la administración de la curia vaticana.

El cardenal Jorge Mario Bergoglio, SJ, y el padre Robert Francis Prevost oficiando una misa en el barrio de Recoleta, en Buenos Aires. Foto: Archivo Arquidiócesis de Buenos Aires.

¿Qué tan valioso es para la Compañía de Jesús que haya habido un papa surgido de ella?

MLA: Creo que lo más importante es la identidad de los Ejercicios [Espirituales] de san Ignacio para el mundo y para la Iglesia. Al principio había una controversia sobre la participación de Bergoglio en Argentina, en el tiempo de la dictadura, pero poco a poco se fueron dando cuenta de la identidad de las propuestas del Papa y de su magisterio, de lo que se vive en la Compañía de Jesús. Me parece que lo más importante es que el Papa llevó la cuestión del discernimiento, que es el corazón de la espiritualidad ignaciana, a las decisiones en la Iglesia. Si vemos en el Sínodo de la Sinodalidad la manera como se dialoga y cómo se toman decisiones, es por el discernimiento.

JAN: Me parece que reposicionó a la Compañía. La orden de los jesuitas venía de un conflicto muy fuerte con Juan Pablo i y Juan Pablo ii. Esos más de 20 años de pontificado no fueron un tiempo terso en la relación con los jesuitas. Luego vino Benedicto XVI con un tono mucho más conciliador y, entonces, hubo ya menos tensiones. Pero Francisco visibilizó aún más a los jesuitas y su modo de trabajar.

Otro rasgo es que, además de ser el primer papa jesuita, Francisco también fue el primer papa latinoamericano…

MLA: Es importantísimo, muy simbólico, porque rompió la idea histórica del papado romano, del ultramontanismo [la centralidad de la Santa Sede], que queda un poquito desfasada. Y, segundo, porque todos estos signos de los tiempos de los que hemos hablado se reflejan claramente en la historia y en el presente de América Latina. Ahí están la pobreza, la exclusión, las resistencias, el machismo, el patriarcado; todos estos signos que marcan su pontificado en el hacer, pero también en sus encíclicas, están en América Latina.

JAN: Representó una mirada a la periferia de la fe y de la misma Iglesia, incluso geográficamente, una perspectiva geopolítica para voltear a ver estos países que no eran reconocidos como interlocutores válidos. Ahí empezó un proceso muy interesante que él se encargó de ir incentivando. Por ejemplo, en el nombramiento de cardenales, la mayor parte procede de países que no eran sedes cardenalicias, tal es el caso, en México, de ciudades como Monterrey, que no fueron tomadas en cuenta para tener un cardenal. Los que tenemos actualmente fueron nombrados por Benedicto XVI [Guadalajara y Ciudad de México]; los que Francisco nombró —eméritos, en el sentido de que ya no tienen edad para poder estar en una elección—, están en Michoacán o Chiapas. Ahí hay una estrategia del papa Francisco, que nos enseñó a plantear que la Iglesia estuviera fuera de Roma; ahí está el mayor encanto de estas decisiones.

El padre Robert Francis Prevost durante su misión en Perú, a mediados de los años ochenta. Foto: Javier Jahncke / Cortesía: Nicanor Palacios.

Acerca de lo que podemos esperar del papa León XIV, ¿se puede decir, o es muy arriesgado, que es un continuador de la obra de Francisco?

MLA: Yo creo que es un continuador de fondo, pero con matices de forma, que tienen que ver con lo que el Papa hace. Desde el inicio de la globalización para acá, tenemos una Iglesia tremendamente polarizada en un mundo que también lo está. Dividida entre los ultras de derecha, que son tradicionalistas, pero además ultras ideológicos —pensemos en el problema de la migración y en la Iglesia estadounidense pro-Trump—, y los que están muy en la línea de Francisco. Me imagino que el papa León lo que va a hacer es matizar. No va a ser tan contundente como Francisco; es lo que veo por su trayectoria.

JAN: Yo no espero que León XIV reproduzca la figura de Francisco, porque incluso lo haría mal. Lo que sí me parece es que puede haber cierta continuidad, aunque los modos de ser y hacer sean distintos. El papa Francisco fue un gran comunicador, un poco impulsivo. Decía cosas que no son las políticamente correctas en los ambientes más tradicionales, pero buscó ser fiel al Evangelio: ahí se parecería a León XIV, en la búsqueda de esta fidelidad, desde una perspectiva de comunidades religiosas. A mí me gusta pensar en la imagen de las estaciones del año: a Francisco se le ha considerado como el inicio de la primavera, frente al invierno eclesial que habían representado los papados anteriores después del Concilio Vaticano ii. Esperaría un estilo particularmente distinto, pero continuidad en las intenciones. Yo alcanzo a ver que continuaría como una especie de primavera.

¿Creen que será un papa más conciliador y diplomático?

MLA: Sin duda. Aquí hay algo fundamental: que es un religioso. Los agustinos no son los jesuitas, evidentemente. Pero tienen esta cosa de la misión en el campo, en brecha, desde los consejos evangélicos, que están ahí. Y yo creo que eso es muy bueno para la Iglesia. Están mucho más metidos, y León XIV es alguien que ha trabajado con los laicos, como el papa Francisco indiscutiblemente lo hizo.

JAN: Tiene un gran reto: hay un sector que era contrario a Francisco y que marcó algunas contraposiciones en el cónclave; incluso varios cardenales acusaron que, si no había una elección y un cambio de rumbo en la Iglesia, se podría dar un cisma. Creo que su estilo va a ser un poco más prudente, más dialogante, va a escuchar más todavía que Francisco. Veo signos de cierta continuidad, como el anuncio de una nueva mujer en el Dicasterio para los Institutos de Vida Consagrada. Los tradicionalistas buscan que las mujeres no estén ahí y él las vuelve a poner sobre el escenario y confirma a las que ya estaban. Segundo, el anuncio de que el primer viaje será a Sudamérica, a tres países: Perú, Argentina y Uruguay. Casi todo su ministerio estuvo en Perú, no en Estados Unidos. Allí encontramos ya un posicionamiento. Va a ser un jefe de Estado con autoridad moral que no tienen los que están implicados en los conflictos. Me parece que ahí está la clave. Se voltea a ver a la Santa Sede, porque es un interlocutor de Naciones Unidas y en otros espacios donde tiene observadores. Ya se ha hablado, por ejemplo, de la posibilidad de que el Vaticano sea sede de los diálogos entre Ucrania y Rusia.

La hermana Simona Brambilla, de 59 años, en una reunión con el papa Francisco, quien la nombró prefecta del Dicasterio para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica. Foto: Vatican Media / Handout vía Reuters.

¿En qué cuestiones podría haber apertura y en cuáles otras definitivamente no?

MLA: En el sacerdocio para mujeres, definitivamente no. Yo creo que va a ser un asunto riesgoso, que va a polarizar y que va a conciliar. En la cuestión de las bendiciones a los homosexuales queda muy claro; incluso la carta de Francisco dice que no se estaban bendiciendo las uniones, sino a las personas. Creo que ahí va a haber un estira y afloja importante. Con Francisco se tocó la cuestión del sometimiento de las religiosas en la Iglesia, de los empleados del Vaticano: creo que ahí sí se va a continuar. Y en materia de justicia social sí va a haber una continuidad muy importante.

JAN: Me es difícil pensar todavía en algunos asuntos. Quienes conocen al papa León, desde su práctica, dicen que donde va a haber mucha más apertura es en pensar a la Iglesia como un hospital en zona de guerra, como una especie de tienda de campaña que está atendiendo a los marginados. Habría continuidad en todo aquello que tenga que ver con la búsqueda y la construcción de entornos más amigables y cordiales. En días pasados retomó el asunto de la encíclica que habla sobre medioambiente. Creo que por ahí podría estar; no sé dónde se colocará en las posiciones extremas de apertura que rompan con la continuidad de la doctrina cristiana.

¿La agenda central de León XIV estará basada en la justicia social?

MLA: Yo creo que sí. Y la clave de la justicia es la paz. Creo que es un buen signo que haya retomado a Paulo vi. En este sentido, son muy importante estas alusiones que hacen los papas anteriores. Habla de un intento de conciliar, de una síntesis, aunque en el fondo me parece que es mucho más Francisco que Juan Pablo II y, evidentemente, como Benedicto XVI no es.

JAN: Si solamente me fijo en el nombre y en la referencia a León XIII, que es el papa de la Rerum novarum y de la justicia laboral, coincidiría. Pero creo que todavía hay cosas más amplias. Hay un papel de la justicia social, sí, pero también va a ser un papa que trate de construir consensos en torno a la verdad. Eso es a lo que me refería cuando aludo a la necesidad de conocer el talante religioso de los papas. El sello agustino es justo la construcción de la verdad. Quiero recordar una frase de san Agustín, en las Confesiones: “Nos hiciste, Señor, para ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti”. Hay que buscar dónde está esa verdad a la que se identifica con Dios. La búsqueda de la cordialidad y la caridad va a ser importante.

Robert Francis Prevost al ser nombrado cardenal por el papa Francisco, en septiembre de 2023. Foto: Guiseppe Lami / EFE.

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