Rayda Guzmán, filósofa de la Universidad de Barcelona, nos habla acerca de lo que es la consulta filosófica, en qué y cómo puede ayudar a las personas, y nos habla un poco acerca del libro Más Platón y menos Prozac de Lou Marinoff, en el cual se sostiene que la filosofía puede ayudar a las personas a ser felices.

Supongamos que usted tiene algún problema: no sabe qué carrera estudiar, o tal vez tenga dos ofertas de trabajo y no sabe cuál tomar; o ha muerto un ser querido, o no sabe cómo redirigir el rumbo de su empresa, o siente hastío por su vida rutinaria. Lo normal sería que pidiera ayuda a un psicólogo, que buscara el consejo de un sacerdote o, incluso, en casos más extremos, que una bruja le echara las cartas o le hiciera una limpia. Pero ¿ha pensado que tal vez lo que necesita es un buen filósofo?

La consulta filosófica, aunque aún no se ha extendido del todo en México, es una práctica profesional bastante común en Estados Unidos y Europa (especialmente en Francia), y en algunos países de América Latina como Argentina o Chile. A diferencia de un psicólogo, el filósofo consultor no trabaja en el ámbito emocional ni pretende restablecer al paciente conforme determinados parámetros de “normalidad”: sencillamente aporta conceptos que pueden ayudar a pensar el problema desde otra perspectiva, para desde ahí encontrarle una solución. Esta actividad, llamada también “filosofía práctica” o “práctica filosófica”, sostiene que la filosofía, más que una serie de “conocimientos” que podrían servir para ganar en el juego del Maratón o en Jeopardy, es una “caja de herramientas”.

“Si la filosofía no da herramientas para pensar la realidad, ¿entonces qué es lo que da?”, pregunta Rayda Guzmán, una filósofa venezolana que radica en Barcelona desde hace varios años y que diseñó el plan de estudios de la maestría en Práctica Filosófica y Gestión Social de la Universidad de Barcelona. Ella está convencida de que los filósofos tienen que salir de las aulas y los libros para acercarse a la gente común y corriente.

La práctica filosófica tiene varias modalidades: están las consultas personales, que buscan solucionar algún problema práctico; las asesorías grupales, en las que el filósofo ayuda a un grupo a definir con claridad ciertos temas. O más lúdicamente, los cafés filosóficos, en los que un grupo de personas se reúne para discutir un tema, con la guía de un experto, mientras se toma algo.

CONTRA LA FILOSOFÍA COMO AUTOAYUDA
La práctica filosófica no podría entenderse sin el boom que significó la aparición del best–seller Más Platón y menos Prozac, de Lou Marinoff, un libro que sostiene que la filosofía puede ayudar a las personas a ser felices. Rayda Guzmán reconoce su importancia: “El libro me enseñó que la filosofía podía ayudar a la gente a vivir mejor”. Es decir, retomaba una vieja tradición griega, la de Sócrates, quien suponía que “la sabiduría” debía tener implicaciones concretas en la vida de las personas. Sin embargo, Guzmán toma distancia de esta reducción de la filosofía a autoayuda, y relata que cuando conoció a Marinoff le preguntó quién era su filósofo favorito. “He leído a más de cien filósofos”, respondió.

“Ésa no es una postura seria”, dice Guzmán, “no se trata de leer mucho, sino de conocer a cabalidad el pensamiento de un autor. De no perder el rigor. La filosofía no es autoayuda ni el filósofo un gurú del new age. Hay temas en los que puede ser útil, pero otros en los que no. Por esto, es indispensable que la gente que se acerca a un filósofo consultor se cerciore de que es una persona preparada, experta en ciertos autores, y no un charlatán”. m.

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