La prisión entraña la posibilidad de la liberación o de la fuga. Y en el asunto de encerrarnos no hemos usado solamente muros y barrotes: también de la imaginación nos hemos servido muy bien
A diferencia del cementerio, la prisión entraña la posibilidad de la liberación o de la fuga. Pero mientras esa posibilidad no se concreta, importa muy poco: no hay reclusión, por breve que sea, que no parezca definitiva y absoluta.
Que la especie humana haya tenido que concebir la prisión dice mucho acerca de ella. Y no hemos usado solamente muros y barrotes: también de la imaginación nos hemos servido muy bien. No nos faltan ocasiones de hallarnos encerrados —y, por tanto, omitidos de lo que se supone que tendría que ser la vida en libertad—: prejuicios, obstinaciones, deudas, rencores… Entre quienes se hallan confinados por haber resultado perjudiciales a la sociedad —o, particularmente en México, por la mera suposición, o por la ceguera monstruosa de un sistema penal fallido— y quienes van por la vida con su propia jaula a cuestas, ¿sabemos si alguna vez se nos abrirá alguna puerta? m.