Pintora Domi
Dolores Garnica – Edición 492
Domi es pintora y activista, por eso también ha emprendido varios centros y campañas a favor de las comunidades indígenas en Guadalajara, incluido un centro zapatista que cerró a causa de la pandemia
San Pedro Ixcatlán está en Oaxaca, casi en el límite con Veracruz, junto a las aguas azules del embalse Miguel Alemán. Su iglesia es amarilla. De Oaxaca es Domitila Domínguez Manuel, Domi; de ella son el color de su tierra, las leyendas y las historias de la vida de los ha shuta enima, como se llaman en su lengua los mazatecos, “los que trabajamos el monte, humildes, gente de costumbre”, pueblo indígena creador de una cosmogonía extraordinaria de aves, flores y árboles en todos los colores, como los tonos que la creadora —asentada en Guadalajara desde 1983— deja plasmados en sus bordados, en su pintura y en su escultura.
La pintura de Domi se parece a Ixcatlán y a los bordados mazatecas. También bordea las aguas de esa tierra y, a veces, sus iglesias son amarillas. Con aves, flores, personajes gordos, flacos, fusionados con animales, de cabezas redondas, narices alargadas y en intensos tonos rojos, azules, amarillos, verdes, rosas y morados, nos sabe contar historias que no se terminan nunca. Narraciones de caballos, reuniones o vuelos que todos alguna vez soñamos; de sombreros con árboles en los hombros, de hormigas y peces amistosos, ya saben, de esos cuentos que nos sabemos todos en cuanto los vemos.
Domi comenzó a pintar hace más de 40 años con acrílico y óleo; también a hacer escultura y bordados. Dicen que el trabajo de Domi es naif, pero este adjetivo crítico resulta bastante injusto y, en esta situación en particular, más peyorativo que descriptivo. Si Francisco Toledo, Rosendo Pinacho, Luis Zárate o Maximino Javier llevan un apellido impuesto por galerías para reunirlos, “Escuela Oaxaqueña de Pintura” (aunque ellos mismos renieguen del nombre del grupo), a Domi y a otras pintoras como Ana Santos, o incluso Suke, se les ha relegado a un estilo calificado como ingenuo, sin técnica o sin preparación. Domi ha estudiado y trabajado durante más de 40 años en el lienzo, y su estilo, su potencia y su fondo conceptual y narrativo no les piden nada a sus contemporáneos varones. Sin embargo, no cuenta con el mismo reconocimiento ni con el mismo éxito en el mercado. Si hacemos un recuento de las crónicas y notas periodísticas sobre sus exposiciones, notaremos varios calificativos con cierto aire de condescendencia, como “sencilla”, “tímida”, “inocente”, “humilde”, “alegre”, “colorida”, que, si bien la describen a ella, a la vez son estereotipos asignados a sus raíces, que ella misma con dignidad robustece. Ella es una pintora tan genial que puede hacernos creer la espontaneidad y la inocencia en su trabajo.
A Domi no le gustan las entrevistas. Por eso no encontrarán citas de ella en esta semblanza. Ella es pintora y activista, por eso también ha emprendido varios centros y campañas a favor de las comunidades indígenas en Guadalajara, incluido un centro zapatista que cerró a causa de la pandemia. La pintura, la escultura y los bordados de Domi han viajado ya por varios países en exposiciones colectivas e individuales. De ella son el color y las historias.
De esos colores se alimenta todavía Domi, aunque ahora radique en una enorme ciudad gris, también repleta de personajes, de esos que todos reconocemos y de los que conocemos su historia porque “contra toda opinión, no son los pintores, sino los espectadores, quienes hacen los cuadros”, como dijo Marcel Duchamp.1
Para saber más
:: Obra de Domi.
:: Video de la exposición Los caminos de los sueños, El Faro Cultural, 2014.