Pequeñas empresas surfeando la crisis

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Pequeñas empresas surfeando la crisis

– Edición 408

En medio de la debacle económica, las micro, pequeñas y medianas empresas navegan con suerte distinta. Mientras unas naufragan, otras hacen ajustes que les permitan sobrevivir, y otras más tienen incluso oportunidades para crecer. Estas tres historias muestran que la crisis, aunque la sufrimos por parejo, no es igual para todos.

La crisis la sufrimos todos, pero no en la misma magnitud: doña Chuy tuvo que cerrar su fonda de mariscos en julio de 2008 y ahora sufre el acoso de abogados que le reclaman el pago de 140 mil pesos contraídos con varias tarjetas de crédito. Antonio Bermúdez, dueño de una pizzería, batalla con el encarecimiento de los alimentos, pero se las ha ingeniado para mantener precios solidarios sin escatimar la calidad. Carlos Martínez, dueño de una fábrica de sandalias, está invirtiendo a contracorriente, convencido de que, gracias a la crisis global, su empresa tiene la oportunidad de aumentar sus exportaciones a Estados Unidos. Son tres realidades que viven las micro, pequeñas y medianas empresas en México (de las 695,257 establecidas en diciembre de 2008, según el Sistema de Información Empresarial Mexicano, 92.5 por ciento está conformado por empresas micro; 5.3 por ciento pequeñas, 1.3 por ciento medianas y sólo 0.7 por ciento grandes). En el borde del acantilado están las pequeñas y medianas empresas (PYME), buscando en sus vulnerabilidades las herramientas para sobrevivir. “Las PYME van a ser las más afectadas”, advierte Ignacio Román, economista del ITESO, al explicar los efectos que genera la crisis. “Pero yo diferenciaría. Hay muchos tipos de PYME: una cosa son las medianas empresas articuladas a las grandes compañías que puedan encontrar nichos de mercado adecuados. “Otra cosa las que mantengan cierta formalidad y que se verán mucho más expuestas a problemas, a riesgos, pero que podrán obtener una serie de apoyos fiscales o programas de rescate, y otra más lo son la inmensa mayoría de micro y pequeños establecimientos totalmente desvalidos y sin ningún registro contable”. En las microempresas, el embate será más duro porque allí se refugiará buena parte de las personas que están quedando sin empleo, “desplazadas de la lógica formal” de la economía, e incluso los paisanos que retornan de Estados Unidos alejándose del desempleo en ese país.


Tarjetas de crédito: las dos caras

Las primeras rachas de viento comenzaron a sentirse en 2008. “El primer efecto se mostró en un congelamiento del crédito bancario, y eso a quienes más les pega es a los que menos calificación de crédito tienen”, explica Alejandro Delgado, presidente de la Comisión de Asuntos Económicos de la Confederación Patronal de la República Mexicana (Coparmex) en Jalisco. Desde la segunda mitad de 2008, los bancos dejaron de dar préstamos a las empresas, “hasta no ver qué va a pasar con el resto de la economía”. Sin embargo, las PYME pueden encontrar mecanismos para no depender de estos financiamientos. Antonio Bermúdez tiene 30 años. Después de estar “varios años amasando la idea”, hace un año encontró el lugar que consideró ideal para su pizzería, en la esquina de la calle Moscú y la avenida Libertad, en la colonia Americana. Al principio sólo trabajaban su hermana, su madre y él. Tras un auge en la clientela, hoy tiene ocho empleados y nunca contó con un crédito bancario ni de gobierno. Lo desmotivó “lo tardado que es el proceso para obtenerlos”. ¿Cómo ha financiado su negocio? Con una tarjeta de crédito de una cadena de tiendas de autoservicios. “Te la dan rápidamente y me sirve porque generalmente compro todo con la tarjeta y lo voy pagando con la venta”. Antes de contratar el crédito, Antonio verificó cuáles eran las tasas de interés y las penalizaciones en caso de retrasos en los pagos. “La base es informarte para ver si la vas a manejar bien”. De sus insumos, 60 por ciento lo paga con el plástico; lo demás con el efectivo de las ventas. “Al final de la semana trato de saldar todo para que no se incremente, de tal forma que cuando llegue el corte, la tarjeta generalmente está en ceros o, si se debe, solamente se debe una semana, no más”. Recurrir al plástico puede ser un arma de doble filo.

Durante seis años, María de Jesús David, doña Chuy, administró una fonda de mariscos en el Mercado del Mar de Miravalle, ayudada por uno de sus cinco hijos. Durante mucho tiempo sus ventas estuvieron bien, pero a finales de 2007 bajaron. “Llegó el momento en que no completábamos para la renta”. En sus manos tuvo cinco tarjetas de crédito, en parte para comprar insumos y en parte para ayudar a mantener a la familia. Sus últimas esperanzas se centraron en la Semana Santa de 2008. “No fue bien. Después no salía ni para pagar sueldos”. Doña Chuy cerró el restaurante en julio y se quedó con una deuda de casi 140 mil pesos de las tarjetas. Así comenzó el hostigamiento de los cobradores. “A las seis de la mañana comenzaba a sonar el teléfono, hasta las once de la noche […] A veces son muy groseros, y me amenazan con embargarme si no pago”. Doña Chuy logró reestructurar la deuda de tres de las tarjetas, pero en conjunto debe pagar más de cuatro mil pesos cada mes, algo imposible para una abuela de cuatro nietos sin empleo. “Claro que quiero pagar mis deudas, pero es que no puedo ahorita”. Ahora se ha sumado a la Asamblea Ciudadana de Deudores de la Banca, una organización que entre 1995 y 2002 agrupó a más de seis mil deudores de la banca después de la crisis de 1994 y que está resurgiendo ante el aumento de morosidad: “Si nosotros no tuviéramos estos intereses tan elevados, pienso que sería más fácil pagar una deuda […] es error de nosotros, pero es un abuso de quien te está prestando. Tanto peca el que mata a la vaca, como el que le detiene la pata”. Diferentes especialistas han recomendado no utilizar la tarjeta de crédito para comprar artículos que excedan nuestra capacidad de pago, y tratar de pagar más que los plazos mínimos exigidos, porque liquidar sólo los mínimos es limitarse a abonar a intereses y no al capital de la deuda. El esposo de doña Chuy es vendedor de mariscos en el Mercado del Mar, “pero está a comisión y no le va bien”. Por un lado, bajaron las ventas, y por el otro, “para poder agarrar una buena carga necesitas cómo amparar esa carga”. En otras palabras, los proveedores exigen un pago por adelantado en efectivo y no aceptan operaciones a crédito. Alejandro Delgado apunta que éste es el segundo efecto de la crisis. A la par del congelamiento de los préstamos empresariales, se comienzan a alargar los plazos de pagos y esto afecta a los proveedores de las cadenas. “Se les alargan los plazos de pago o de recuperación del crédito y, por otro lado, a las PYME les exigen el pago de contado para sus insumos”. Lo que está afectando a la mayor parte de las empresas es la menor capacidad de consumo. Hasta noviembre pasado se habían perdido casi 200 mil plazas formales en el país, según el Instituto Mexicano del Seguro Social. Otras personas ven cómo su salario les alcanza para comprar menos cosas y otros gastan menos porque están siendo más cautos. Antonio reconoce que ahora van menos comensales a su fonda y que ha tenido que mantener los precios de sus platillos. Pero ha ideado estrategias: “Si el pollo está a muy buen precio, lo que tratamos de hacer es meter un poco más el pollo y descontinuar la carne de res porque está subiendo. A mí se me hace exagerado pagar 72 pesos por un kilo de carne contra 55 pesos del pollo. Lo que hago es generalmente ver cómo comienza la semana y si hay buena venta me puedo dar el lujo de los demás días seguir dando carne de res. Si no, bajo al pollo, que también es muy bueno, a la gente le gusta y es más barato […] No tenemos unos precios tan altos como para que la gente se apriete el cinturón. Podría vender más caro, pero con lo que vendo vivo bien. No soy el más rico y no soy el más pobre, saco mis gastos”.


La paradoja: invertir para exportar más

Otro de los sectores más afectados por la recesión de Estados Unidos es el de las empresas que proveen insumos al mercado del país vecino, que recibe 75 por ciento de las exportaciones mexicanas. José de la Cerda, doctor en desarrollo organizacional, explica que la devaluación del peso frente al dólar también está generando problemas para las PYME que importan insumos para fabricar y vender en el mercado mexicano. “Hay empresas zapateras locales que venden a segmentos de mercado fino, prácticamente 70 por ciento de su materia prima es comprada afuera, compran pieles y accesorios […] ahora tendrán que vender el zapato más caro”. Hay PYMES que son exportadoras, y a algunas de ellas la devaluación del dólar les ha ayudado. En 1994, Carlos Martínez Barba tenía 21 años de edad y estudiaba ingeniería industrial en la Universidad Panamericana (UP). De un proyecto final para una asignatura surgió la idea de crear un software para administrar empresas. Lo creó, lo vendió y así nació su primer negocio, cuyo siguiente paso fue crear una aplicación de software para dinamizar las clases de niños en primaria. “Nomás para darte una idea de ese entonces, yo ganaba seis mil pesos libres mensuales y trabajaba dos horas diarias, ¡era una chulada! En eso, cayó la devaluación; entonces todos los compromisos que se tenían adquiridos estaban en dólares, e inmediatamente fue incosteable el poder seguir con el proyecto”. Cerró su negocio casi un año después, en parte porque las empresas clientes “en lo último que iban a invertir en ese momento era en tecnología, mercadotecnia y asesorías. Todas las empresas cortaron esos rubros para reducir presupuestos”. Hoy, con 35 años y comandando una empresa de 230 empleados que exporta sandalias a 40 países, afirma que a pesar de la crisis, y a diferencia de lo que pasó en 1994, “ahora es cuando más dinero estoy invirtiendo en tecnología, en asesoramiento y en mercadotecnia. Dupliqué mi capacidad de diseño, invertí en equipo de impresión digital especializado […] estoy creciendo mi plantilla laboral”. ¿Por qué tan audaz algarabía? Carlos Martínez asegura que, si bien la devaluación está beneficiando a las empresas exportadoras al elevar el valor de sus productos, los compradores en Estados Unidos no pueden adquirir gigantescos contenedores con zapatos asiáticos porque no pueden anticipar cómo se va a comportar la demanda. “Están haciendo planeaciones en el corto plazo y necesitan proveedores que les surtan pocas cantidades de forma inmediata, y eso no lo puede hacer China”. Carlos no es el único optimista. Mientras amasa pizzas, Antonio dice que “la cosa es buscar buenos precios y no bajarle a la calidad, porque obviamente la gente se da cuenta de estas cosas”. Pero el golpe de la crisis no es uniforme. En el otro lado están doña Chuy y una veintena de personas, desde amas de casa hasta taxistas, profesionistas o comerciantes, agrupados en la reactivada Asamblea Ciudadana de Deudores de la Banca. En diciembre, mientras se apoyaban mutuamente —“No somos delincuentes. Queremos pagar nuestras deudas, pero pagar lo justo, en la medida de nuestras posibilidades”—, el grupo apenas se conformaba. Es muy probable que crezca conforme avancen los efectos de la crisis. El año pasado se disparó la morosidad en los pagos. Entre enero y octubre, la cartera vencida (créditos no pagados a la fecha de su vencimiento) de los bancos en Jalisco ascendía a 4.7 por ciento, cuando en el mismo periodo de 2007 fue de 2.4 por ciento, según los datos del Centro Bancario del Estado de Jalisco. Doña Chuy salió de la reunión asegurando que ya no se escondería, que contestará el teléfono y confrontará a los cobradores planteando la opción de negociar las deudas, pero de acuerdo con sus posibilidades de pago. A su vez, Carlos Martínez cerraba un trato con un inversionista de Brasil para vender sandalias en São Paulo, y Antonio Bermúdez incluyó carne de res en sus menús de esa semana. En una crisis como la de hoy, la única certidumbre es que no hay nada seguro. Alejandro lo dice así: “Esto es algo como mágico: igual como estás ahora, mañana no estás, pero trato de no pensar en eso. Si todo va bien, no hay que alarmarse con la idea de desaparecer. “Hay que seguir trabajando”. m.

 

La Asamblea Ciudadana de Deudores de la Banca nació en 1995 para defender los intereses de casi seis mil jaliscienses que tenían hipotecas que se encarecieron con la crisis. En 2003 desapareció pero resurgió a finales de 2008, ahora con el nombre Deudores en Movimiento, para abogar por los deudores a tarjetas de crédito.

Entonces y ahora. Similitudes y diferencias entre la crisis de 1994 y la crisis actual Doctor Ignacio Román, economista del ITESO enumera algunas similitudes: :Caída en las exportaciones de México y alza en las importaciones. :Escasez de créditos. :Caída en la captación de inversión extranjera directa. :Crecimiento del desempleo y del trabajo informal.

José de la Cerda, doctor en desarrollo organizacional, ha estudiado a las empresas que sobrevivieron a la crisis del 94. Éstas son algunas diferencias: :La economía mexicana tiene mayores reservas internacionales. :La deuda externa está controlada y la inflación es más baja que en 1995. :La crisis de 1994 fue interna y la actual se originó en Estados Unidos. Invertir responsablemente ¿Qué hacer —y qué no— ante la crisis? Lo primero que recomienda Carlos Martínez a las empresas pequeñas ante la crisis es administrar bien el dinero en efectivo que entra a la empresa: “Hay que ser muy cuidadosas con los flujos”. En su opinión, la clave para este año está en mantener el capital de trabajo (los medios que dispone una empresa para funcionar: nóminas, servicios, insumos, etcétera), antes de pensar en obtener utilidades. “Podemos aspirar a no ganar dinero, pero no podemos aspirar a no tener capital para operar”. También recomienda invertir, de ser posible, en tecnología, en asesorías y en mercadotecnia. Pero hacerlo cuidando la administración, es decir, “no invertir irresponsablemente”. Para atraer clientes en un mercado deprimido, Carlos Martínez aconseja dar valor agregado al producto o servicio que se ofrece. Esto es, dotarlos de elementos tangibles (por ejemplo, la cámara en un celular) e intangibles (como servicio al cliente) que atraigan la preferencia del comprador. Alejando Delgado coincide: “El que cuide su efectivo y priorice sus gastos, va a ser el que más probabilidades tenga para subsistir […] la palabra clave de este año va a ser efectivo, quién lo va a tener para hacerle frente a las restricciones de liquidez que vamos a tener en el mercado”. Se refiere a las proyecciones que señalan que habrá menos circulación de dinero porque disminuirá el consumo. En algunos casos, por el desempleo; en otros, porque las personas serán más cautelosas con las compras. El analista de la Coparmex aconseja establecer prioridades al hacer gastos y cortar los que sean “superfluos”, como podría ser el mantenimiento de maquinaria obsoleta. También sugiere cuidar las deudas para garantizar que haya efectivo suficiente en la empresa para mantenerla operando en el corto plazo. Delgado opina que las PYME tienen una elasticidad que les permitirá enfrentar mejor las crisis que a algunas empresas grandes: “Son muy flexibles, se pueden reducir sueldos y costos”, además de comprar menos insumos sin alterar rígidos contratos en el largo plazo con los proveedores. Como una tienda de abarrotes, que de un mes al otro puede pedirle menos pan a su proveedor si nota que bajan las ventas, o los negocios familiares, donde en caso de ser necesario se pueden retrasar los pagos de salarios a los familiares. m.

MAGIS, año LX, No. 501, septiembre-octubre 2024, es una publicación electrónica bimestral editada por el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente, A.C. (ITESO), Periférico Sur Manuel Gómez Morín 8585, Col. ITESO, Tlaquepaque, Jal., México, C.P. 45604, tel. + 52 (33) 3669-3486. Editor responsable: Humberto Orozco Barba. Reserva de Derechos al Uso Exclusivo No. 04-2018-012310293000-203, ISSN: 2594-0872, ambos otorgados por el Instituto Nacional del Derecho de Autor. Responsable de la última actualización de este número: Edgar Velasco, 1 de septiembre de 2024.

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