Pasión por el arte: Carlos Ashida
Dolores Garnica – Edición 447
Ashida supo combinar la naturaleza del arte, su historia, sus coincidencias e incluso sus incongruencias e injusticias, en proyectos curatoriales que lograron explicar, difundir, promover y leer las rupturas artísticas de los siglos XX y XXI en el país
Discreto, delicado y sabio. A Carlos Ashida (ciudad de México, 1955-Guadalajara, 2015) no le gustaba el protagonismo, pero sus opiniones, sus críticas y, sobre todo, su trabajo, sabían figurar. Considerado como uno de los curadores más importantes de México, Ashida supo combinar la naturaleza del arte, su historia, sus coincidencias e incluso sus incongruencias e injusticias, en proyectos curatoriales que lograron explicar, difundir, promover y leer las rupturas artísticas de los siglos XX y XXI en el país. Su legado es una reflexiva, aguda e ilustrada crítica de las artes, pero también una defensa de la pasión, la contemplación y el divertimento en ellas.
En 2006, para el festejo a la ciudad de Guadalajara, Carlos Ashida curó Asimétrica. Afinidades y discrepancias / Acciones artísticas colectivas, un repaso crítico por las artes, de 1950 a 2006, en el Instituto Cultural Cabañas. Esta exposición fue un ejercicio de identificaciones y diferenciaciones de los movimientos surgidos en Guadalajara, basándose en su tesis acerca de dos raíces del arte contemporáneo en la ciudad: la carrera de Arquitectura del ITESO (su alma mater) y la Escuela de Artes Plásticas de la Universidad de Guadalajara como polos opuestos, pero también como inicios de lo que podemos ver, estudiar y constatar hoy en nuestras artes. Previamente, en 1998, con el patrocinio del mismo ITESO, que festejaba su cuadragésimo aniversario, había ya reunido a una generación de artistas que apenas aparecían en nuestro panorama, como Jis, Fernando Palomar, Rubén Méndez, Luis Miguel Suro, Rodrigo Aldana, Alejandro Ramírez, Guillermo del Toro, Daniel Navarro y Julio Haro, entre otros nombres que hoy destacan en el ámbito internacional. Si la crítica consiste en “echar luz sobre algo”, como dice Robert Storr, entonces, más que curador, Carlos Ashida era un crítico que sabía reconocer lo “iluminable”, o, en términos museográficos: “tenía buen ojo”.
Exposición Las buenas intenciones: expresiones desde lo imprevisto, curada por Ashida en agosto de 2014 y que tuvo como sede el Instituto Cultural Cabañas
Arquitecto de profesión y poseedor de una visión periférica, Ashida fundó la Galería Clave y fue director del Taller Mexicano de Gobelinos. Desde 1986 se dedicó a la curaduría independiente, primero con Patrick Charpenel, en una dupla poderosísima, y después en solitario. Fue director del Museo de las Artes de la UdeG, de 1998 a 2000; de 2002 a 2007 del Museo de Arte Carrillo Gil de la ciudad de México; después, del Museo de Arte Contemporáneo de Oaxaca; fue curador del Instituto Cultural Cabañas, y, aunque su trabajo como director de espacios tuvo más sombras que luces, fueron sus curadurías las que sobresalieron.
En 1995, para el Exconvento del Carmen, en Guadalajara, curó con Charpenel Acné o el nuevo contrato social ilustrado, una exposición considerada como histórica, pues sentó precedentes para artistas nacionales en ascenso, como Eduardo Abaroa, Marco Arce, Abraham Cruzvillegas, Daniel Guzmán, Sofía Táboas y Pablo Vargas Lugo. Pero cuando la visitó el entonces secretario de Cultura de Jalisco, Guillermo Schmidhuber, ésta se canceló. De institucional a independiente, la muestra se cambió a las instalaciones de los antiguos Baños Venecia (una exposición ya mítica) y después al Museo de Arte Moderno de la capital del país, por invitación de Teresa del Conde.
Exposición Las buenas intenciones: expresiones desde lo imprevisto, curada por Ashida en agosto de 2014 y que tuvo como sede el Instituto Cultural Cabañas
Carlos Ashida también tuvo sus controversias: en 2005, junto con Julián Zugazagoitia, fungió como curador de la Feria Arco en Madrid, un espacio más comercial que propositivo, donde integró como participante a Arena México, la galería de su familia, invitación que repitió en varias ocasiones, con lo que se ganó detractores. En el Museo de Arte Moderno organizó una colectiva pictórica (después de recibir críticas por su “favoritismo” por el arte contemporáneo antes que por soportes más tradicionales, como la pintura y la escultura) y Voraz fuego ebrio resultó para muchos un desastre desordenado y sin sentido, pero para otros —los menos— fue una muestra
“reaccionaria”.
Ashida colaboró en la formación de una de las colecciones de arte más interesantes del país, la de Aurelio López Rocha, y estuvo detrás de Expo Arte Internacional y de la Feria de Arte Contemporáneo en Guadalajara. Durante sus últimos años se dedicó a crear proyectos como la muestra Las buenas intenciones en el Instituto Cultural Cabañas, además de la monumental y todavía inédita exposición dedicada a Mathias Goeritz, que ahora le tocará realizar a su sucesor y compañero de trabajo, Rubén Méndez. El trabajo de Carlos Ashida es un legado que no se olvida y una pasión por la cultura que ojalá perdure para siempre. m.