“Para Occidente, la crisis global es financiera, no un millón de hambrientos”: Noam Chomsky
Mauricio A. Rodríguez Hernández – Edición 414
¿Qué pasaría si Colombia pusiera bases militares en México para fumigar campos de tabaco en Kentucky o si Irán financiara grupos golpistas en Estados Unidos? ¿Y si Afganistán bombardeara territorio estadunidense por negarse a extraditar a Henry Kissinger?
Noam Chomsky apareció en la escena pública a principios de los años sesenta, como vocero y opositor a la guerra de Vietnam. Una vez reconocido en los círculos académicos por sus trabajos de lingüística —particularmente con el libro La estructura lógica de la teoría lingüística—, creció su popularidad debido a sus críticas a la política exterior estadunidense y al “sector privado apoyado por el Estado”. A lo largo de los años, el profesor Chomsky ha sido uno de los pensadores más radicales de Estados Unidos. Algunas veces se dice anarquista, otras veces conservador de la clásica variedad liberal. Además, se define a sí mismo como sionista. Noam Chomsky, de hecho, ha sido duramente criticado tanto por conservadores como por liberales por su discurso de Israel-Palestina y su acusación de que las principales fuentes de terrorismo internacional sobre los poderes principales del mundo están dirigidas por Estados Unidos. Chomsky es autor de más de una docena de publicaciones y más de cien artículos relacionados con el campo de la lingüística y temas políticos. De acuerdo con analistas del Arts and Humanities Citation Index, es citado frecuentemente después de Sigmund Freud y Friedrich Hegel. Chomsky ha difundido durante años su pensamiento sobre la libertad de expresión en Estados Unidos, cuya defensa atribuye más a los ciudadanos que al gobierno, y trabaja para asegurarse de que la nación mantenga dichas libertades. Es académico en el Instituto Tecnológico de Massachusetts, en donde ha laborado por más de 50 años.
Después de ocho años de los atentados del 11 de septiembre de 2001, ¿cómo describiría el panorama que se vive ahora?
Como una buena manera de discutir sobre los medios de comunicación y la cultura, de la manera como afectan la historia y son un reflejo de la ideología de la sociedad misma. Cuando hablamos del 11 de septiembre, la mayoría de la población automáticamente piensa en el año 2001, pero hubo otro 11 de septiembre más importante, y me refiero a 1973. Podemos ver esto mediante una sencilla comparación. El 11 de septiembre de 2001 fue atroz, pero pudo ser peor. Imaginemos que Al Qaeda hubiera atacado la Casa Blanca, asesinado al presidente, instaurado una dictadura militar y torturado a siete mil personas. Sería un centro de terror internacional en Washington que estableciera gobiernos militares y dictaduras; un centro dedicado a asesinar. Eso habría sido mucho peor de lo que conocemos como 11 de septiembre. Y sucedió. En Chile, el 11 de septiembre de 1973, lo único que cambió fueron los números equivalentes per cápita. La forma de medir una atrocidad es por los efectos sanguinarios per cápita en una sociedad. Entonces me pregunto por qué no hablamos de ello cuando se habla del 11 de septiembre. Las razones no tienen nada que ver con consecuencias humanas sino con el poder. En 2001, el blanco de dicha atrocidad fue el país más poderoso del mundo, mientras que en 1973 se trató de un país débil, y en este caso la atrocidad fue apoyada por el país más poderoso del mundo. Ésa es la diferencia. Y eso nos enseña sobre la manera distorsionada como vemos la historia, sobre los factores que afectan nuestra visión de la historia. Es común decir que después del 11 de septiembre en Estados Unidos el mundo no será el mismo. Pero todo será igual, ya que la nación más poderosa fue atacada por una irracionalidad estandarizada en las naciones débiles. Por eso, una reacción común sobre el 11 de septiembre de 2001 en los países tercermundistas fue la solidaridad, debido a la tragedia y los crímenes horribles, pero por otra parte había una nota al pie: “Bienvenidos al club. Éstas son las cosas que nos has estado haciendo por siglos”.
¿Cuál fue su reacción y qué estaba haciendo ese día?
Estaba redactando un artículo y un amigo me llamó para contarme lo que estaban pasando en la televisión y lo que se escuchaba en la radio. En aquel momento nadie sabía qué tan grave era la atrocidad. Mi única suposición anticipada es que se trataba de una serie de golpes terroristas, posiblemente de Al Qaeda, y que ése era el primer ataque. Cuando comenzó la histeria del ántrax pensé que lo que seguía era una serie de ataques. Era obvio que se trataba de un crimen de gran magnitud; la pregunta era cómo responder a los ataques. Inmediatamente después del ataque, el presidente George W. Bush dejó en claro que iba a atacar Afganistán. ¿Cuál era la razón de atacar Afganistán? Después hubo otras explicaciones, pero si nos remontamos a la historia, la razón oficial era que los talibanes se negaban a extraditar a Osama Bin Laden y a sus seguidores. Los hechos son un poco más complicados: sí había cierta voluntad para la extradición, pero sólo si se presentaba evidencia. Y ésa resulta ser una petición razonable. Supongamos que un país pidiera extraditar a Henry Kissinger, entonces debería presentar argumentos. En este caso, el gobierno del presidente Bush se negó a dar razones. De hecho dijo que no era de su incumbencia preguntar. En Occidente eso es aceptable por la ideología imperialista, aunque ahora sabemos que se negaron a dar evidencia porque no tenían ninguna. Ocho meses después el fbi reconoció que aunque sospechaba que los ataques se planeaban en Afganistán, no tenía evidencia real y que también había sospechas de que los ataques se planeaban en Alemania y en los Emiratos Árabes Unidos. Sin embargo, se bombardeó asumiendo —y esto es muy importante— que millones de personas podrían ser afectadas por la destrucción. Eso se calculó y eso es un verdadero crimen, pero fue aceptado en Occidente debido al pensamiento imperialista. Había otras opciones mucho más viables y racionales. Por ejemplo, parte del movimiento yihadista condenaba los atentados. Había una oportunidad para dividir el movimiento yihadista y atraer a gente comprometida contra el radicalismo islamista, para oponerse a Al Qaeda. Una vez que Bush invadió Afganistán e Irak esa oportunidad desapareció. Lo que hizo fue volver a unir el movimiento y hubo más terroristas. Sectores importantes de la militancia antitalibán afgana se opusieron al bombardeo. Uno de los personajes favoritos de Estados Unidos, Abdul Haq —figura emblemática de la resistencia antitalibán—, dio una entrevista en Inglaterra en la que condenó el bombardeo. Dijo que Estados Unidos menospreciaba las muertes civiles afganas y los esfuerzos internos por derrotar a los talibanes, que podría dar mejores resultados, y dijo que el verdadero motivo era que Washington quería demostrar su poder. Él era un militante antitalibán, y muchos otros coincidían con él.
A propósito del apoyo de América Latina a la guerra contra el terrorismo, y retomando el título de su más reciente trabajo, ¿considera que México es un Estado fallido?
Depende de qué se entienda por Estado fallido. Si se habla de narcotráfico, la Comisión Latinoamericana contra las Drogas, encabezada por el ex presidente colombiano César Gaviria y que la integran también Felipe Calderón y Fernando Henrique Cardoso, sacó un reporte en febrero de 2009 en el que se concluye que la guerra de Estados Unidos contra el narcotráfico es un completo fracaso, que lo único que está causando es desorganización y violencia, que no está afectando el precio de las drogas, que el problema del tráfico de drogas está en Estados Unidos —es un problema de demanda— y que la estrategia para enfrentarlo debería ser la prevención, la educación, el tratamiento y la reparación, no la violencia. Ésa fue su conclusión —y difícilmente se les puede calificar como grupo radical—, que coincide con el análisis hecho por agencias cercanas al gobierno de Washington, como el Ejército norteamericano y la Rand Corporation, que dicen que la manera más acertada de acabar con el problema del narcotráfico en Estados Unidos es la prevención y el tratamiento. Las medidas policiacas son menos efectivas y más costosas. Incluso las operaciones en el exterior, la fumigación en Colombia, por ejemplo, es demasiado cara y poco efectiva. Es un asunto serio que está causando enormes problemas en México, pero son problemas exportados por Estados Unidos, exportados por la demanda de drogas, que es la causa del problema, y ya se ha estudiado cómo tratar con ello. Hay una sustancia que es más peligrosa y letal que la cocaína o la heroína, que se llama tabaco, y que es mucho más peligrosa que todas las drogas duras combinadas. La cocaína daña a la persona que la consume, pero el tabaco daña a otras personas. Gran cantidad de personas mueren por ser fumadoras pasivas. Supongamos que China o Colombia decidieran poner bases militares en México para fumigar campos de tabaco en Carolina del Norte y Kentucky, o que enviaran especialistas a Estados Unidos para vigilar la destrucción de plantaciones de tabaco, y encabezaran operaciones militares contra traficantes de tabaco. ¿Sería imaginable? Claro que no. Esto es, otra vez, mentalidad imperialista. Los poderosos pueden hacer lo que quieran. Bien, existe un problema con la adicción al tabaco, y es un problema serio, y la mejor manera de enfrentarlo ha sido educación, cambio cultural, tratamiento, prevención. Y ha sido extremadamente exitoso. No te meten a la cárcel por fumar cigarros, pero el hábito ha disminuido notablemente entre sectores educados. En las universidades de Estados Unidos difícilmente ves a los estudiantes fumando tabaco. Ésta es la forma de lidiar con el consumo de drogas, no coadyuvando a que se formen cárteles de narcotraficantes que oprimen a la gente, como está sucediendo en México. Si México es un Estado fallido por esto, el problema se remonta al uso de las drogas y al fracaso para enfrentar el problema de forma humana y sensible.
¿Cuál es su opinión respecto a la posible base militar de Estados Unidos en Colombia, y qué significa esta decisión?
Estados Unidos ha sido expulsado de varias bases militares en Sudamérica. La última fue la base en Manta, Ecuador. Por tanto ha realizado un trato secreto con Colombia para establecer siete bases militares. Se dice que su propósito es combatir el tráfico de drogas. Esto es exactamente como la analogía que acabo de hacer. Es como si China decidiera utilizar bases militares mexicanas para frenar la producción de tabaco en Estados Unidos. Es impensable. Y si es impensable para China, ¿por qué no lo es para Estados Unidos? Es sólo la mentalidad imperialista, otra vez. Aun cuando las versiones oficiales son completamente inaceptables, no hay razones para creer que son verdaderas. Las bases militares que se instalarán en Colombia forman parte de un programa más amplio para militarizar América del Sur. Por ejemplo, la flota de la Fuerza Aérea de América del Norte, que se disolvió en 1950 después de la Segunda Guerra Mundial, ahora se reactivó y cubre América del Sur, el Caribe y Centroamérica. Ellos dicen que es para el combate al narcotráfico, pero si lees en el sitio web del Pentágono se dice que es para apoyar operaciones militares en la región. Hay un par de siglos de historia sobre lo que significa tener fuerzas militares de una superpotencia operando en tu región. Sabemos lo que significa la historia. Es una amenaza. Hace un par de meses hubo una reunión en Argentina que causó algo de controversia, pues nombró a América del Sur como una “zona de paz”, sin fuerzas militares extranjeras, y también hizo notar un documento, que al parecer lo produjo una de las fuerzas militares estadunidenses hace unos meses, que plantea la meta de establecer una red de bases militares en todo el mundo para abastecimiento de combustible; el texto menciona las bases colombianas. Esto permitiría a aviones militares de Estados Unidos operar en amplias regiones del mundo, en América Latina, pero está conectado con otras bases en África. Esto forma parte de un sistema global con cientos de bases y operaciones militares —Estados Unidos es el único país que está invadiendo y ocupando militarmente otros países, como Irak y Afganistán. Se trata de un sistema militar global que es una amenaza. Occidente no lo ve así, pero hay una profunda mentalidad imperial que apoya esta visión: nosotros tenemos el derecho de controlar el mundo por la fuerza.
¿Cree posible que Estados Unidos esté creando, como en el pasado, golpes de Estado para derrocar gobiernos incómodos, como Venezuela o Bolivia?
En cuanto a Venezuela, la respuesta es que sí. Estados Unidos en reiteradas ocasiones ha dicho que apoyó el golpe militar de 2002, y cuando el golpe se revirtió, el gobierno de Washington comenzó a enviar millones de dólares para apoyar a los grupos de oposición a Hugo Chávez. No sabemos los detalles, ya que el gobierno se niega a publicar información, pero está claro que va directo a grupos de oposición. Esto nunca sería tolerado en Estados Unidos. Supongamos entonces que Irán hubiera apoyado un golpe militar en Estados Unidos y que después de que el golpe se revirtiera, Irán comenzara a dar cientos de miles de dólares a los grupos que apoyaron el golpe. ¿Cuánto tiempo crees que sería tolerado? Ni treinta segundos. Pero cuando lo hacemos en Venezuela lo consideramos bueno, es la prerrogativa imperial. Estados Unidos está haciendo esto. Puedes pensar lo que quieras de Chávez, eso es otro punto, pero es innegable que ha sido demonizado por el sistema propagandístico, incluyendo a los medios de comunicación. Y algo similar pasa en Bolivia. Otra vez, Estados Unidos envía grandes cantidades de dinero, no hay información al respecto, pero está claramente apoyando a los grupos secesionistas de provincias occidentales, a las élites tradicionalistas que están muy descontentas porque Bolivia tuvo una elección auténticamente democrática en donde la mayoría de la población —en gran parte indígena— eligió a su candidato. Para las élites tradicionales, ricas y europeas, eso es intolerable. En el caso de Honduras es una historia ambigua, ya que el gobierno oficialmente se opone al golpe pero no está tomando medidas para detenerlo. De hecho, fue uno de los países que no retiró embajadores, acción que sí hicieron algunos países europeos.
¿Cómo visualiza la hegemonía estadunidense en los próximos 15 años y su política exterior con la llegada de Barack Obama al poder?
Los principios fundamentales de la política exterior de Estados Unidos no han cambiado desde 1820, y uno de esos principios es que debe controlar América Latina. Eso permanece igual, aunque hay un espectro de opiniones diferentes. La Administración de George W. Bush estaba tan a la derecha, tan reaccionaria, que era condenada incluso por las principales corrientes de opinión, mientras que la política exterior de Barack Obama está dentro de lo normal, que no es del todo bueno si se conoce la historia de América Latina. Parte de ello es la militarización, un estilo más amable que la retórica arrogante y ofensiva de Bush, pero las políticas irán en lo tradicional: si debemos controlar América Latina, lo haremos. Aunque se ha debilitado la capacidad de instigar golpes militares en el Hemisferio, el arma económica es más frágil, y también existe una integración de América del Sur que no tiene precedentes. Hay más diversificación, el mundo es ya multipolar, hay diversos centros de poder en el mundo, y Estados Unidos se ha acomodado a ello, aunque sus políticas básicas no hayan cambiado todavía.
¿Cómo debería el gobierno de Barack Obama controlar la crisis económica?
Hay varias crisis en el mundo, por ejemplo, la crisis de los alimentos es mucho peor que la crisis financiera. El número de personas que mueren de hambre pasa de mil millones, pero para Occidente el término “crisis global” significa “nuestra crisis financiera”, no un millón de personas muriendo de hambre. Existen muchas preguntas, pero la manera como el presidente Obama ha manejado esto es un poco conservadora. Es utilizar fondos de los contribuyentes para restablecer el sistema financiero, entonces la gente que planea estas políticas, los arquitectos de la crisis, está restableciendo la estructura institucional que llevó a la crisis. m.
1 comentario
Toda mi vida he pensado que
Toda mi vida he pensado que Estados Unidos es el peor terrorista del mundo y de hecho yo creo que no existe un pais en que no se de la mentalidad antiyanqui a causa de algun detallito en su historia donde los USA son los malos, pero la pregunta es que podemos hacer en lo individual para cambiar este estado del mundo, como convencer al ciudadano estadounidense de que no vive en el paìs de la libertades, de que su libertad de expresión, su igualdad sexual, etc es una falacia pues viven manipulados por sus medios de comunicaciòn que ellos creen los mas veraces del mundo y finalmente son la sociedad mas enajenada y manipulada del mundo.
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