Pantallas en la pandemia
Aditi Ruiz – Edición 476
Usamos internet para acceder a la escuela o al trabajo, a compromisos sociales, al entretenimiento, a la vida familiar, a la vida política. ¿Y lo intraducible de la convivencia análoga? Como aquella usanza de dejarle el plástico a los muebles, o la de que alguien soplara sobre un pastel que todos comeríamos, es algo que quedó atrás. Se abrió paso una nueva normalidad
Algunos eventos pueden cancelarse o posponerse ante una contingencia. Pero hay otros impostergables, que nos enfrentan: el cumpleaños de un niño (o el de uno mismo), los asuetos, el Día de las Madres. Nos apuramos a reproducir los viejos rituales en un nuevo terreno: el digital.
No tardaron en aparecer los tutoriales de belleza para verse mejor en las videollamadas, y tampoco tardó en saturarse nuestra agenda, emulando la vida anterior. Usamos internet para acceder a la escuela o al trabajo, a compromisos sociales, al entretenimiento, a la vida familiar, a la vida política. ¿Y lo intraducible de la convivencia análoga? Como aquella usanza de dejarle el plástico a los muebles, o la de que alguien soplara sobre un pastel que todos comeríamos, es algo que quedó atrás. Se abrió paso una nueva normalidad.
No es fácil acostumbrarse, porque hay una sensación de nostalgia doble: por una parte, al extrañar lo que sucedió hace muy poco: planes para el nuevo año —o para la década, incluso—, la última pachanga (que no supimos que lo era). Por otro lado, la nostalgia anticipada al sospechar que tal vez éstos sean los buenos tiempos, encerrados, como en pausa… ante la incertidumbre del porvenir, pensando que todo podría ser mucho peor.
Recurrimos a la tecnología creyendo que por sí misma es la solución, y olvidamos que es sólo una herramienta. Imaginamos que Zoom nos mantendrá más conectados, aunque nos la pasemos viendo nuestra propia imagen, y luego lo culpamos cuando somos nosotros los que no recibimos el presente. Ahora vemos el mundo a través de las pantallas.
Compra local y con paciencia
Muestra empatía con los negocios que a toda prisa iniciaron con la venta en línea o para llevar. Ante la pregunta de por qué no todo funciona con la rapidez de alguna aplicación móvil popular, recuerda que esas plataformas se embolsan hasta 30 por ciento del recibo de consumo y fomentan el trabajo precarizado. Tal vez las tortas de tu colonia que tanto te gustan no te permitan rastrear la entrega en tiempo real, pero ese grado de sofisticación es innecesario. Da propina.
Vuelve al propósito
Al migrar un evento al espacio digital pon especial atención para no confundir ritual con propósito. Uno no organiza una fiesta de cumpleaños para escuchar a sus amigos cantar desentonadamente, sino para que le celebren a uno el simple hecho de existir. ¿Cómo lograr esto en una videollamada? Envía una invitación con toda pompa, decora tu espacio, pide a cada invitado que comparta una anécdota especial. Con suerte, alguien descubrirá el equivalente digital de hundir tu cara en el pastel.
Ejercita el ocio
El encierro puede llevarnos a alternar entre el frenesí de la vida conectada y el “efecto tumbona”, que nos arroja a una crisis al disminuir la velocidad y tener que contemplar la vida. Retoma algún pasatiempo, lee un libro, haz algo con el mero propósito de divertirte, o, mejor aún, no hagas nada por un rato, más que observar el paso del tiempo o escuchar los sonidos de la naturaleza. Evita caer en una espiral de redes sociales y exceso de información. Esconde tu celular.
Desempolva el baúl de los recuerdos
Si alguna vez hubo un momento para mostrarle al mundo la colección de platos que heredaste de tu abuela, es éste. Ponles nombre a los colores de los objetos de tu casa, busca fotos de décadas pasadas, comparte el atardecer desde tu ventana o alguna receta familiar guardada con celo. Estas muestras de humanidad son más efectivas para crear una conexión a través de las pantallas que los memes reciclados o los videos sensacionalistas sobre las torres de red celular.
Resignifica el baile
Forzados por las circunstancias a quedarnos quietos, redescubramos el movimiento de nuestros propios cuerpos —por salud y por alegría—. Ésta no es la primera pandemia acompañada de una ola de baile como la de TikTok, la red social de videos cortos, pero sí la primera vez que se puede transmitir por internet. Olvídate del carácter “performático” o del profesionalismo que acompaña a la danza: la persona que está en el centro de la pista de baile de tu sala eres tú.