Pandemias
Luis Arriaga Valenzuela SJ – Edición 480
Atender la pandemia con un enfoque de derechos humanos, con aplicación de estándares internacionales, y no sólo como un asunto epidemiológico, nos permitiría poner mayor atención a las condiciones sociales de desigualdad creciente
El plural del título alude a que las consecuencias de la actual pandemia de covid-19 no son resultado exclusivo de la difusión del virus Sars-Cov-2, sino de la interacción de éste con diversos factores que generan afectaciones a la salud en las personas, en las familias y en los grupos humanos.
Las políticas nacionales pueden explicar las variaciones en la trayectoria de la pandemia, el ritmo de contagios o el número de decesos. Pero sólo parcialmente, pues hasta el momento se han adoptado globalmente, con mayor o menor rigor, medidas epidemiológicas básicas, como el uso de cubrebocas, el lavado de manos, el confinamiento y la sana distancia. Sin embargo, las variaciones entre países y entre regiones del interior de cada nación responden a una complejidad de factores que interactúan de manera diversa en situaciones igualmente diferentes.
Horton1 escribió en The Lancet que en la crisis presente actúan dos tipos de enfermedades: la covid y las no transmisibles, cuyos efectos son potenciados cuando ocurren en condiciones sociales marcadas por enormes desigualdades y disparidades. Destaca que no se trata de comorbilidades, sino de interacciones biológicas y sociales que incrementan la vulnerabilidad de las personas. A partir de sus postulados se esboza a continuación un análisis de factores subyacentes a la pandemia en México y se concluye con la enunciación de algunas posibilidades de acción.
La Encuesta Nacional de Salud y Nutrición 2018 encontró que ocho de cada 10 personas en el país declararon tener derecho a servicios médicos. Mostró una disminución de las enfermedades diarreicas en niños de cero a cuatro años, pero registró aumentos en diabetes e hipertensión en personas mayores de 20 años, así como incremento de la obesidad en quienes tienen entre 12 y 19 años. En cuanto a alimentación, 7.7 por ciento de los hogares urbanos presenta inseguridad alimentaria severa, frente a 11.2 por ciento de los hogares rurales. La irrupción de alimentos industrializados, que ha propiciado cambios en los estilos de vida, favorece el incremento de enfermedades crónico-degenerativas.2 En este cambio han tenido un papel protagónico las grandes cadenas globales de alimentos y bebidas.
Podríamos equiparar las enfermedades no transmisibles con algunas condiciones sociales que impactan de manera grave la salud física y mental, incluso la vida, de quienes vivimos en México: la violencia, incluida la de género, y los abusos sexuales. La migración realizada en condiciones de total inseguridad, la incertidumbre asociada a la pérdida del empleo y el enfrentamiento cotidiano a condiciones de pobreza extrema caracterizada por ingresos bajos y carencias sociales. Por otra parte, los cambios rápidos en los estilos de vida, inducidos por la acelerada transición del campo a la ciudad, por transformaciones espaciales de alto impacto y por el agravamiento de la contaminación del aire, del agua y de los suelos, contribuyen al deterioro de las condiciones de salud.
Las dinámicas sociales y la destrucción antropogénica de nuestro entorno tienen lugar, además, en estructuras marcadas por desigualdades que implican la apropiación de beneficios por grupos con una posición dominante, y la socialización de costos, con mayor cargo a quienes ocupan las posiciones más vulnerables. Pese a sus efectos políticos, económicos y ambientales hemos tenido pocos avances para superar la desigualdad que se ha exacerbado a causa del impacto económico de las medidas para hacer frente a la covid-19.
Los resultados adversos de las políticas relacionadas con los problemas sociales y ambientales enunciados constituyen violaciones de derechos humanos que se suman al repertorio de múltiples daños cometidos en otros ámbitos y, en conjunto, son expresión de una crisis profunda que parece haberse normalizado en México.
Las acciones emprendidas no son suficientes en tanto no se reconozca que las soluciones requieren la apertura de espacios de participación y la consolidación de instrumentos de exigencia de derechos. La atención médica ha evidenciado en estos tiempos las deficiencias del sistema público de salud. El desempleo y la pérdida de ingresos sacan a la luz la insuficiencia de los sistemas de protección social.
Todos estos elementos, ya presentes, han interactuado en formas complejas, en función de las condiciones locales. Su impacto acumulado ha tenido como consecuencia multitud de historias personales y colectivas marcadas por la tristeza, por la pérdida y por el incremento y la profundización de la vulnerabilidad. Si no se atienden de manera integral al menos las circunstancias más apremiantes que subyacen al presente, el futuro podría ser desalentador. Frente a esta posibilidad está en nuestras manos dar paso a nuevas posibilidades.
Es necesario un esfuerzo ingente para revertir las desigualdades. No sólo la económica, para la cual se han propuesto medidas tales como una reforma fiscal progresiva que implicaría, por ejemplo, impuestos a las grandes fortunas. También es necesario revertir otras desigualdades acentuadas por la falta de cuestionamiento a los privilegios que se establecen en razón del género o de la pertenencia étnica.
Urge además detener el deterioro planetario. Pero las medidas eficaces para hacerlo exigen poner en tela de juicio nuestros patrones de consumo, así como la generación de modelos de producción e intercambio sustentables basados en el uso de menor cantidad de energía y extracción de materiales más moderada. Michelle Bachelet, Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, insiste en que necesitamos tomar medidas contra el cambio climático, pues de otra manera seguiremos expuestos a otras zoonosis. Al respecto, no debemos perder de vista que el Proyecto Viroma Global estima que hay entre 631 mil y 827 mil virus con potencial para transitar de otras especies a la nuestra.3Atender la pandemia con un enfoque de derechos humanos, con aplicación de estándares internacionales, y no sólo como un asunto epidemiológico, nos permitiría poner mayor atención a las condiciones sociales de desigualdad creciente y nos colocaría en una posición favorable para hacer frente al deterioro planetario. .
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1. Richard Horton, “Offline: Covid-19 is not a pandemic”, The Lancet, 396(10255), 2020, p. 874, doi: 10.1016/S0140-6736(20)32000-6
2. Yeniffer Gómez Delgado y Elisa B. Velázquez Rodríguez, “Salud y cultura alimentaria en México”, Revista Digital Universitaria, 20(1), 2019, DOI: 10.22201/codeic.16076079e.2019.v20n1.a6
3. Dennis Carroll, Peter Daszak, Nathan D. Wolfe, George F. Gao, Carlos M. Morel, Subhash Morzaria, Ariel Pablos-Méndez, Oyewale Tomori, Jonna A. K. Mazet, “The Global Virome Project”, Science, 359(6378), 2018, pp. 872-874, DOI: 10.1126/science.aap7463