Pandemia: normalidad en crisis
Luis Arriaga Valenzuela SJ – Edición 476
La “normalización” del escenario en el que el virus se ha presentado oculta el impacto desmedido de nuestras acciones sobre el planeta y, por lo tanto, lo tanto sobre la salud humana y sobre la vida de los ecosistemas
La pandemia ha puesto en crisis la normalidad a la que estábamos habituados. Para quienes pudieron guarecerse del virus, la suspensión de la vida cotidiana, ocasionada por la adopción de medidas de aislamiento y por la disminución de las actividades no indispensables, ha implicado vivir actitudes, conductas y experiencias inusuales antes del covid-19. Por su excepcionalidad, este tiempo nos ha colocado ante un espejo en el que hemos podido ver cómo funcionaba la normalidad, y, al revelar sus aspectos inerciales y automatismos, nos ha permitido ver también —así haya sido fugazmente— bosquejos de otras formas que puede adoptar la vida humana en el planeta.
La especulación acerca de lo que acontecerá una vez que se mitigue la expansión del virus ha dado origen a numerosas reflexiones. Incluso, a la invención de términos y conceptos que intentan dar cuenta de nuevas situaciones, así como a orientaciones prácticas sobre políticas públicas y conductas personales. A juzgar por las expresiones escuchadas lo mismo en medios de comunicación que en conversaciones cercanas, parece existir cierto consenso en torno a la necesidad de retomar la vida previa, volver a echar a andar la economía y restablecer los sistemas y redes de relaciones, es decir, volver a lo que era normal.
Sin embargo, el término “normal” —y otros que se le asocian, como “naturalidad” y “normalidad”— es un buen ejemplo de lo que Uwe Poerksen denominó “palabras plásticas”: aquellas que suenan bien y que se ajustan a cualquier discurso por haber sido deshistorizadas. Parecen describir el mundo, pero ocultan más de lo que develan.
El mundo anterior al covid-19, esa normalidad a la que se intenta volver, ocultaba mal las señales de su agotamiento y de las crisis multidimensionales que lo aquejan
Así pasa con la “normalidad”. Cuando reflexionamos con hondura sobre lo que consideramos “normal”, podemos darnos cuenta de que, a menudo, hemos “naturalizado” situaciones que sólo reflejan los límites de las herramientas con las que hemos pretendido comprender el mundo, explotarlo y moldearlo.
La pandemia nos invita a poner bajo otra mirada el pretendido carácter benévolo de nuestra normalidad y de cualquier intento por volver a ella. Lo que consideramos normal es una configuración social específica que tiene lugar en un momento histórico en el que algunas voces han adquirido preponderancia, en tanto que otras han sido silenciadas. Sobre ellas se tienden las palabras como un velo que pretende ocultar lo que se mueve bajo la superficie. Los bajos salarios, las violencias, la falta de acceso a la seguridad social o la degradación ambiental se asumen como algo “normal”, como parte del día a día, como asuntos colaterales que podrían ser superados con paciencia y buena voluntad.
El mundo anterior al covid-19, esa normalidad a la que se intenta volver, ocultaba mal las señales de su agotamiento y de las crisis multidimensionales que lo aquejan, con implicaciones riesgosas a escala planetaria. Por ejemplo, la desaceleración ocasionada por el confinamiento ha servido para poner en relieve nuevamente que estamos en medio de una profunda crisis climática. Los expertos del cambio climático han asegurado con alto grado de confianza que éste “exacerba los riesgos existentes para los medios de subsistencia, la biodiversidad, la salud humana y de los ecosistemas, la infraestructura y los sistemas alimentarios”.1
Con los datos disponibles, es posible afirmar que el crecimiento de la población y del consumo per cápita ha impulsado, como nunca, el uso de la tierra y del agua para la producción de alimentos, no obstante el hecho de que casi un tercio de éstos se desperdicia y se pierde. A la par, los cambios de patrones de consumo han impulsado el sobrepeso o la obesidad de dos mil millones de adultos. Y resulta que este factor se asocia al desarrollo de síntomas graves en los contagios de enfermedades como el coronavirus. De manera que, si lo pensamos bien, la “normalización” del escenario en el que el virus se ha presentado oculta el impacto desmedido de nuestras acciones sobre el planeta y, por lo tanto, lo tanto sobre la salud humana y sobre la vida de los ecosistemas.
Ejemplos como éste nos hacen ver que, en realidad, no deberíamos volver a una normalidad que se parezca a la anterior. Y sin embargo, todo parece indicar que lo haremos: con algunas medidas adicionales de protección sanitaria para evitar los contagios, poco a poco comienzan a reanudarse ya las actividades anteriormente suspendidas, y, con ellas, buena parte de nuestra cotidianidad. Es cierto que esto ocurre de manera gradual, pero también son evidentes las presiones no sólo para que se retome el ritmo previo, sino también para que se recuperen las ganancias perdidas. Puesto que no se han ido, los mecanismos de exclusión y dominación —que se recluyeron en la vida doméstica— vuelven a instalarse ampliamente en la vida cotidiana. Reproducimos así prácticas injustas consideradas “normales” o “naturales”.
Con la pandemia hemos recordado también que hay alternativas y que éstas deben ser construidas colectivamente
Sin embargo, en este tiempo también han salido a la luz otras prácticas, que nos muestran posibilidades alternas de organización, de consumo y de relación. Sobre todo, prácticas de cuidado común que rompen con el individualismo normalizado. El fulgor momentáneo de ese otro mundo nos muestra que es posible construir una civilización basada en la solidaridad y no en el egoísmo.
Frente a un modelo civilizatorio que está en el origen de una crisis de múltiples dimensiones, con la pandemia hemos recordado también que hay alternativas y que éstas deben ser construidas colectivamente. Aunque ahora mismo parezca interminable, este momento pasará; si en realidad deseamos que en el futuro haya vida, y vida en abundancia para todos y todas, tenemos que empezar a cuestionar nuestra vieja normalidad. .
1. IPCC, P. R. Shukla et al., El cambio climático y la tierra, en prensa, 2019, p. 17
Bibliografía
:: P. R. Shukla et al., “Resumen para responsables de políticas”, en El cambio climático y la tierra: Informe especial del ipcc sobre el cambio climático, la desertificación, la degradación de las tierras, la gestión sostenible de las tierras, la seguridad alimentaria y los flujos de gases de efecto invernadero en los ecosistemas terrestres, The Intergovernmental Panel on Climate Change (IPCC), en prensa, 2019.
:: Raúl Ornelas (coord.), Crisis civilizatoria y superación del capitalismo, UNAM, Instituto de Investigaciones Económicas, México, 2013.
:: Uwe Poerksen, Plastic Words: The Tiranny or a Modular Language, The Pennsylvania State University, Pennsilvania, 1995.
:: Boaventura de Sousa Santos, La cruel pedagogía del virus, CLACSO, Buenos Aires, 2020.
:: Lilia Siegrist, Federico Escribal y Nahuel Sosa (coords.), El futuro después del covid-19, Argentina Unida, 2020.
:: Mary Spink y Peter Spink (orgs.), Práticas cotidianas e a naturalização da desigualdade: uma semana de noticias nos jornais, Cortez, São Paulo, 2006.