Paladares Famosos
Jaime Lubin – Edición 404
La comida se esta volviendo algo que tiene que ver con el glamour de las personas que la comen o con la importacia que tienen las mismas en la sociedad. En este artículo se explica qué es la glamourización de la comida y se hace una crítica con respecto a ésta.
Ni duda quepa de que estamos en tiempos de reflexión… Ahora resulta que existen los paladares famosos, que sería algo así como la evidencia de que la anatomía ya es una mercancía. Extrañamos aquellas sencillas épocas en las que las protuberancias glandulares de Gina, Sofía, Marilyn o Brigitte causaban sensación. Ahora toca a los paladares ser objeto de atención. La esencia de la identidad se traslada del cabello visible a la lengua invisible. “Ser como” o “parecerse a”, es la fase terminal de la transestética de las farsas para una vida normal.
Los famosos (y los no tanto) comparten la sensación de hambre. Héroes, mártires, santos y asesinos tienen la tripa vacía, como cualquier hijo de vecino. Y hay registro de que la maldad también se asocia con la exageración… Calígula era famoso por sus bacanales, en las que la comida era más que abundante. Dicen que Hitler era casi monacal en su dieta, y cualquier dictador bananero cree que el cargo viene con la sensibilidad de paladar incluida.
Los líderes sindicales, gobernadores venidos a más, presidentes municipales, delegados de pueblo y curas trasterrados son famosos, no por su paladar sino por el hambre que manifiestan al sentarse a la mesa y tomar el tenedor. No saben ni por dónde comenzar, pero lo hacen a un ritmo que tiene más de sobrevivencia que de parsimonia democrática, apostólica o republicana.
La Última Cena se ha convertido en best seller y la primera mordida de Adán perdió taquilla. Cuando el lobo se comió a Caperucita, el cuento subía en emoción y todos nos imaginábamos a la pobre niña siendo masticada por un animal prieto y panzón. Hansel y Gretel estuvieron a punto de ser rostizados, Blanca Nieves le dio la mordida fatal a la manzana y la sopa de papá Oso acabó en los dulces labios de Ricitos de Oro.
Al pobre de Maximiliano de Habsburgo le dieron su medicina republicana en medio de una diarrea incontenible. Y el pomposo emperador Iturbide no alcanzó la gloria de los chiles en nogada porque se le atravesó un pelotón de fusilamiento. La comida siempre forma parte de la historia. Sería un buen tema averiguar qué se merendó María Antonieta antes de perder la cabeza.
Me pregunto qué será lo que hicimos tan mal como para merecer estos bodrios de la glamourización de la comida, que la convierten en una credencial social y la despojan de su valor fundamental: mantenernos vivos, contentos y amorosos.
Recetilla para paladares famosos (y no tanto):
Cuando usted sea famoso, no olvide que la fruta y la verdura le ayudan a mantenerse en el débil pedestal de la fama. Se recomienda tomar mucha agua y abstenerse de restaurantes catrines, ya que podría ser molestado por los paparazzis.
De postre puede degustar un mango, un racimo de uvas o una cucharada de cajeta de los Altos.