Nostalgias culinarias
Jaime Lubin – Edición 398
La nostalgia no es buena consejera aunque así parece cuando de recetas de cocina se trata. Hay que ver cómo era la vida en el siglo XIX en Guadalajara, cuando no había agua entubada, cocinas equipadas, luz eléctrica, excusados, baños con agua caliente, gas para cocinar, garrafones de agua y demás comodidades de las que hoy gozamos.
Cocinar era una tarea muy pesada, laboriosa y dilatada a lo largo del día. Las cocineras se la pasaban frente a los fogones desde muy temprano: casi al alba debían encender el carbón y la leña para comenzar a preparar el desayuno y tener algo de agua caliente para el aseo matutino.
Además quedaba pendiente prepararse para ir al mercado y conseguir los ingredientes de la comida, todos frescos pero con la faena de ir y venir, y no siempre había alguien para levantar la canasta. De regreso a casa había que preparar el almuerzo, un poco más abundante que el desayuno, y comenzar con la comida que generalmente era copiosa y de varios platos; esto en una casa bien muñida y de posibilidades, si bien en los arrabales pasaba algo parecido aunque con modestias y privaciones. La preparación de la comida del mediodía incluía por lo menos tres platos: sopa aguada, sopa seca y guisado. Los postres se cocinaban aparte y eran una especialidad completa, difícil y de mucho cuidado.
Por la tarde venía la merienda con las colaciones de los niños que iban y venían por los patios, siempre con algún dulce en la mano. El pan dulce, o fruta de horno, no faltaba junto con el chocolate batido y espumoso. Al final del día, la cena entregaba algo de lo que sobraba en la comida y, aderezada con unas quesadillas y una copita de licor, cerraba las faenas de la cocina. Pero todavía había que lavar trastes y ollas en una época en la que no existían los detergentes milagrosos. No había refrigeradores y era necesario colgar la comida del garabato para que los gatos y los ratones no la alcanzaran. Las gentes de la cocina terminaban rendidas y con la idea de que el día de mañana sería más o menos igual. La nostalgia es buena para llorar lo que perdimos y no cuidamos, pero nada más.