Nacer por escrito
José Israel Carranza – Edición 490
Entre el desencanto y el pesimismo y la asunción vital de que siempre es posible volver a ser desde el principio, las palabras se empeñan en dotar de sentido al nacimiento y a la pregunta que inevitablemente trae consigo: ¿a qué hemos venido aquí?
El título de uno de los libros de Emil Cioran, Del inconveniente de haber nacido, da cuenta de la posición radical de inconformidad o desarreglo que el filósofo sostenía ante un hecho irreversible. No tiene mucho sentido pensar qué habría pasado si no hubiéramos llegado a este mundo, así que ya ese hecho es un problema que sencillamente no podemos eludir.
O bien, como lo sugiere de forma reiterativa el título del segundo volumen de las memorias de Pablo Neruda, es preferible la apertura a la multiplicación de posibilidades que nos brinda el mero hecho de existir: Para nacer he nacido. Entre el desencanto y el pesimismo y la asunción vital de que siempre es posible volver a ser desde el principio, la filosofía y la poesía —es decir, las palabras— se empeñan, una y otra vez, en dotar de sentido al nacimiento y a la pregunta que inevitablemente trae consigo: ¿a qué hemos venido aquí? “Un niño es la muerte al revés”, anotó Salvador Elizondo. Y si nacer es empezar a morir, más vale aprovechar del mejor modo —con las mejores lecturas, por ejemplo— la cuenta regresiva.
Un pequeño testigo
Cáscara de nuez, de Ian McEwan (Anagrama)
Gracias a la ciencia podemos saber mucho de la vida que se desarrolla en el universo uterino. Pero, ¿qué saben los habitantes de ese universo de nosotros? El hijo de Trudy y John, por ejemplo, desde antes de nacer sabe que su madre sostiene una relación adúltera con Claude, su cuñado. Conoce, además, las motivaciones del odio de Trudy por John, y lo poco que éste es capaz de hacer para esquivar ese odio —es poeta, para colmo de males—. Desde su puesto de observación privilegiado, el feto atestigua cómo su madre y Claude traman el asesinato de su papá. “Mi consejo a los recién nacidos: no lloréis, mirad alrededor, saboread el aire”, será lo que anuncie cuando llegue al mundo.
Lo que hace falta para nacer
Vida y opiniones del caballero Tristram Shandy, de Laurence Sterne (Cátedra)
No hay nacimiento sin gestación, y seguramente la más célebre de la literatura es la del caballero Tristram Shandy, quien, resuelto a relatar su vida y dar forma a sus pareceres acerca del mundo, empieza por el momento mismo en que sus padres lo concibieron… A partir de ahí, el relato se vuelve más y más intrincado y digresivo, pues para referir aquella circunstancia se necesita siempre —según el narrador— de explicaciones pormenorizadas que llevan a otros rumbos, y éstos a otros… Y las páginas avanzan por decenas y Shandy no acaba de nacer. Esta novela (si es que en realidad es tal) se publicó alrededor de 1760, y es una de las más fascinantes y divertidas muestras de lo que ocurre cuando la imaginación se desenvuelve con absoluta libertad.
Dificultades e implicaciones
Nacer y otras dificultades (Destino) y Venir al mundo (Verdehalago), de Francisco González Crussí
Gran conocedor de los extremos de la vida, el médico escritor mexicano Francisco González Crussí ha dedicado dos libros a lo que pasa cuando nacemos, pero también a lo que ocurre antes y lo que eso ha podido significar culturalmente a lo largo de los siglos. Venir al mundo, de 2006, contiene seis ensayos acerca de la vida intrauterina y lo que la madre y su hijo experimentan antes del parto; Nacer y otras dificultades, de 2004, explora —desde la biología, la literatura, la historia, la filosofía y la medicina— cuanto concierne a la que, seguramente, es la manifestación más asombrosa de la naturaleza. Ambos volúmenes, como es habitual en un autor de la erudición y la sensibilidad de González Crussí, son admirables de principio a fin.
El origen de todo
El nacimiento de la filosofía, de Giorgio Colli (Tusquets)
En la estela trazada por Nietzsche, Giorgio Colli se remonta a la interpolación de la sabiduría entre los cultos a Apolo y Dionisos para buscar ahí los orígenes más remotos de lo que, tras la intervención de la expresión poética, terminaríamos reconociendo como filosofía, luego de los siglos v y iv a. C. Esa expedición a los orígenes es fascinante, así como los razonamientos que Colli urde a partir de lo que descubre ahí, cuando los hombres se debatían para decidir si la sabiduría equivalía a la acumulación de experiencia o a la capacidad de avizorar el futuro. De una belleza imperecedera, este breve tratado se detiene, justamente, en el momento en que la filosofía nace. Y es tentador creer sin reservas en todo lo que afirma acerca de ese nacimiento.