Medicina tradicional: recuperar el equilibrio con el mundo

Mujeres indígenas prepararan medicamentos con plantas Foto: EFE / Carlos López.

Medicina tradicional: recuperar el equilibrio con el mundo

– Edición 498

Mujeres indígenas prepararan medicamentos con plantas. Foto: EFE / Carlos López.

Muchas veces vista con recelo, esta forma alternativa de cuidar la salud de las personas es uno de los legados más preciados de los pueblos originarios y representa un frente de batalla contra el saqueo de conocimiento y contra la estigmatización de la que han sido objeto quienes la practican

Cúrate, mijita, con las hojas de la menta y la hierbabuena,
con el neem y el eucalipto;
endúlzate con lavanda, romero y manzanilla.
Cúrate, mijita, con los besos que te da el viento
y los abrazos de la lluvia,
hazte fuerte con los pies descalzos en la tierra
y con todo lo que de ella nace.
—Fragmento de “Cúrate, mijita”, poema de María Sabina

Silvia tenía cinco años cuando atendió a su primer paciente: su hermana. Era dos años mayor que ella, tenía las manos llenas de mezquinos y estaba profundamente triste por las burlas que enfrentaba en la escuela. Convencida de curarla, durante dos semanas Silvia recogió una a una decenas de cochinillas que encontraba en la tierra y debajo de ladrillos. Cada día, luego de recolectarlas, las destripaba y las colocaba sobre las manos de su hermana. El proceso lo repitió diariamente durante dos semanas, hasta que los mezquinos desaparecieron.

De manera intuitiva, Silva Gabriela Hernández Salinas, zapoteca de la costa oaxaqueña, descubrió el poder que tenían las plantas y los animales. Así empezó su camino como médica y partera tradicional, tomando como base la cosmovisión indígena y la herencia de sus abuelas. Cura a los enfermos de su comunidad desde hace más de 30 años.

“La importancia de la medicina tradicional es la vida, ¿no? Es la vida misma, en reciprocidad con el entorno. Las medicinas tienen muchos caminos. No me preguntes de dónde me vino la idea de las cochinillas para los mezquinos; pero de ahí viene lo que yo digo siempre: usa tu ADN para recordar y conectar”, dice Silvia.

En la sabiduría de los pueblos originarios, un médico es la persona que reza cuando hay un muerto; que va y canta cuando el niño o la niña nace; que soba la panza cuando algo cae mal; que cura al animal cuando le pasa algo; que da un té para calmar el malestar; que soba para quitar el enfriamiento; que pone la mano sobre la cabeza y ora para llamar al alma cuando se ha perdido; que toca el pulso y regresa la energía; que chupa y extirpa la maldad y la entrega al fuego.

Hombres y mujeres son parteras, curanderos, chamanes, hueseros, yerberas, rezanderos, pulsadoras, chupadores, adivinadores, sopladoras, herbolarios, médiums y mara’kames, quienes, con profundos conocimientos sobre la salud, la enfermedad y el uso de hierbas, piedras, animales, agua, tierra y fuego, atienden a los enfermos en sus comunidades para ayudarlos a recuperar el bienestar, pero, sobre todo, el equilibrio con el mundo.

Foto: Marc Dozier / Hemis vía AFP.

Caminos y territorios para sanar

La antropóloga Selene Cruz Pastrana, integrante del Proyecto de Aplicación Profesional (PAP) Territorios del ITESO, explica que los sistemas médicos tradicionales tienen sus propias formas de atender, de curar y nombrar los padecimientos. Que si bien existe una amplia gama de especialistas, dependiendo de cada cultura, todos comparten la tarea de equilibrar y restaurar el cuerpo y devolverle el bienestar por medio de la práctica médica, con rituales y todo el conjunto de significaciones que les rodean.

“Las medicinas tradicionales se están empeñando en demostrar cómo no existe un solo camino, sino que hay varias formas de poder estar en el mundo y restaurar la salud, conservando una parte importante de este conocimiento ancestral”, dice la académica.

El arte de hablar, escuchar y utilizar plantas para curar a las personas es algo que Silvia conoce bien. Lo aprendió de su abuela materna, que dedicó su vida al campo y a restablecer la salud de los enfermos con ayuda de las hierbas.

“La medicina tradicional que yo practico viene de la sabiduría de los pueblos originarios de donde son mis abuelas, una de Valles Centrales, de Jutla de Crespo, y la otra de Bajos de Coyula, Santa María Huatulco. Ésa es la cosmovisión mía: cómo yo me relaciono con el entorno, que no tiene que ver con un proceso de religiosidad, de creencia, de brujería, sino con el conocimiento de las plantas —como un territorio propio y vivo— y de mi propio cuerpo, como otro territorio que se conecta con la esencia de las plantas y entabla una relación”, explica Silvia.

Al igual que ella, Antonia Palacios, yerbera de la comunidad indígena de Atacco, en Tapalpa, Jalisco, desarrolló el arte de la alquimia de las plantas y, con otras 50 mujeres de la región, creó un jardín botánico para abrir la farmacia viviente Ijiyoteotl, que en náhuatl significa “esperanza de vida”.

“Hay veces que me voy a enfermar y ya sé con qué me voy a curar: me voy a las plantas y, cuando no están cocidas, empiezo a comer ramitas u hojitas. Yo siempre con eso, yo de la otra no”, dice Antonia. Con la otra se refiere a la medicina alópata. “Luego luego, mi hija me da pastillas… ¡n’hombre! Yo las tiro y me tomo mis plantitas”, confiesa.

Desde hace 45 años se interesó en la medicina ancestral y en 2017 convirtió las ruinas del exhospital de indios y del primer templo, construidos en 1533 por los franciscanos, en farmacia viviente. Ella y sus compañeras hicieron todo: anduvieron de albañiles haciendo jardineras, cajetes y acondicionando todo el espacio para sembrar las 120 especies de plantas. Ijiyoteotl se ubica a 15 minutos del centro de Tapalpa.

Conociendo las propiedades curativas que tienen las plantas para el organismo, Antonia y sus compañeras crean medicina ancestral con ajenjo, almorabu, moringa, maravilla, berro, cola de caballo, árnica, epazote, cardo santo, cuachalalate, valeriana, citronela, hierba del sapo, llantén, manzanilla, copalillo, eneldo, caléndula, ruda, hierbabuena, romero, mezquite, orégano, alcachofa, ajo japonés, estafiate, flor de manita, capulín, canela, flor de san Juan, diente de león, gordolobo, camote del cerro, joconoxtle, linaza, tomillo o pasiflora.  Valeriana, para el insomnio; cuachalalate, como digestivo; mezquite, para los cólicos; pirul, para la gripe; maravilla, para el frío. Las presentaciones son variadas: hay pomadas, tés, tinturas (extracto de planta), aceites relajantes, aromaterapia, jabones, ungüentos, jarabes, enjuagues, cremas, cápsulas, geles.

Mujeres indigenas de Atacco, integrantes de la Farmacia Viviente Ijiyoteotl en Tapalpa. Foto: Facebook / Ijiyoteotl

Para la creación de la farmacia viviente Ijiyoteotl, la Comisión Nacional Forestal (Conafor) brindó asesoría y capacitación a las mujeres de Atacco para que pudieran elegir las plantas y conocer su origen y sus propiedades. Con el apoyo de la dependencia federal, en 2016 se abrieron 19 farmacias vivientes repartidas en 14 estados del país: Jalisco, Chiapas, Michoacán, Chihuahua, Durango, Colima, Veracruz, Aguascalientes, Querétaro, Tabasco, Baja California, Puebla, Estado de México y Zacatecas.

No es el único esfuerzo en esta línea. En Jalisco, la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural (Sader) lanzó un proyecto similar en las comunidades más alejadas de la Zona Metropolitana de Guadalajara y elaboró el Manual de farmacia viviente, en el que se hace una recopilación, con el nombre común y el científico, de plantas medicinales, se explica su uso terapeútico, la dosis y cómo prepararlas para aprovechar sus principios activos.

Por otra parte, en Puebla se creó el Programa Estatal de Medicina Tradicional e Interculturalidad en Salud, con el objetivo de instalar módulos para atender a la población indígena con un sistema de dos vías, es decir, que combina la medicina tradicional con la alópata. Actualmente colaboran voluntariamente 293 terapeutas tradicionales (82 personas hueseras, 105 personas curanderas y 106 personas parteras) en los 15 módulos que forman el proyecto. También se han integrado al catálogo de medicamentos, productos medicinales a base de plantas para diversos padecimientos.

Aunque no existen datos precisos acerca del uso de plantas medicinales, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha estimado que más de 80 por ciento de la población mundial utiliza, de manera cotidiana, la medicina tradicional para satisfacer o complementar sus necesidades de atención primaria de salud, y que gran parte de los tratamientos incluye extractos de plantas o sus principios activos.

Medicina contra la desigualdad

Aunque la medicina tradicional comprende un cúmulo de saberes milenarios, en México y en muchas sociedades de América Latina esta práctica está marcada por la desigualdad ante el casi inexistente sistema de salud en comunidades indígenas o zonas rurales, que históricamente han hecho frente a esas carencias y atienden la salud de sus habitantes desde su cosmovisión y sus creencias, advierte Selene Cruz.

Esas carencias han provocado la movilidad de miembros de comunidades indígenas a los centros urbanos y, con ello, la migración de prácticas y conocimientos ancestrales. Y también de las plantas. “¿Dónde adquieres estos insumos si ya no estás en el ecosistema que te los proveía? En algunos mercados, sí, pero también es una práctica común que dentro de tu nueva casa tienes plantas curativas. Hay una migración de plantas y se van creando redes para trasladarlas. Eso también ha propiciado que plantas que no se daban en las ciudades, o en ciertos lugares de otros países, ahora ya se cultiven ahí. Eso es un intercambio cultural también”, dice la académica del ITESO. 

La aplicación del conocimiento ancestral tiene puntos de encuentro con el saber biomédico en las prácticas cotidianas del autocuidado. Por ejemplo, es común en las familias escuchar que, ante un malestar, se recomiende tomar un té de alguna hierba para acompañar el medicamento alópata, para calmar los nervios o para descansar mejor. “Por un lado, la abuelita te dice: ‘Tómate un té de tal hierba’, y lo combinas con la atención biomédica, empleando ambos saberes”, explica Selene Cruz.

Martín Santiago, huesero nahua, ayuda al señor Juan Antonio por una lesión en la espalda causada por cargar leña, en un hospital de integración cultural en Cuetzalan, donde curanderos y parteras trabajan con cirujanos y radiólogos. Foto: Jennifer Szymaszek / Reuters.

Las contribuciones de la medicina ancestral se hicieron evidentes durante la pandemia de covid-19, cuando comunidades en China, Perú, México y otras partes del mundo retomaron múltiples remedios a base de plantas como una alternativa para aliviar los síntomas de la enfermedad o para recuperarse. “Mezcla eucalipto, ciprés, limón, jengibre, cebolla y ajo”, o “Haga una infusión de limón, jengibre, té de manzanilla, hojas de eucalipto y miel”, eran recomendaciones comunes.

En Oaxaca, donde más de 50 por ciento de las personas que ejercen la medicina tradicional ha adquirido sus conocimientos por herencia de sus antepasados, el gobierno trabajó de la mano con ellas para fortalecer y complementar la atención institucional durante la pandemia. “Su labor tiene un papel creciente en el cuidado de la salud, sin afectar la cosmovisión de los pueblos”, señaló en aquel momento el gobierno.

“La vida misma es la que ha puesto las cosas en su lugar, ¿no? Yo pondría como ejemplo la pasada pandemia de covid. Creo que abrió una puerta bien importante como para trabajar cuestiones de salud pública en general. Para decir: ‘Bueno, los pueblos que no abrieron sus puertas fueron los que menos covid tuvieron’, pero, ¿cómo se atendió esa gente?, ¿cuáles fueron las formas y los métodos?”, dice Silvia Gabriela Hernández.

La partería es otra práctica que ha cobrado fuerza en las ciudades, donde cada vez es más común que parteras y doulas acompañen a mujeres durante su embarazo, en el trabajo de parto, en el cuidado del recién nacido y el puerperio. Si bien ha tomado relevancia en los últimos años, todavía es vista con recelo y, aunque la Organización Mundial de la Salud proclamó 2020 como el Año Internacional del Personal de Enfermería y de Partería, los avances para validar la labor que realizan las personas parteras han sido pocos, por lo que colectivos de distintos estados de México han emprendido luchas para que se reconozca legalmente el derecho de cada mujer a decidir dónde y con quién parir, así como el derecho de ejercer las prácticas culturales tradicionales para traer niños al mundo.

En la actualidad, muchas mujeres cuidan su embarazo por las dos vías, la tradicional y la biomédica, por lo que son acompañadas por un médico obstetra y una partera para asegurarse de que su bebé esté bien y para prepararse para tener un parto natural, ya sea en casa o en un hospital. En esos casos, tanto el médico como la partera conocen el estado de la mujer y del niño o la niña, ambos están presentes en el alumbramiento e intervienen en el momento en que la mujer lo requiera.

“Son varias las luchas que hemos tenido que librar para estar presentes en todos los ámbitos de la medicina. No sólo en la práctica de la medicina tradicional, sino, por ejemplo, la partería, que es estigmatizada. Para poder practicarla, se tiene que acompañar siempre de un médico que dé fe de que el alumbramiento lo atendió alguien con conocimiento. Aunque lo hayas traído tú [al recién nacido], ahí te desdibujan del papel. Y lo hemos permitido”, dice Silvia, quien tuvo que migrar a Oaxaca para estudiar, obligada por su abuela. En 2006, cuando distintos grupos populares se movilizaron en apoyo al magisterio oaxaqueño, Silvia retomó la medicina tradicional para nunca más dejarla.

“Al llegar a la barricada del movimiento me preguntaron: ‘¿Qué sabes hacer?’. Respondí que sabía hacer informes, tomar fotos, hacer estadísticas. Se burlaron de mí. Dijeron: ‘No, algo funcional para la vida’. ‘Ah, sé curar enfermos’, les dije, muy segura de mi origen que traía yo adentro, y me dieron la comisión médica”, recuerda Silvia y cuenta que días después fue detenida y encarcelada durante dos semanas. Sus saberes ancestrales le ayudaron a curar los golpes de la tortura que vivió dentro del reclusorio y a enseñar a sus compañeras a sobar para sanar. “Ahí supe que también podía enseñar. Hoy estoy contenta de que este movimiento en Oaxaca me pudiera regresar a mi raíz”.

Josefina Amable, partera nahua, monitorea el corazón del feto de una mujer embarazada. Ella recorre grandes distancias para visitar a las mujeres en sus casas y cuidar sus embarazos. Foto: Jennifer Szymaszek / Reuters.

Batalla permanente

La lucha contra la estigmatización, como señala Silvia, no es la única que libran los pueblos originarios, también han tenido que defender su territorio, la medicina ancestral y el conocimiento. Históricamente, las comunidades han enfrentado el despojo y el saqueo del conocimiento por parte de grandes corporativos farmacéuticos interesados en los saberes para crear medicamentos y patentar el uso de plantas medicinales. Ello ha traído como consecuencia que plantas sagradas, como el peyote, estén en peligro de extinción por el uso desmedido que hacen de ellas personas ajenas a las comunidades.

En 2007, los pueblos originarios se movilizaron en defensa de la medicina ancestral y contra la bioprospección y la biopiratería que se realizaban de forma intensiva en zonas como la región Altos, en Chiapas, y en Durango.

“La biodiversidad se ha convertido en un recurso y en un bien. En los países desarrollados, la biotecnología como una industria multimillonaria ha dado un valor mercantil incalculable a la biodiversidad, porque depende de la biodiversidad mundial para la obtención de sus materias primas, a saber, los recursos genéticos. La bioprospección a menudo se concentra en las tierras indígenas, pues las áreas tropicales, donde no ha tenido lugar el desarrollo industrial, albergan las más diversas colecciones de recursos genéticos a escala mundial”, señala Roberto Rafael Alarcón Lavín en su artículo “La biopiratería de los recursos de la medicina indígena tradicional en el estado de Chiapas, México —El caso ICBG-Maya—”.

Para Selene Cruz, esta andanada de las farmacéuticas contra los pueblos originarios se hace conforme la lógica extractivista del capitalismo neoliberal, que llega a menudo a estos territorios y despoja a sus habitantes de sus saberes tradicionales.

“En 2007 hubo una fuerte exigencia de parar el extractivismo que había en las comunidades y el uso que estaban haciendo las farmaceúticas de ese conocimiento. Y no solamente las farmaceúticas, sino también universidades que hacían investigaciones junto a ellas sobre medicina tradicional, para que ese conocimiento fuera usado por estas empresas. Había muchos procesos de bioprospección que hablaban precisamente de otro término, que es la biopiratería, es decir, el robo, no solamente del conocimiento, sino también de las plantas para patentarlas y que los pueblos originarios no pudieran hacer uso de ellas”, señala la académica.

En noviembre de 2023 se llevó a cabo el Encuentro de Medicina Tradicional. Ahí, la comunidad indígena autónoma tepehuana y wixárika de San Lorenzo de Azqueltán y el Congreso Nacional Indígena-Concejo Indígena de Gobierno alzaron la voz para denunciar que los pueblos originarios, guardianes de conocimientos ancestrales que protegen la medicina tradicional como parte de la defensa del territorio necesaria ante la destrucción y el despojo, son víctimas de criminalización como una estrategia para favorecer intereses corporativistas.

Foto: EFE / Carlos López

“Para el capitalismo y sus empleados en los gobiernos, el ejercicio de los conocimientos ancestrales de medicina tradicional es motivo para criminalizar, perseguir y reprimir a los pueblos, con el objeto de que esas capacidades autónomas desaparezcan para siempre de nuestra historia colectiva en beneficio de los grandes capitales. […] La salud de las personas y de los pueblos es una sola, por lo que estamos decididos a enfrentar la guerra de los poderosos en todos los niveles con nuestra organización y autonomía”, señala el pronunciamiento firmado por colectivos, pueblos, naciones y tribus de Colima, Michoacán, Nayarit, Ciudad de México, Coahuila, Chiapas, Veracruz, Yucatán y Jalisco.

Para Silvia Gabriela, esa extracción del conocimiento ancestral prende las alertas en torno a la extinción de plantas medicinales y sagradas, ya que al patentarlas se afecta el valor cultural en los pueblos —como ha ocurrido con la ayahuasca en la Amazonía, o con el neem en la India— y se afecta el medioambiente.

“Hay grandes farmacéuticas involucradas en biopiratería, en estas formas de extracción de conocimiento. Hay que cuidar nuestras plantas, porque hay algunas que son milagrosas, y lo que hemos visto con estas grandes empresas es que hubo un momento maravilla hace algunos años para el monocultivo, por ejemplo, del neem, porque servía para todo. Nosotros tenemos la forma de comprobar que nuestra medicina ha funcionado mucho antes que la alopatía misma y que podemos hacer puentes para que la humanidad siga continuando como vida. Pero de esta forma, como vamos aceleradamente en esta vida de civilización, desarrollo, capitalismo, no nos queda mucho espacio para que nuestros elementos sigan vivos”, dice la médica tradicional.

Selene Cruz explica que la popularización del uso de ciertas plantas genera nuevos debates dentro de la práctica biomédica, como el uso de psicoactivos, como cannabis o ayahuasca, como agentes contra el párkinson u otro tipo de enfermedades relacionadas con el sistema nervioso central. “En estas asimetrías siempre hay relaciones de poder, las tensiones no están borradas y eso dificulta romper las estructuras existentes, para abrir paso a nuevas estructuras”, dice la académica del ITESO.

Al problema del saqueo de estas plantas sagradas por parte de las grandes farmacéuticas, se suman los intentos de privatización, despojo, comercialización y tráfico de peyote por parte de organizaciones en Estados Unidos y Canadá, que presuntamente representan a tribus indígenas de esos países y han sido denunciados públicamente por el Consejo Regional Wixárika por la Defensa de Wirikuta.

En estos procesos vale la pena asomarse a las prácticas médicas tradicionales para analizar la forma en que se puede incidir y compaginar el sistema médico tradicional y la biomedicina, considera Silvia Hernández. Ello, agrega, abrirá los caminos para crear puentes y avanzar conjuntamente  en favor de la salud.

Foto: Marc Dozier / Hemis vía AFP.

“Yo sé que es importante, yo sé que es necesario, pero, ¿cómo lo defendemos de manera científica también? Porque yo creo que una de las cosas que hay que eliminar es ese estigma. Yo me puedo poner a platicar con un médico acerca de cómo hacemos para construir un puente por la salud. Él  trabaja por la salud, ok, yo también. Para mí, la salud es la vida y la vida tiene que ver con todo, entonces vayamos a puentear, que científicamente también comprobemos que nuestra medicina es sabia”, añade.

Los saberes, prácticas y creencias de los pueblos en torno a la medicina tradicional han sido reconocidos como fundamentales para preservar la salud de millones de personas en todo el mundo; por ello, para Silvia, la primera lucha consiste en tocar puertas que vinculen a más personas para que esa sabiduría siga viva.

Además, también es importante la resignificación de estos saberes milenarios de todos los pueblos originarios del mundo, no sólo de Oaxaca o de México, para que los portadores de esa medicina ancestral continúen practicándola. “La medicina tradicional es la herencia de los pueblos indígenas”, señaló Hermila Diego González, partera tradicional, curandera y fundadora del Consejo de Médicos Indígenas, quien falleció hace un año y dejó un legado intercultural de medicina ancestral.

“La medicina tradicional es una práctica milenaria del reconocimiento de nuestro entorno. Todos los pueblos originarios de todos lados conocen esa conexión con su cuerpo y con su entorno, y que nos sirve. Que las medicinas originales en cada pueblo se parezcan no es casualidad, es que hay un reconocimiento con el entorno, que es la vida”, concluye Silvia Gabriela Hernández.

3 comentarios

  1. Cuando la cura implica tener mas fé en el remedio que los componentes que te tomas, termina siendo un remedio motivacional. Espero no publiciten mas ciencia-ficcion. Escrito sin sentido: saqueo de conocimiento

  2. Que artículo tan valioso!
    Conozco la farmacia viviente de Atacco y es un ejemplo de trabajo comunitario que apoya la salud, las mujeres son muy valiosas y se organizan para elaborar los productos. Necesitamos darlo a conocer para apreciarlo más.

  3. deberia existir una farmacia viviente en la ciudad de
    guadalajara jalisco muchas gracias por compartir este
    maravillo articulo

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