Masih Alinejad y las mujeres de pelo suelto
Eugenia Coppel – Edición 492
La reciente ola de protestas en Irán ha dejado ver la fuerza de un movimiento de oposición al régimen islámico liderado por mujeres que, por más de 40 años, han sido tratadas como inferiores y obligadas a cubrirse la cabeza. Las que luchan al frente contra el gobierno teocrático viven expuestas a detenciones arbitrarias, violencia policial, asesinatos disfrazados de accidentes y exilios forzados
Masih Alinejad tiene el pelo alborotado: unos rizos gruesos y definidos que forman casi un afro alrededor de su cabeza. Nunca le fue fácil esconderlo por completo debajo de su hiyab, el velo que todas las mujeres en Irán deben llevar por ley desde los siete años. En la familia de Masih, conservadora y de un entorno rural, el hiyab era una prenda que también se usaba dentro de casa y durante toda la noche.
Cada mañana al despertar, Masih se aseguraba de volver a meter sus rizos dentro del pedazo de tela para no enfadar a su padre. “Mi pelo era parte de mi identidad, pero no podía verse. Dejó de ser parte de mi cuerpo. Había sido secuestrado y reemplazado por un pañuelo para la cabeza”, escribe en The Wind in My Hair: My Fight for Freedom in Modern Iran (El viento en mi pelo: mi lucha por la libertad en el Irán moderno).
Hoy tiene 46 años y, desde su exilio forzado en Nueva York, se ha convertido en una especie de vocera internacional de las mujeres iraníes. Las campañas digitales que la periodista y activista ha lanzado desde 2014 contra la obligatoriedad del hiyab han aportado cohesión a un movimiento femenino proderechos que cada vez toma mayor fuerza en el país islámico.
Masih nació en la aldea de Ghomikola, al norte de Irán, en 1976, apenas tres años antes de la revolución islámica que trajo consigo la instauración del actual régimen teocrático. Creció en una familia pobre, con cuatro hermanos, una madre analfabeta y un padre simpatizante del gobierno. En su libro cuenta que desde niña fue tan rebelde como su pelo y, en cuanto pudo, cuestionó las diferencias de la crianza entre ella y sus hermanos varones. Su activismo contra el gobierno autoritario comenzó en la adolescencia, con la creación de boletines clandestinos que imprimía con sus amigos, y continuó de forma profesional en su ejercicio como periodista.
Desde su exilio ha seguido las protestas masivas contra el régimen, que estallaron en septiembre de 2022 detonadas por la muerte de una joven de 22 años mientras estaba en custodia de la llamada “policía de la moral”. Su nombre era Mahsa Amini y fue detenida por no cumplir de forma correcta con el código de vestimenta. A los pocos días, la indignación de miles de hombres y mujeres se hizo sentir en las calles de varias ciudades. Muchas de ellas quemaron sus hiyabs como muestra de un rechazo contundente a la política discriminatoria.
No es la primera vez que las mujeres iraníes se manifiestan en este sentido. Decenas de miles ya habían protestado en Teherán el 8 de marzo de 1979, muy poco después de que el ayatolá Khomeini anunciara que las mujeres debían llevar el velo para poder asistir a sus trabajos. La ley fue instaurada de manera formal en abril de 1983; en ella quedó asentado que todas las mujeres, nacionales y extranjeras, musulmanas o no, estaban obligadas a llevar el hiyab en los espacios públicos.
En tiempos más recientes, la batalla contra esta medida también se ha librado en el espacio virtual y Masih Alinejad ha estado detrás de varias campañas digitales. La primera surgió de manera no deliberada, con una fotografía que la periodista subió a sus redes en la primavera de 2014. Ya había salido de su país, pero en ese momento vivía en Londres con su hijo adolescente. En el libro cuenta que estaba cansada de escribir historias de desesperanza: sobre la pérdida de su hogar, sobre tortura, detenciones y las muertes injustas de los que se atrevían a ser críticos contra el gobierno. En la imagen aparece ella con un gesto exultante, brincando entre los cerezos de una calle londinense, con los brazos abiertos, un pie fuera del piso y el pelo suelto volando por encima de su cabeza.
Compartió la fotografía en su cuenta de Facebook con un mensaje: “Cuando corro libre y con el pelo danzando al viento, recuerdo que vengo de un país en el que, durante más de 30 años, mi pelo fue tomado como rehén por quienes tienen el poder en la República Islámica […]”.
La publicación pareció tocar un nervio sensible entre los entonces 200 mil seguidores de la periodista. Fue compartida miles de veces y provocó el inicio de un intenso debate. “Mi gran sorpresa fue que algunas mujeres publicaron fotografías de ellas mismas sin el velo en la sección de comentarios”, relata Alinejad, quien además comenzó a recibir este tipo de imágenes en su buzón privado. Unos días después, cuando los usuarios más críticos le hicieron notar que un gesto como el de la imagen no hubiese sido posible en Irán, Masih publicó una antigua selfie que se había hecho sin el velo dentro de su coche, mientras conducía de Teherán a Ghomikola. La acompañó con una frase que luego le dio nombre a su primera campaña viral: azadi yavashaki, o en inglés my stealthy freedom, que puede traducirse como una libertad que se obtiene a hurtadillas; un breve acto de rebeldía.
En la página de Facebook del movimiento, que actualmente tiene más de un millón de seguidores, se han compartido miles de fotos y videos de mujeres iraníes sin velo y con el pelo suelto; algunas aparecen de frente y otras de espaldas por miedo a las represalias, sosteniendo el hiyab en sus manos o agitándolo como bandera. En una se ve una chica muy joven con el velo islámico atado a un palo y este mensaje junto a la imagen: “Digo no al hiyab obligatorio. No se trata de un pedazo de tela. Nuestro problema es que nos están privando de nuestra dignidad y agencia al ser forzadas a vestir de cierta forma. Debemos luchar por nuestra libertad”.
Ante el éxito del movimiento, Masih ideó y lanzó otras campañas digitales desde la cuenta de My Stealthy Freedom. Una de las más virales fue #WhiteWednesday o Miércoles Blanco, de 2017, en la que animó a sus compatriotas a protestar llevando un velo u otra prenda de ese color en ese día de la semana. La periodista recibió más de 200 videos en los primeros quince días. En uno de tantos, una mujer joven con velo blanco camina por una avenida mientras dice mirando a la cámara: “Quiero hablar de mi aprisionamiento, del hecho de que no tengo libertad de elección en mi propio país, del miedo a encontrarme con la policía de la moral. Se me impuso el hiyab desde los siete años, pero nunca me he sentido comprometida con él y nunca lo estaré”.
“Una vergüenza para la humanidad”
Una semana antes de entrar a la universidad para estudiar Microbiología, Mahsa Amini viajó de su natal Saqez, en la provincia del Kurdistán, a Teherán, para visitar a su familia. La joven kurda-iraní de 22 años estaba con su hermano, de 17, cuando fue detenida por la policía de la moral a la salida de una estación de metro de la capital. La acusaron de infringir la ley al no respetar el código de vestimenta y la llevaron presa. Mahsa murió en un hospital el 16 de septiembre de 2022, tras pasar tres días en estado de coma.
Las autoridades iraníes dijeron a la familia que Mahsa había muerto a causa de un infarto y difundieron la versión de que la joven tenía problemas cardíacos preexistentes. Pero su hermano y otros testigos aseguraron que fue golpeada con brutalidad desde el momento de su detención y durante la custodia. El padre de Mahsa dijo a la BBC que su hija no tenía ningún padecimiento del corazón; denunció que no se le permitió ver la autopsia y que sólo estuvo frente al cuerpo cuando ya estaba envuelto para ser enterrado, cuando únicamente eran visibles sus pies y su cara con marcas de tortura.
Las protestas callejeras por la muerte de la joven se desataron unos días después por todo el país, incluso en las ciudades más conservadoras. Las imágenes que circularon por las redes mostraban a mujeres de todas las edades quemando sus hiyabs, coreando el eslogan “Mujer, vida, libertad” y gritando “¡Muerte al dictador!”. El llamado “líder supremo” de Irán, el ayatolá Ali Jamenei, de 83 años, se pronunció públicamente casi tres semanas después de la muerte de Mahsa. Culpó a Estados Unidos y a Israel de los disturbios generados en las calles y pidió a sus fuerzas de seguridad estar preparadas para combatir a los rebeldes.
Por esos días, se difundieron las muertes de otros muchos manifestantes. Como la de Nika Shakarami, de 16 años, quien desapareció tras tener un rol activo en las protestas del 20 de septiembre en Teherán; su familia la encontró en una morgue diez días después. O la de Hadis Najafi, de 22 años, cuya familia aseguró que las fuerzas de seguridad la habían matado a tiros mientras protestaba en Karaj, una ciudad cercana a la capital. O la de Sarina Esmaeilzadeh, de 16, quien murió en la provincia Alborz al ser golpeada en la cabeza por la policía.
A finales de enero de 2023, las organizaciones Iran Human Rights y Hrana contaban entre 488 y 527 personas muertas por la represión policial de la última ola de protestas. Entre las víctimas había al menos 64 menores y 39 mujeres. También informaron que al menos 107 manifestantes corrían el riesgo de ejecución, tenían cargos de pena de muerte o sentencias severas. Tan sólo en el primer mes del año, el gobierno iraní había ejecutado a 55 prisioneros políticos, con el objetivo de “sembrar terror en la sociedad”. Cuatro de ellos habían estado involucrados en las protestas, fueron acusados de matar o herir a miembros de las fuerzas de seguridad y, por ende, de “hacer la guerra contra Dios”.
El régimen no ha dudado en silenciar y castigar a ciudadanos con alta visibilidad internacional. Como al futbolista Amir Nasr Azadani, quien apoyó las protestas y fue sentenciado a 26 años de prisión. O a la actriz de 38 años Taraneh Alidoosti, detenida en diciembre por expresar su apoyo al movimiento de las mujeres y condenar la ejecución de uno de los manifestantes. A la protagonista de la película ganadora del Óscar The Salesman, dirigida por Asghar Farhadi, también le suspendieron su cuenta de Instagram, donde habría escrito: “Cualquier organización internacional que mira este baño de sangre sin reaccionar es una vergüenza para la humanidad”. Alidoosti fue puesta en libertad con fianza después de tres semanas en prisión.
El director de cine envió a través de sus redes un mensaje de apoyo a la actriz: “He trabajado con Taraneh en cuatro películas y ahora está en la cárcel por su legítimo derecho a apoyar a sus compatriotas y oponerse a las sentencias injustas. Si demostrar apoyo es un crimen, decenas de millones de personas en este país somos criminales. Apoyo a Taraneh y exijo su liberación, igual que la de mis otros colegas cineastas Jafar Panahi y Mohammad Rasoulof y otros prisioneros menos conocidos, cuyo único crimen es buscar una vida mejor”.
Masih Alinejad también ha sufrido un intento de secuestro y otro de asesinato en territorio estadounidense. En julio de 2022, un hombre fue arrestado afuera de su casa en Nueva York con un rifle de asalto AK-47 cargado. En enero de 2023, el Departamento de Justicia de Estados Unidos anunció el arresto de otros dos hombres que presuntamente habrían participado en un complot orquestado por Teherán para matar a la periodista.
Una demanda no negociable
En varios años de activismo, Masih Alinejad ha enfrentado una crítica recurrente: que el asunto del hiyab obligatorio no es prioritario en Irán, donde hay temas más urgentes como la crisis económica o la represión policial. Asimismo, se dice que el velo es una preocupación de una minoría urbana y acomodada, pero en sus campañas ha recibido múltiples testimonios, fotografías y videos de mujeres de todas las edades y clases sociales. Una encuesta realizada en 2020 por el Grupo de Análisis y Medición de Actitudes en Irán (GAMAAN, por sus siglas en inglés) reveló que el rechazo al velo obligatorio supera 70 por ciento en todos los sectores poblacionales y llega hasta 80 por ciento en las personas con educación superior.
La periodista está convencida de que la obligatoriedad del velo es uno de los fundamentos del régimen islámico; el símbolo de la discriminación hacia la mitad de la población. Como escribe en su libro: “Millones de mujeres iraníes se niegan a ser tratadas como ciudadanas de segunda clase. Las leyes de empleo las discriminan, las leyes de divorcio les dan a los hombres la custodia de los hijos, las mujeres no pueden ocupar el puesto más alto del país ni ser jueces. Una mujer en la República Islámica no puede viajar al extranjero sin el permiso de su esposo o de su padre. […] Una mujer vale la mitad que un hombre: si ella muere en un accidente de coche, la compensación a su familia es de la mitad que la de un hombre. La lista de discriminación continúa, y el signo más obvio de que las mujeres son ciudadanas de segunda clase es el hecho de que no pueden elegir qué vestir”.
Alinejad ha dicho en múltiples ocasiones que su lucha es por la dignidad humana, y no contra el hiyab, sino contra su imposición en el cuerpo de las mujeres.
La libertad para elegir ya era la principal demanda de aquella primera manifestación del 8 de marzo de 1979, en la que las mujeres salieron a protestar con y sin pañuelos en la cabeza. Ya entonces, las manifestantes fueron reprimidas con violencia por las fuerzas prorrevolucionarias, que más tarde se convertirían en la policía de la moral, como explica en un artículo Sara Bazoobandi, economista y analista política iraní instalada en Alemania.7 Igualmente hubo consecuencias de largo plazo para quienes se atrevieron a protestar: algunas perdieron el derecho de continuar sus estudios o de mantener sus empleos.
“El rechazo actual al hiyab en Irán no necesariamente es un rechazo al islam o a los valores islámicos”, aclara Bazoobandi. “En cambio, representa la rabia y la frustración de la gente —mujeres en su mayoría— que ha sido privada de su libertad de elección durante décadas”.
Para Nima Khorrami, investigador de The Arctic Institute’s Center, las protestas recientes difieren de las previas en tres asuntos clave, por lo que podrían significar un nuevo comienzo para el país con el apoyo de actores internacionales. En primer lugar, el rol prominente que han tenido las mujeres en la exigencia por el cambio; muchas de ellas ya han dejado de usar el hiyab en las calles, señala el académico. El segundo factor es el de la amplitud del movimiento, apoyado por hombres y mujeres de todas las clases sociales. Y, por último, la diversidad geográfica de las protestas, ocurridas en varias ciudades pequeñas y grandes. Esto, según Khorrami, supone un enorme reto para las fuerzas de seguridad del Estado.
“Con la economía rota y la popularidad del régimen en declive, estos acontecimientos ofrecen una oportunidad única para inducir un cambio positivo en Irán.” En su opinión, “Estados Unidos y sus aliados deben aumentar la presión sobre Teherán y adoptar una postura maximalista al demandar reformas políticas en la negociación nuclear”.
Masih Alinejad, en cambio, considera que ningún país debería negociar con el régimen islámico y demanda que sea considerado como una organización terrorista. Insistió sobre ello en el Foro Económico de Davos 2023, al que por primera vez no fueron invitados los oficiales del gobierno iraní y donde ella habló con esperanza acerca de la situación que vive su país: “Ésta es la primera vez en la historia que las mujeres se unen a los hombres, codo a codo, para derrocar una dictadura que nos dice qué vestir, cómo pensar y qué clase de vida vivir […] Todas y cada una de las mujeres en Irán están liderando la revolución”.