Más de una razón para leer autores mexicanos
Diana Martínez Portillo – Edición 410
México se puso de moda en París. ¿Por qué eligieron a este país como invitado de honor en el Salón del Libro?, ¿qué encuentran los franceses en la literatura mexicana? Más allá del folclor, nuevas generaciones de lectores explican aquí qué les atrae de los escritores mexicanos.
En 1936, Antonin Artaud desembarcó en Veracruz buscando desarrollar un teatro verdadero, que no estuviera separado de la vida, que tuviera cierta espiritualidad primitiva. El escritor y actor francés exploró la sierra y encontró a los tarahumaras. En el otoño de 1967, Jean-Marie Gustave Le Clézio llegó a México casi por accidente. Se dice que Viaje al país de los tarahumaras, de Artaud, lo alentó a leer códices y crónicas prehispánicos. Fascinado con las civilizaciones antiguas, el premio Nobel de literatura escribió libros como El sueño mexicano o el pensamiento interrumpido, Tres ciudades santas y La conquista de Michoacán. Le Clézio veía en la civilización purépecha, una de las más bellas y misteriosas de América, un pueblo “virtuoso y místico”.
Ese viernes 20 de marzo, afuera del centro para exposiciones Puerta de Versalles, en París, pensé en lo exótico que puede resultar México para los franceses y si sería sólo curiosidad lo que hacía que la gente formara largas filas para entrar al Salón del Libro, que tuvo a México como invitado de honor.
Radio France anunciaba que ésta sería la ocasión para descubrir la “literatura lúcida, violenta y corrosiva de la nueva generación”. Mareada de navegar entre comentarios como “México queda en América del Sur”, o que debido a la guerra contra las mafias del narcotráfico, éste “es uno de los países más peligrosos del mundo” (es común toparse con imágenes de los decapitados por el narco en los puestos de periódicos europeos), imaginaba los lugares comunes que poblarían las expectativas de los asistentes a la fiesta literaria. Ese desconocimiento que construye un territorio mágico y sanguinolento que no existe más que en su imaginación.
“Dulce y violento”
Durante seis días de primavera, el Salón del Libro se convierte en la librería más grande de Francia: 50 mil metros cuadrados, alrededor de 1,200 editoriales. En mesas redondas, coloquios y conferencias, 35 escritores mexicanos traducidos y publicados en Francia intentaban explicar algo tan incomprensible como México. Muchos Méxicos. El del norte, el del sur. El del campo, el de la capital. El de los pobres, el de los ricos.
Para el cineasta Jean-Claude Carrière, esta labor parecía más sencilla. “Hay tres Méxicos: el de antes de la Conquista, que tiene como imagen a Quetzalcóatl, de cuyos dientes caen gotas de sangre. El México español y católico, que tiene la imagen de la compasiva Virgen de Guadalupe. Y el México moderno, establecido tras la Independencia y la Revolución; la imagen aquí es Zapata, héroe de los campesinos, el justo ametrallado”, señala en la contraportada de su Dictionnaire amoureux du Mexique, que califica a nuestro país como “dulce y violento, sonriente y enmascarado, antiguo y vanguardista”.
Tras publicar su Dictionnaire amoureux de l’Inde, Carrière propone este otro volumen en el que busca “revelar un secreto a los enamorados de México”. “Una colección que me gusta mucho porque es un libro hecho en entera libertad. Tenía tantas anécdotas, historias que contar”, comenta. Al preguntarle cuáles son sus fuentes, responde: “la vida”. Conoce México desde hace 45 años; allí participó en varias películas, colaboró con Luis Buñuel: “Claro, hay una parte personal y otra histórica que traté de aprender en los libros adecuados”, explica.
En una reseña de La-Croix sobre ese libro, Bruno Frappat, el redactor, habla de un país “de carácter único, enigmático”. “Un país hecho por la muerte, nacido de la muerte, una muerte escondida por las máscaras y las risas burlonas […] Un país encantado por los sueños, que permanecen anclados al alma de los imperios muertos […] Un pueblo violentamente metafísico”. Quizá la primera lección de lectores capaces de trascender exotismos, la dieron los niños que habitan en la banlieue (periferias pobres) de París. En un encuentro de literatura juvenil, el escritor potosino Jaime Alfonso Sandoval, autor de República mutante (Une oasis dans le Pacifique), charló con su público. Los jóvenes lectores se sintieron identificados con el libro que cuenta las peripecias de una familia de las periferias de la ciudad de México, hablaron de inmigración, del futuro que tiene un niño que vive en las afueras de las grandes ciudades.
“Aunque puede percibirse como folclórica, la literatura mexicana puede ser universal”, afirmaba Christian Moire, agregado cultural de la Embajada de Francia en México, Oficina del Libro. Admitía que, en efecto, los lectores franceses buscan clichés, “pero quedarán sorprendidos al descubrir algo nuevo: un país con una diversidad, una riqueza, unas ganas de vivir increíbles, que los tocarán”.
México vende (y sin ponerse el sombrero)
En una sociedad en la que la lectura ocupa un lugar importante en los hábitos de los ciudadanos de cualquier edad, el libro es un buen negocio. ¿Existe un verdadero descubrimiento, una riqueza real o sólo es lo mexican curious lo que está a la venta?
¿Por qué se eligió a México? “Porque la editorial Gallimard, que trabaja mucho con autores mexicanos, había insistido durante años en que la literatura mexicana es muy rica, que hay escritores que tienen éxito mundial y sería bueno invitarlos”, respondió Serge Eyrolles, presidente del Sindicato Nacional de la Edición y organizador del Salón del Libro. Además, añadió, “los autores mexicanos se entusiasmaron mucho”.
“Cada año el invitado de honor es un país con el que trabajamos, pero no de manera importante; la cuestión es generar algo nuevo”, agregó Eyrolles, quien dijo conocer un poco a los autores mexicanos, mas no se animó a hablar de ninguno. La literatura mexicana “es una de las más ricas, variadas e innovadoras de la lengua española”, afirma Gustavo Guerrero, editor de Gallimard en el área de lengua española, convencido de que se trata de “una literatura pujante, que hoy en día está saliendo de México; no sólo en Francia”.
En el catálogo de esta editorial, una de las más importantes de Francia, los libros de mexicanos constituyen 30 por ciento de los escritos en lengua española; los españoles deben de alcanzar 15 por ciento. ¿Se vende más la literatura mexicana? “No es que se venda más sino que, en el siglo XX, la mexicana tiene una variedad y una importancia de autores que para nosotros la hacen superior a la española”, explica.
Para este encuentro, Gallimard editó 30 títulos, la mitad son novedades. “Pero tenemos más de 80 años editando a autores mexicanos, hemos pasado de generación en generación, desde Alfonso Reyes hasta Mario Bellatin, pasando por Octavio Paz, Carlos Fuentes, Juan Rulfo, Juan José Arreola […] La gente pensaba que editábamos autores sólo por el lado más exótico de lo que México podía representar para Francia, pero la literatura mexicana es de altísima calidad y no tiene que pasar por lo típico ni por el color local, no tiene que ponerse el sombrero para venderse”, concluye.
Quizás una prueba de que México vende podría ser que el Salón recibió 20 por ciento más visitantes (en total unos 200 mil) y las ventas de las editoriales aumentaron entre 20 y 40 por ciento respecto a 2008. Para no perderse… ellos recomiendan Algunos enamorados de las letras mexicanas —escritores, traductores, profesores y editores franceses— comparten cuáles son sus autores favoritos. El sondeo se realizó durante los días del Salón del Libro de París, que tuvo a México como su invitado de honor. Entre los “clásicos”, los diez escritores mencionados con más frecuencia fueron: Carlos Fuentes, Carlos Monsiváis, Elena Poniatowska, Heraclio Zepeda, Jorge Ibargüengoitia, Juan García Ponce, Juan José Arreola, Juan Rulfo, Octavio Paz y Sergio Pitol. Respecto a la “nueva generación”, los diez más populares fueron: Álvaro Uribe, Daniel Sada, David Toscana, Enrique Serna, Francisco Hinojosa, Ignacio Padilla, Jorge Volpi, Juan Villoro, Mario Bellatin y Pedro Ángel Palou.
Pancho Villa en la calle
El sábado 21 de marzo cada editorial convocó a su ejército de escritores, los sentó en hilera detrás de un escritorio, bolígrafo en mano, donde sus admiradores hacían fila para que les dedicaran sus libros. Era difícil distinguir el rostro de las estrellas literarias rodeadas de sus fans, como fue el caso de Elena Poniatowska, que por cerca de una hora no dejó de firmar autógrafos; mientras que otros autores quedaron esperando vanamente a algún lector que nunca llegaría. “Poniatowska es una autora clásica, bien conocida en Francia, tanto como Fuentes o Paz”, explicó Richard Dubois, director comercial de la librería Joseph Gilbert, que estuvo a cargo de la venta de libros en el pabellón mexicano. En su opinión, apenas comienza a conocerse “a la nueva generación de autores”, como Ignacio Padilla y Juan Villoro. “Vendemos bien a Enrique Serna; Bellatin, aunque difícil, tiene su público; también Jorge Volpi”.
Joseph Gilbert tiene sucursales en casi veinte ciudades de Francia. Para el Salón importó cerca de ocho mil libros y adquirió los libros traducidos existentes en las librerías francesas. “Contamos con unos dos mil títulos, 50 por ciento de ellos, importados”, explicó Dubois. Lo que significa que al menos hay unos mil títulos de autores mexicanos contemporáneos o reeditados circulando en las calles francesas.
¿México, a la moda en París? Fotos de Pancho Villa y Emiliano Zapata, libros de Volpi y Paco Ignacio Taibo II aparecen en los escaparates de librerías de diferentes puntos de la capital. De una de ellas sale una mujer con gafas, que amable y curiosa me pregunta: “Perdone, ¿por qué le toma fotos a mi librería?”. Cuando le explico, me comenta que aprovechando el Salón del Libro ha expuesto en la vitrina más libros mexicanos, pero que “desde siempre” ha tenido un pequeño grupo de ellos en su inventario.
Robos y confusiones; violencia que atrae
Corrían rumores sobre la misteriosa desaparición de libros expuestos en el colorido pabellón mexicano, entre ellos uno sobre la Virgen de Guadalupe. Al inicio, Víctor Hugo de Santiago Rioja, representante de la Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana, dijo que fue una confusión, “la gente no entendía que no se vendían”; pero luego corrigió: “más bien los libros aparecieron en lugares diferentes”; y finalmente admitió que “sí hubo uno que otro hurto”. “Nos sorprendió, no pensábamos que se fueran a robar los libros en español”, afirmó, y atribuyó el hecho a que “hay mucho interés por conocer”.
Esos mil metros cuadrados de México, llamados Mosaico de Diversidades, fueron visitados “por gente de todas las edades, personas que tienen gran conocimiento de la literatura en general y les interesa conocer más la mexicana; han leído a Fuentes, pero tienen curiosidad por los nuevos autores”, explicaba Santiago Rioja. También llegaban jóvenes buscando “algo sobre la violencia en México”. Era de esperarse. Los periódicos señalaban que una nueva generación de escritores mexicanos está haciendo una crítica virulenta de la sociedad mexicana, a menudo violenta, corrupta y brutal. En la revista Livres Hebdo, Philippe Ollé-Laprune, autor de la antología Cien años de literatura mexicana, señalaba: “Se escuchan nuevas voces que hablan de la angustia de una generación que sólo tiene el humor y una triste lucidez para enfrentar una realidad cruel y sin esperanzas”.
Eso es algo que atrae al público francés, explicaba Antoine, técnico de 37 años y aficionado a la literatura latinoamericana. “Tienen una manera diferente de abordar las cosas. Los autores franceses contemporáneos me aburren. Tengo la impresión de que allá han experimentado situaciones más intensas, lo que hace que tengan más cosas que contar, una visión diferente de la vida. Así, en la forma de escribir surgen cosas interesantes. También hay un lado irracional que me gusta. Una presencia del absurdo; no es generalizado, claro”.
A la salida de otra conferencia entrevisté a una chica rubia que llevaba bajo el brazo un libro de Martín Solares, Les minutes noirs. Aún no había leído nada de él, pero sentía curiosidad. Se llama Pauline Hachette y le gusta la literatura mexicana porque le parece “algo muy vivo, en movimiento”. Leí a Juan Rulfo, me gustó mucho. Fuentes me había gustado, después no tanto”, señala. De los contemporáneos, Álvaro Enrigue y David Toscana están entre sus favoritos. Esta parisina de 30 años de edad, doctora en letras y profesora de letras modernas, comenzó a interesarse en la literatura mexicana hace dos años, cuando la revista Rue Descartes dedicó su número 57 al “Pensar y crear en México”. Después, conoció el taller que dirigía Solares en París, donde “realmente” se sintió en contacto con la literatura mexicana. Escribió un artículo en la revista Acta Fabula: “Le Mexique et sa pensée vive”, se trata de una reseña sobre el número de Rue Descartes dedicado a México, en el que Pauline habla de la vitalidad creativa y de pensamiento que emana México, de un genio popular y una singularidad universal.
Nos gusta hacerle al cuento
¿Por qué leer a autores mexicanos? Reticente a las generalizaciones, François Gaudry dice que la literatura mexicana “busca siempre su voz propia”. Cuando pronuncio la palabra “malinchismo”, el prudente traductor al fin ríe. Vivió cuatro años en México, “en la Narvarte, calle Xochicalco”, detalla. Especializado en literatura española y latinoamericana, con una trayectoria de 20 años, ha volcado al francés a autores como Ibargüengoitia, Luis Sepúlveda y Paco Ignacio Taibo II.
“La literatura mexicana se caracteriza por su extraordinaria abundancia y su diversidad temática que rompe con todas las representaciones reduccionistas que se hacen de ella. Así, no hay una literatura mexicana y sí escritores singulares que experimentan con la sátira, el realismo, lo fantástico, la narración, el humor. En su universo del cuento, sea negro, desesperante, corrosivo, insólito, cómico, todos experimentan una relación única con México, su decir, su historia, su presente”, señala Gaudry en su antología Des nouvelles du Mexique, presentada en el Salón.
“Es muy interesante, porque cuando entras en el género del cuento, México es una verdadera cueva de Alí Baba, hay una producción muy importante no sólo en libros, también en revistas, en suplementos, en todo […] Ésta era la oportunidad de dar a conocer a escritores desconocidos en Francia, como Eusebio Ruvalcaba, Socorro Venegas, Miguel Tapia. Algunos nunca han sido traducidos […] Es una elección subjetiva, son mis gustos de lector: leí muchos cuentos y escogí los que más me gustaban por las singularidades de tono, de estilo, de ritmo”.
Gaudry descubrió México por autores como Artaud y André Breton. “Después me fui a vivir a la ciudad de México. Allá descubrí toda esa literatura de los años setenta, me gustaba mucho. Un verdadero shock, yo no había leído nada parecido”. Entre sus autores favoritos menciona a Jorge Ibargüengoitia, “es un escritor excelente, lo encuentro divertidísimo. Hay otro que me gusta mucho de índole totalmente distinta, Eduardo Antonio Parra. Él escribe cuentos negrísimos, terribles, que me hicieron recordar las novelas cortas de Dostoievski”.
En el prefacio de su libro, Gaudry refiere a “una larga historia que serpentea, se transmite, se deshace, se desgarra, se disgrega, sufre una metamorfosis; se inscribe por tanto una lengua que se presta a las inflexiones, a las fantasías, a pintar un imaginario que no cesa de renovarse”.
La literatura mexicana se caracteriza por “su extraordinaria capacidad de cuestionarse y renovarse”, dice la Guía de literatura mexicana de Gallimard. “Es difícil decir si todos esos Méxicos son el mismo, pero lo cierto es que el reto se encuentra en una escala distinta en una sociedad que vive la mundialización pese a los contrastes […] Si la armonía literaria franco-mexicana estuvo marcada en el siglo XX por los intercambios entre autores, es de esperar que en el siglo XXI sean los lectores quienes aviven la llama. Nuestro catálogo es una invitación a la amistad y al viaje, al descubrimiento de esas obras mexicanas que representan la posibilidad de un encuentro inesperado y fascinante con un país que siempre ha atraído a la imaginación de los franceses”.
¿Puede ser que una mirada externa atraiga la mirada hacia lo que hay adentro? Quizá despierte al menos la curiosidad o aporte más de una razón para leer a autores mexicanos. m.
A descubrir mexicanos El Salón del Libro puso en marcha la actividad À la Découverte, en la que preguntaba a los lectores franceses sobre quince autores traducidos: ¿Usted los conoce?, ¿los ha leído? :Uno soñaba que era rey, de Enrique Serna :Una de las dos, de Daniel Sada :Tiempo de Ángeles, de Homero Aridjis :Noticias del Imperio, de Fernando del Paso :No será la tierra, de Jorge Volpi :Los muertos incómodos, de Paco Ignacio Taibo II :Lecciones para una liebre muerta, de Mario Bellatin :Las genealogías, de Margo Glantz :La región más transparente, de Carlos Fuentes :Hombre al agua, de Fabrizio Mejía Madrid :Hasta no verte, Jesús mío, de Elena Poniatowska :El último lector, de David Toscana :El arte de la fuga, de Sergio Pitol :Antes, de Carmen Boullosa :Acapulco 72, de José Agustín