Marc Brew: inspiración, movimiento e inclusión
Teresa Sánchez Vilches – Edición 494
Con una carrera marcada por la determinación y el desafío a los estereotipos, el coreógrafo, bailarín y profesor australiano destaca la importancia de salirse del molde y abrazar la belleza de la diferencia en la danza, a la vez que promueve espacios creativos seguros e inclusivos para personas con discapacidad
Hay tantas formas de bailar como personas en el mundo. No existe una sola manera de hacer las cosas. Es importante salirse del molde para explorar desde la diferencia, porque es ahí donde está la belleza.
El coreógrafo, bailarín y profesor australiano Marc Brew tiene 46 años. Cuando tenía 18, un accidente automovilístico lo dejó en silla de ruedas. El artista, que comenzó su carrera profesional a los 11, tuvo que hacer un alto para reinventarse y buscar nuevas formas.
Su camino no ha sido sencillo, pero hoy sabe que sólo dejará de bailar el día que su alma se separe de su cuerpo. Mientras, está dispuesto a convertir en danza cualquier movimiento que emerja de su esqueleto. También lo mueve el deseo de compartir su experiencia y ayudar a otros a descubrir otras posibilidades.
Marc tiene discapacidad motriz y se especializa en generar espacios creativos seguros e incluyentes para personas con discapacidad, así como en despertar la curiosidad a partir de la expresión corporal. Desde su perspectiva personal y su experiencia en la práctica de la danza inclusiva, explora la belleza de las diferencias por medio del movimiento y la improvisación.
De pequeño se enfrentó a los prejuicios de la gente de Jerilderie, el pueblo de menos de mil habitantes en Nueva Gales del Sur, Australia, donde nació y en donde experimentó sus primeros acercamientos a lo que se convirtió en su forma de vida.
En esa comunidad y en aquellos tiempos, aprender a bailar no era “cosa de hombres”. Pero el apoyo de su madre y de sus amigos, en su mayoría mujeres, le ayudó a seguir su camino: “Desde que era niño, sentí una necesidad innata de bailar y moverme. A pesar de que en mi pueblo no era común que los niños se interesaran por la danza, encontré inspiración en las películas de bailarines icónicos como Gene Kelly y Fred Astaire. Quería bailar como ellos, quería expresarme a través del movimiento”.
A los siete años comenzó a tomar clases: “Mis amigos me impulsaban a seguir bailando. Siempre les enseñaba rutinas de baile en el patio de mi casa. Para mí, bailar era una necesidad desde una edad temprana”.
A medida que crecía, continuó su formación en danza jazz y, con ayuda de sus profesores, ingresó a una escuela secundaria de artes, donde combinó sus estudios académicos con el baile. Luego, audicionó y obtuvo becas para dos escuelas de prestigio: el Victoria College, Arts Secretary School en Melbourne y el McDonough College en Sydney.
Tras graduarse, se dedicó a la danza clásica durante tres años. Ingresó a una compañía de ballet en Australia y luego tuvo la oportunidad de formar parte de la Compañía Nacional de Ballet de Sudáfrica. Ahí, a sus 18 años, su vida cambió de forma drástica: sufrió un grave accidente automovilístico que lo dejó paralizado de la cintura para abajo.
“Cuando me desperté en el hospital y me dijeron que nunca volvería a caminar, fue un golpe duro […] Pero decidí que no dejaría que mi discapacidad me impidiera bailar. Cambié mi percepción sobre lo que significa bailar. Comprendí que bailar no se trata sólo de tener bonitos brazos o una buena extensión, se trata de expresarme a través del movimiento”, relata.
“Creo que todos podemos bailar, independientemente de nuestras limitaciones físicas. El baile es una forma de expresión que está dentro de todos nosotros. Todos tenemos la capacidad de disfrutar y participar en esta forma de arte”.
Además de su carrera como intérprete, Marc se ha destacado como profesor y coreógrafo, con lo que transmite su experiencia y su visión a otros bailarines: “Mi objetivo, en este sentido, es inspirar a mis estudiantes a explorar su potencial de movimiento y fomentar su creatividad en la danza. Creo que cada individuo tiene algo único que aportar y que todos podemos aprender y crecer juntos”.
Sobre sus planes, Marc cuenta que trabaja con el coreógrafo belga Sidi Larbi Cherkaoui en un proyecto titulado Un accidente, con el que profundiza sobre su experiencia. También está en sus planes participar en festivales de danza en Holanda y Suecia, a donde le interesa llevar su mensaje de inclusión a las nuevas audiencias. Estas presentaciones, afirma, serán una oportunidad para compartir su visión de la danza como una herramienta de empoderamiento y expresión personal.
A lo largo de su historia, Marc ha dejado huella como parte de la comunidad artística al desafiar los estereotipos sobre la danza y la discapacidad. Su enfoque ha sido una fuente de inspiración en diversos lugares del mundo que ha visitado: “No importan las dificultades que enfrentemos, siempre hay una forma de encontrar nuestro propio camino en el mundo del arte”.
En 46 años de vida, Marc ha tenido varios momentos importantes, entre los que destacan su experiencia en Sudáfrica (antes del accidente) y en Nueva York y el hecho de unirse a la compañía de Danza de Tango en Londres. También fue importante bailar en Londres, en los Juegos Olímpicos de 2020, y ser juez en el programa BBC Young Dancer.
Ahora se siente orgulloso de ser un modelo para personas que piensan que sus limitaciones físicas les impiden bailar, así como de trabajar con otros para explorar el potencial de movimiento en colaboración. Reconoce que cada taller y cada residencia presentan diferentes retos, como la comunicación y la inclusión de personas con discapacidad: “Aunque no todos quieran ser bailarines profesionales, todos aquellos que han sufrido accidentes o creen que no pueden continuar, pueden seguir buscando formas de moverse y explorar su potencial”.
Del 29 de mayo al 9 de junio pasados tuvo lugar en el ITESO el Laboratorio de Movimiento de Marc Brew, impartido gracias a una alianza entre el British Council México, la Secretaría de Cultura de Jalisco, la Secretaría de Cultura de Nuevo León y la universidad jesuita de Guadalajara. “Este tipo de trabajos son una experiencia muy fructífera y rica para todos. Da la oportunidad de trabajar con un guía, pero también con otros bailarines profesionales y personas amateur con las que se pueden tomar decisiones en conjunto”, asegura Brew. “Cada laboratorio es diferente y siempre trae a diferentes personas, diferentes personalidades. Así que siempre estoy muy consciente de estar claro con la comunicación y crear espacio para cada uno. Necesito crear un ambiente que sea igual, que tenga un buen balance para todos. Que no haya jerarquías de más o menos experiencia”.