Maestros bicentenarios
Sergio Padilla – Edición 434
Además de ser unos genios de la música, Richard Wagner y Giuseppe Verdi tienen otra cosa en común: nacieron en el mismo año: 1813. Este año se cumplen el 200 aniversario del natalicio de estos dos compositores, que redefinieron el concepto de belleza en la ópera.
Alguna especial conjunción de astros debió ocurrir en 1813, pues ese año vieron por primera vez la luz dos hombres que a la postre serían los más grandes genios en la historia de la ópera: el alemán Richard Wagner y el italiano Giuseppe Verdi, compositores que marcaron un antes y un después en este complejo y rico género artístico.
Richard Wagner fue un autor de amplia influencia en la música, y otro tanto en la literatura y la filosofía, pues gracias a óperas de gran calibre como Tannhäusser, Lohengrin, Tristán e Isolda y Parsifal, entre otras, permeó los más profundos valores de la cultura germana. Su composición más emblemática es el ciclo de cuatro óperas titulado El anillo del Nibelungo, obra maestra en la que propuso la síntesis del drama y la música en el llamado “arte total”, lo que bastó para ser reconocido en vida como genio, aunque también se granjeó fuertes rechazos en sectores de la comunidad cultural europea.
En el terreno de la ópera italiana, la aportación de Giuseppe Verdi fue conducir este arte desde el puro estilo belcantista —donde lo más importante es la voz y sus ornamentaciones— hacia una propuesta más integral, al poner a la música y al canto al servicio del drama, así como develar el pathos de los personajes de sus obras. Rigoletto, La Traviata, Don Carlo, Aída y Otello son algunas de las creaciones más intensas del compositor de una obra indudablemente auténtica y bella.
Richard Wagner: Tristan und Isolde
Karajan, Vickers, Dernesch, Ludwig
EMI Classics, 1990
Se ha dicho que la ópera Tristán e Isolda, estrenada en Múnich en 1864 con libreto del propio compositor, fue un significativo paso adelante en la evolución de la música hacia nuevos cánones, en especial por el uso del cromatismo frente al diatonismo que, por lo regular, se acostumbraba en la época. Las partes más emblemáticas de esta ópera son el preludio, así como la escena final, llamada “muerte de amor” (Liebestod) de Isolda, que es, sin duda, una de las páginas más profundas, intensas y bellas en la historia de la música.
Wagner: Der Ring des Nibelungen
Sir Georg Solti
Decca, 1997
Esta tetralogía es una de las creaciones artísticas más imponentes en la historia del arte mismo. Consta de un prólogo (El oro del Rin) y tres jornadas (La Walkyria, Sigfrido y El ocaso de los dioses), piezas que fueron gestadas a lo largo de 26 años. El libreto surgió de la pluma del propio compositor, quien se basó en temas de la mitología germana. La estructura es de alta complejidad, entre otras cosas por el uso del leitmotiv, especie de hilo conductor temático con el que se identifican musicalmente personajes y situaciones.
Wagner: Orchestral Music
Herbert von Karajan
EMI Classics, 2004
Independientemente de los valores operísticos de las obras wagnerianas, los aspectos orquestales bastarían para reconocer y apreciar a cabalidad el revolucionario genio musical del compositor alemán. Muchos de los preludios, oberturas y diversos pasajes orquestales de sus óperas son obras recurrentes en la configuración de programas de concierto, debido a la exuberancia y la riqueza en el manejo de la paleta orquestal, así como a las complejas estructuras en la configuración y el tejido musical.
Verdi: Aída
Metha, Nilsson, Corelli, Bumbry, Sereni
EMI, 1993
Con motivo de las celebraciones por la inauguración del Canal de Suez, le fue encargada a Giuseppe Verdi la composición de una ópera con tema egipcio, y fue Aída la obra que surgió de su inspiración, a partir de un libreto de Antonio Ghislanzoni. Se estrenó en El Cairo en 1871 y un año más tarde se interpretó en la Scala de Milán, donde desde un principio obtuvo un gran éxito. La ópera Aída es una de las obras más logradas del compositor italiano, tanto por la intensidad dramática, como por la perfección y la belleza musical de sus cuatro actos.
Verdi: Otello
Domingo, Freni, Cappucilli, Kleiber
Music & Arts Program, 1999
El drama de Shakespeare en torno a los trágicos celos del moro de Venecia fue magistralmente musicalizado por Verdi a partir de la adaptación y el libreto de Arrigo Boito. La ópera Otelo, que se estrenó en Milán el 5 de febrero de 1887, posee una intensa fuerza dramática y enorme belleza por la riqueza y la fluidez musical de sus cuatro actos. Verdi logró atrapar el espíritu del atormentado moro (tenor dramático), el de su esposa Desdémona (soprano) y el del siniestro Yago (barítono), por lo que esta ópera es una de las más bellas obras de este género.