Los nuevos estrategas de la cultura
Gerardo Lammers – Edición 416
El panorama cultural del mundo demanda profesionales que, como estos casos, sepan innovar las formas de promover la cultura. Sus retos: romper la división de disciplinas, inventar nuevos esquemas de financiamiento y distribución, explorar los alcances sociales de la cultura.
Y entonces me fui a Escandinavia…” .
Así comienza el blog de Oyuki Matsumoto, mexicana de ascendencia japonesa que un día decidió irse con un novio danés a Copenhagen, y que ahora reside en Malmö, una pequeña ciudad al sur de Suecia.
Allí, en Stapelbäddsparken —parque dedicado a patinadores, patinetos y escaladores ubicado en una exclusiva zona de esta ciudad— trabaja esta chica de 31 años, originaria de Culiacán, que a principios de siglo organizaba conciertos de música electrónica en Guadalajara. Aunque el trabajo de Oyuki marcha sobre ruedas, no tiene nada que ver con deslizarse por las rampas y fosas de este parque. O tal vez sí…
Oyuki se desempeña como gerente y tutora de proyectos, y su trabajo consiste en ayudar a hacer realidad los sueños de otros. Stapelbäddsparken incluye un sofisticado concepto de cultura urbana —arte, cultura callejera, música y nuevos medios—, como sólo a una sociedad tan cerebral como la sueca se le podía ocurrir. Financiada con dinero público y manejada por organizaciones sin fines de lucro, esta iniciativa funciona bajo la premisa de que los usuarios son los productores (“users are the producers”).
Su oficina es el cascarón de un viejo edificio que alguna vez sirvió a la industria naval de este puerto de Europa, que comparte con su colega Caroline Lundholm.
“Aquí te acostumbras a que el gobierno te solucione la vida en todo. Pero yo trabajo como mexicana, improvisando”, dice Oyuki.
Transformar un contenedor en biblioteca y organizar una exposición de jóvenes emprendedores son dos proyectos que han estado a su cargo.
Antes de eso, uno de sus grandes hits —que le dio puntos para obtener su trabajo actual— fue la organización, en 2006, de un festival dedicado a los muertos.
La muerte es un tema tabú en Suecia, así que el montaje de un altar multicultural, combinado con un ciclo de cine, una noche de poesía y otras actividades alusivas a la calaca hicieron que el trabajo de Oyuki resonara hasta Estocolmo.
“Mi rol es inspirar a la gente a realizar sus proyectos, y si a eso le llaman gestión cultural, pues qué bueno”, contesta por Skype con un acento extraño. Confiesa que hace siete años que casi no habla español. Dice que, aunque ya se hizo mucho al orden sueco, que le encanta, de vez en cuando extraña la calidez de los mexicanos. Sobre todo durante el invierno.
Oyuki planea un Geek Girl Meet Up —algo así como un encuentro de chicas interesadas en medios de comunicación, tecnología y redes sociales— para el próximo año en México. Más información en su blog: http://ohproducer.tumblr.com
stapelbäddsparken es un parque en la ciudad de Malmö, Suecia, que combina espacios deportivos (más de 2 mil metros cuadrados de tubos, albercas y pistas para patinar, y paredes artificiales para escalar) con “espacios de creación” abiertos a las propuestas de los usuarios. El parque ofrece equipo, infraestructura y asesores —entre ellos Oyuki Matsumoto— para que los jóvenes desarrollen propuestas culturales en torno a varios ejes: arte, cultura callejera, música y nuevos medios.
www.stapelbaddsparken.se/
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Cada vez es más común escuchar en el campo de la cultura y las artes el término gestor cultural. Por lo general se usa para designar a aquellas personas dedicadas a la promoción de productos culturales, aunque muchas de ellas pueden estar también involucradas en procesos de producción —un paso antes o después de los propios artistas.
Así, gestores culturales, sean formales o informales, encontramos en todas partes, tanto en instituciones públicas como en privadas. Los hallamos, quizá en mayor medida y por el momento, en museos, galerías y fundaciones.
También se da el caso de artistas a los que la necesidad o las ganas los han convertido en excelentes gestores, como el pintor Francisco Toledo en Oaxaca, cuyas donaciones e iniciativas han hecho posibles casas de cultura, museos, bibliotecas, centros culturales, etcétera.
Por supuesto que el placer por el arte y la habilidad para conseguir recursos están directamente relacionados con su trabajo, aunque no sería raro encontrar a más de un gestor cultural con la visión y el liderazgo para crear e impulsar un proyecto de gran envergadura e impacto social.
Hasta ahora, la mayoría de los gestores culturales se ha hecho en la práctica. Sin embargo, las universidades se han percatado de la necesidad de formar profesionales en este campo. Es el caso del iteso, que lanzará esta nueva licenciatura en agosto de este año.
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El pintor juchiteco Francisco Toledo es, además de un artista reconocido internacionalmente, un activo promotor cultural. En 1988 fundó el Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca, una iniciativa que incluye una importante colección de arte gráfico de Latinoamérica, una biblioteca, cineclub, la fonoteca, el centro fotográfico Manuel Álvarez Bravo, de donde han salido varias de estas imágenes.
http://institutodeartesgraficasdeoaxaca.blogspot.com/
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Hace unos años, mientras estudiaba su doctorado en La Sorbona de París y terminaba de escribir Los minutos negros, su primera novela, Martín Solares recibió la noticia de que Leonardo Da Jandra, el autor de la trilogía Entrecruzamientos —famoso por haber vivido durante varios años en una playa desierta del Pacífico mexicano en compañía de su mujer, en una utopía de orden creativo—, estaba enfermo en la ciudad de Oaxaca.
Solares se prometió entonces que en su inminente viaje a México iría a visitar a su amigo. Cuando llegó hasta la capital oaxaqueña, Da Jandra estaba recuperado y aprovechó la visita de Solares para hablarle, emocionado, de una editorial en ciernes.
Así fue como Solares entró en contacto con Guillermo Quijas, un joven que acababa de abandonar la carrera de Relaciones Industriales en la Ibero de Puebla para hacerse cargo de los negocios familiares.
Nacido en 1982, Quijas es nieto de don Ventura López, profesor rural de la sierra mixe y comunista para más señas, quien en 1949 decidió fundar una empresa comercial con responsabilidad social llamada Proveedora Escolar. Se trataba de una pequeña librería-papelería-editorial que comenzó a lanzar tirajes de mil ejemplares con algunos textos escolares, de historia y de ficción, para consumo del público oaxaqueño.
El negocio comenzó en un pequeño local del centro, pero cuando Solares se encontró con Quijas, en 2002, éste ya le daba trabajo a más de 300 personas, y además co-organizaba la Feria del Libro de Oaxaca.
Quijas y Solares se entendieron de inmediato y el tampiqueño se puso a trabajar en un nuevo concepto para Almadía, un nombre significativo, ligado con el mar (almadía es una balsa hecha de troncos de madera que se usaba para transportar pergaminos), para una editorial emergente.
Tiempo más tarde, Solares se reunía con el diseñador Alejandro Magallanes, quien a las pocas semanas les entregó cuatro maquetas elaboradas a mano, siguiendo la premisa de hacer libros bellos, con un carácter artesanal vinculado a la gran tradición de Oaxaca y, cosa no menos importante, baratos de producir.
“Buscamos hacer algo que no se pareciera en nada a los diseños de algunas editoriales españolas, que me resultan impersonales, estridentes y que le atribuyen al lector mexicano un mal gusto”, explica Solares en entrevista telefónica desde la ciudad de México.
Hasta el momento, la colección de Almadía (que abarca los géneros de cuento, novela, ensayo, periodismo literario y libros para niños), incluye a más 50 autores, jóvenes y consagrados, nacionales e internacionales —entre ellos, el francés J. M. G. Le Clézio, ganador del Nobel, quien declaró que el libro El día que Beaumont conoció a su dolor, publicado por la casa oaxaqueña, es la edición más bonita que se ha hecho jamás de todos sus libros, uno de los mejores cumplidos que Solares ha escuchado de viva voz.
Hablando sobre el éxito de Almadía, lo primero que pondera Solares es, claro, la calidad literaria: “No por ser una editorial joven publicamos lo que les sobra a los escritores en otras editoriales, ni nos tocamos el corazón a la hora de rechazar algún manuscrito. Nuestro compromiso es con el lector”.
Y subraya el trabajo literario que se toma con cada uno de los autores, en especial con los jóvenes: “Cuando tú le planteas a un profesional de la literatura un ángulo débil en el texto que ha escrito, éste siempre será capaz de ofrecer un mejor resultado”.
Otro aporte de Almadía, en materia de promoción de la lectura, es la creación de una red informal de promotores de la lectura.
“Te puedo contar, por ejemplo, el caso de una persona que detectamos en Yucatán que dirige un taller literario, y a la que le terminamos enviando 200 libros”, dice Solares.
—¿Cómo le hacen para que los libros sean baratos? —le pregunté por teléfono a Guillermo Quijas.
—Bueno, esto tiene que ver con el proyecto iniciado por mi abuelo, quien siempre concibió el trabajo que se podía hacer como un triángulo: producción, difusión y venta de libros.
“Por nuestra parte, hemos dado con los esquemas comerciales y fiscales que nos permiten mayores beneficios. Por un lado, tenemos a Almadía, que es la productora y está constituida como una sociedad civil; por otro, tenemos a la Proveedora Escolar, que es la distribuidora y está constituida como una sociedad de responsabilidad limitada; y luego está la Feria del Libro de Oaxaca, que es una asociación civil sin fines de lucro, y que por lo tanto expide recibos deducibles de impuestos. De esta manera podemos absorber, entre las tres empresas, gastos de operación y así bajar costos”.
El año pasado —quizás el más difícil de los cinco años que ha atravesado Almadía—, durante la Feria del Libro de Oaxaca la editorial aumentó 90 por ciento sus ventas con respecto al año anterior.
La ciudad y las palabras, de Alberto Manguel, El arte de perdurar, de Hugo Hiriart, y La fiebre, de J. M. G. Le Clézio, son los próximos títulos de esta casa editorial.
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El músico brasileño Carlinhos Brown ha impulsado, desde hace varios años, escuelas de música y oficios en el barrio de Candeal, en Salvador de Bahía. Esta iniciativa, registrada en el documental El milagro de Candeal, de Fernando Trueba, pretende ofrecer alternativas a los niños de la calle a través de la educación y la cultura. Los habitantes de Candeal no sólo participan en las multitudinarias Timbaladas (grupos de percusión) durante los días de Carnaval, sino en talleres de costura, arte, inglés, además de programas de construcción de casas, escuelas e infraestructura urbana.
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—¿Deben los gestores convertirse en empresarios de la cultura?—, le pregunté a Lucía Raphael, quien fuera directora de difusión cultural de la Universidad del Claustro de Sor Juana (ciudad de México) y agregada cultural en el Centro Cultural de México en París.
—Estudié en la unam y tengo un problema con ese término. Creo que la cultura resulta muy afectada en el momento en que la vemos como una empresa.
Raphael considera que una de las características principales que debe tener todo gestor cultural —además de placer por el arte, capacidad de organización y creatividad—es creer en la cultura como instrumento de crecimiento para el país. Su propia experiencia la lleva a identificarse plenamente con el modelo francés.
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Eloísa cartonera es una cooperativa del barrio de la Boca, en Buenos Aires, que fabrica libros con cartón reciclado. Importantes autores argentinos, como Fogwill, César Aira o Ricardo Piglia han donado textos para que los talleristas los fabriquen manualmente según su propia lectura de la obra. Esta iniciativa supone una metodología de trabajo que promueve el desarrollo social y personal a través de la lectura y del arte. Las editoriales cartoneras, inspiradas en la experiencia de Sarita Cartonera en Lima, Perú, han florecido en América Latina, donde hay registro de hasta 32 grupos.
www.eloisacartonera.com.ar
www.saritacartonera.com
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Uno de los grandes temas de la gestión cultural tiene que ver con su relación con el Estado, es decir, con los apoyos de los gobiernos. En este sentido, se distinguen dos grandes escuelas: la francesa y la estadunidense.
El modelo francés —que es al que México ha estado más apegado, visible en instituciones como el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta) y el Sistema Nacional de Creadores— está basado en la intervención del Estado y en la protección de la diversidad cultural, bajo la premisa de que el arte y la cultura (o, si se quiere, las culturas) son entidades frágiles que requieren un tratamiento especial, pues no deben ser manejados como una mercancía cualquiera. Así se entiende la creación del término excepción cultural.
Por su parte, el modelo estadunidense está basado en la idea de que son los particulares a quienes les corresponde financiar la cultura y las artes por medio de donaciones (deducibles de impuestos), asegurando así su independencia.
Las diferencias entre ambas escuelas pueden apreciarse con claridad en lo logrado en ambos países. Mientras que el Ministerio de Cultura de Francia cumplió 50 años en 2009, Estados Unidos carece de un organismo similar.
Con la llegada de Nicolas Sarkozy a la presidencia de Francia, se dice que el modelo francés está volteando la mirada hacia el estadunidense, entre otros factores, debido a la crisis económica internacional.
En una entrevista reciente al diario español El País, el actual ministro de Cultura, Frédéric Mitterrand usó la siguiente imagen para hablar de la simpatía que, siendo francés, profesa por la cultura estadunidense: “Creo que es compatible comer hamburguesas y leer a Proust”.
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El Multiforo Cultural Alicia es el espacio por excelencia de la contracultura de la ciudad de México. Además de ser uno de los pocos espacios para las bandas nacientes de rock —ahí comenzaron bandas ahora consolidadas, como Panteón Rococó, Las Ultrasónicas o Austin tv—, “el Alicia” es también referencia para otras expresiones artísticas y lugar de encuentro de colectivos políticos. Este foro pretende, en palabras de su director, “recuperar una cultura de izquierdas, que reivindique la alegría, porque una persona feliz es más crítica, más propositiva”.
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Hace siete años que Guadalajara, metrópolis acostumbrada a mirar de lejos las vanguardias artísticas (o de plano ni voltearlas a ver), cuenta con un espacio independiente único para la producción y exhibición de arte contemporáneo. Se llama Oficina para Proyecto de Arte, mejor conocida como opa, y se localiza en el piso 23 del Condominio Guadalajara, uno de los símbolos de la modernidad tapatía (obra del arquitecto Julio de la Peña).
Los fundadores de opa son tres artistas de la localidad que, por medio de este proyecto del tipo Artist Run Space (galerías manejadas por artistas, concepto surgido en Europa durante los años noventa y que es considerado como un importante factor en la regeneración urbana), se han puesto —muy a su estilo— el traje de gestores culturales: José Dávila, Gonzalo Lebrija y Fernando Palomar.
Gracias a esta iniciativa, el público tapatío ha podido apreciar el trabajo de artistas nacionales e internacionales en un singular espacio, desde donde se puede apreciar la ciudad hacia sus cuatro puntos cardinales.
Las carreras artísticas de Dávila, Lebrija y Palomar, cada vez más demandantes, hicieron que, a partir de este año delegaran la dirección de opa en la tapatía Mariana Munguía, licenciada en Sociología por la Universidad de Guadalajara, y quien antes había estado a cargo de La Planta, (espacio dedicado al arte de la empresa Omnilife), y de Laboratorio Arte Alameda, en la ciudad de México.
—La gran aportación de opa —dice su directora, Mariana Munguía, de 34 años—, es que los artistas invitados no traen obra ya hecha, sino que aquí se les ofrece una plataforma de producción y un ambiente propicio para desarrollar proyectos nuevos, tomando como fuente de inspiración el espacio específico de esta oficina.
A manera de ejemplos de la obras que se han hecho en opa, Munguía rememora el laberinto de tablarroca que hizo la artista polaca Monica Sosnowska en 2005, o el caballo pony que subió por el elevador el albanés Anri Sala hasta la azotea del edificio, para la realización de la pieza No Barragán No Cry, y que aparece en la portada del libro monográfico que editó Phaidon.
En el caso de opa, las labores de gestoría cultural han incluido desde conseguir este piso del Condominio Guadalajara (cedido por los propietarios: la familia López Rocha y Televisa), hasta el dinero y los viáticos para traer a los artistas (que en los casos internacionales se negocian con las embajadas), así como los recursos para la producción de los proyectos de cada artista.
En opinión de Munguía, Guadalajara es una ciudad de “todólogos” que deben ser sustituidos por profesionales. Y hablando en particular de los gestores culturales, destaca un aspecto que le parece fundamental: su capacidad de liderazgo a la hora de resolver problemas: “La falta de dinero nunca debe ser una limitante. Es frustrante, sí, pero hay que saber negociar y encontrar las salidas. En este sentido, yo lo único que le pediría al gobierno son incentivos fiscales”.
Cuando le pregunto por casos emblemáticos exitosos de gestiones culturales, menciona al muac de la ciudad de México, estrenado en 2008 y ubicado en Ciudad Universitaria, por la manera en que su directora, Graciela de la Torre, consiguió el dinero para hacerlo (las salas llevan los nombres de distintos empresarios): “Me atrevería a decir que es el primer museo en México que tiene todas las condiciones necesarias para recibir una exposición de cualquier parte del mundo”.
Para la directora de opa, el trabajo de los gestores culturales podría transformar la vida cultural de un país como México: “Hacen falta vínculos e intercambios con otras ciudades. Si hablamos de festivales, por ejemplo, se podrían armar circuitos para traer cosas de calidad pero reduciendo costos. Lo mismo en teatro o en ballet. Se trata de que enriquezcamos nuestra visión y nuestra manera de trabajar”. m.
a perfect soul, de John Isaacs, es la próxima exposición de opa. Del 15 de mayo al 11 de junio.
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El festival umore azoka, especializado en espectáculos callejeros, se realiza desde hace diez años en Leioa, en el país vasco (España). Músicos, acróbatas, teatreros, comediantes, mimos, y toda clase de artistas callejeros se reúnen anualmente para exponer sus producciones y ser contratados por promotores culturales de todo el mundo. En su edición más reciente, celebrada en mayo de 2010, se presentaron más de cuarenta compañías de Francia, Japón, Australia, India, Estados Unidos, Argentina, Chile y España.
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Formar emprendedores culturales
A partir de este próximo mes de agosto, el iteso comenzará a formar gestores culturales con una licenciatura.
“Esto surge de reconocer que en el país hay varios miles de personas trabajando en el sector cultural, en instituciones públicas y privadas, que en su mayoría no han recibido formación específica y que terminan aprendiendo sobre la marcha”, dice Alfonso Hernández Barba, director de la nueva licenciatura en Gestión Cultural.
Hernández Barba, filósofo por la Universidad Intercontinental y comunicólogo por el iteso, trabajó casi una década en el Centro de Promoción Cultural de esta universidad. De hecho, fue en este centro donde se empezó a fraguar el proyecto de esta nueva carrera que, en países como España y Colombia, ya existe desde hace algunos años.
El académico asegura que la nueva carrera dará herramientas a los alumnos para que éstos entiendan lo social en su conjunto, así como los vínculos entre arte y cultura: “La cultura no se reduce a las artes pero son éstas una parte muy importante”.
El campo de trabajo para estos nuevos profesionales es, en teoría, tan amplio como el concepto mismo de gestión cultural. Va desde la creación de una empresa propia, empresas culturales (públicas y privadas), galerías, agencias promotoras, casas productoras, fundaciones, organizaciones y centros culturales, hasta universidades y organismos gubernamentales.
Aunque tradicionalmente el Estado ha sido la gran fuente de recursos en México, más al estilo de lo que ocurre en Francia, Hernández reconoce que “esto va cambiando”.
—¿Esta nueva licenciatura busca formar empresarios de la cultura?
—Digamos, mejor, emprendedores de la cultura. Es un mejor término.
1 comentario
Excelente artículo y noticia
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